Chocar en Colosio
Una “solución” como la Supervía Colosio debió enfrentarnos a nuevas problemáticas relacionadas con alternativas de movilidad y transporte, no a la de los constantes choques y accidentes cada vez más escandalosos. Debió ponernos a debatir sobre nuevas formas de entender cómo atravesar una ciudad y lo que esto significa desde paradigmas que involucraran no sólo al automovilista, sino a los peatones, ciclistas y personas con necesidades específicas de movilidad. La transformación de la ciudad mediante sus vialidades, que se nos ofreció como una vía más hacia la modernidad: un detonante de la economía, del progreso entendido como el ahorro de tiempo, debió partir, supongo, de una planeación transdisciplinar que nos pusiera en el camino para discutir otro modo de entender la ciudad y las relaciones inevitables entre los distintos modos en los que sus ciudadanos se mueven en ella Es evidente que eso no sucedió.
Pareciera lógico que, si una llamada “solución” genera más problemas que los que soluciona, entonces se trata de uno nuevo y mayor. Ahora podemos comprender que era más poderoso el capricho de estampar en el concreto el sello de una administración que prever los problemas (en las)“laterales”: los peatones abandonados, los retrasos del transporte público condenado a paradas improvisadas que no contemplan la dinámica del usuario, los medios de incorporación inseguros a una vía que, aunque se diga lo contrario, es de alta velocidad, la pésima señalización… que aunados a una educación vial inexistente (ni el 1x1 ni usar glorietas), provocan que la “modernización” parezca más un insufrible capricho para la foto con drones, que una verdadera solución de movilidad. Manejen con cuidado.