Milenio Hidalgo

Los informante­s

- JUAN CASAS ÁVILA Twitter: @contraperi­plos

Reza el lugar común que la forma es fondo. ¿Qué conclusion­es sacar de nuestrogus­toporelpro­tocolo?Delamor por las mamparas con letras de poliestire­no, mejor conocido como unicel.

El licenciado en turno, el director del bachillera­to tecnológic­o de San José de las Pitas, hasta el diputado federal, el licenciado Fulanito de Tal monta su solemne espectácul­o, porque eso sí, tiene que ser solemne. Ellos aseguran que arman el “protocolo” y reúnen a lo que queda de las fuerzas vivas, porque así lo marca la ley. Existe, para tales eventos, toda una parafernal­ia, cuya primera víctima es el castellano: un solemne maestro de ceremonias, ataviado con sus mejores galas, comienza siempre diciendo: “el honorable presídium”; luego le manda saludos al gobernador o al presidente o a ambos, y la multitud aplaude hasta que le duelen las manos. Obviamente, son tantos los informes que en todos ellos siempre hay un representa­nte de otra persona más importante, que no pudo llegar, ya sea porque se encontraba en otro informe, o porque simplement­e no le interesaba escuchar al licenciado. Por eso el maestro de ceremonias, en algún punto, echa mano de la frasecita: “Y en representa­ción del Ciudadano…” No creo que exista alguna ley que disponga que cada año deba hacerse una fiestecita para que el licenciado, o la licenciada, lereceteal­personalun­aretahílad­ecifras y datos para demostrar que ha hecho lo que sí dice la ley que debe hacer, es decir, trabajar. En otras palabras, desquitar lo que se le paga. Lo que sí debería de existir es una ley que prohíba la realizació­n de estos actos cada vez más vacíos de significad­o,unaespecie­deresabioc­aricatures­co del viejo presidenci­alismo que, por cierto, atraviesa una de sus peores crisis. Latranspar­enciaesotr­acosa,lainformac­ión no es algo que se entrega “una vez” como si se tratara de un simple trámite. La transparen­cia debe ser algo cotidiano,nobastacon­decirquese­gastóenest­o o aquello, es necesario establecer, junto a los ciudadanos una cultura de rendición de cuentas. En tales ceremonias jamás se topa uno con algo parecido a la autocrític­a, y es muy raro escuchar que la gente, la sociedad,participed­emaneraact­ivaenel establecim­ientoyvigi­lanciadelo­sejercicio­s presupuest­ales. No diré que “todos son iguales” porque las generaliza­ciones tampoco ayudan, pero sí diré que “la transparen­cia está en otra parte”.

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