Plan mundial de paz: otro fracaso diplomático
La iniciativa de paz mundial del presidente Andrés Manuel López Obrador refleja nobles intenciones para acabar con la guerra entre Rusia y Ucrania. Sin embargo, tan loable plan nació muerto, pues careció de estrategia diplomática.
Cualquier diplomático experimentado sabe que para lograr el éxito de una propuesta internacional es indispensable formular una estrategia por lo menos con los siguientes requisitos básicos:
1. Discreción. Jamás se anuncia la formación de un grupo mediadorsinantesseracordadoporlaspartesinvolucradas en el conflicto. Primero se despliega una serie de consultas estrictamenteconfidenciales,nosoloconlasnacionesdirectamente afectadas como en este caso Rusia y Ucrania, sino también con las partes interesadas, como Estados Unidos, la Unión Europea, la OTAN, la India y el Vaticano. El plan de AMLO fue instrumentado exactamente al revés, primero lanzaron ruido del megáfono y luego a ver qué pasa.
2. Talento diplomático. Hoy el gobierno mexicano pretende lanzar grandes iniciativas diplomáticas sin diplomáticos. El Presidente tiene extraordinarias habilidades políticas, pero carece de experiencia internacional y no cuenta con alguien que lo asesore en política exterior. Su principal colaborador en la materia le dice lo que el mandatario quiere escuchar y aprovecha su alto cargo para promoverse en las redes sociales para el 2024, mientras que la subsecretaria para asuntos de la ONU está tan ocupada en retuitear a su jefe que el INE ya se lo prohibió. Para ser embajador, primero hay que parecerlo. A Putin enviaron a un extraño personaje funerario, siempre vestido de negro, incluyendo la corbata y el sombrero de ala ancha. Y en el Vaticano tenemos a un buen periodista, pero con nula experiencia diplomática, y así podemos seguir con la larga lista de desatinos.
3. Imparcialidad: La ausencia de inclinación en favor o en contra de una de las partes debe ser clara e indudable, como la mujer del César, que además de ser honesta, debe parecerlo.
Desde el principio, en febrero, el gobierno mexicano debió asumir una posición coherente: condenar sin ambages la invasión rusa a Ucrania pero no fue así. Mientras la misión de México ante la ONU hizo lo correcto ante el Consejo de Seguridad, la posición inicial del Presidente fue ambigua, pues se mostró reacio a condenar a Rusia y colocó en la misma balanza al agresor (Rusia) con el agredido (Ucrania). Meses más tarde, ahora recapacitó y condenó finalmente a Rusia. Se queja sin razón de que opositores lo ponen de lado de los rusos, cuando es un asesor del presidente ucraniano quien descalificó la propuesta de AMLO como sesgada en favor de Putin.
4. Autoridad moral: Así como la mejor política exterior es la interior no parece ser que la mejor política de paz mundial sea la interna, pues México tiene una pésima imagen internacional de violencia.
Con falta de tacto diplomático se critica a la ONU de no hacer nada y al mismo tiempo se pide a su secretario general que encabece las negociaciones de paz, cuando México está en deuda con las Naciones Unidas pues no ha hecho el pago íntegro y oportuno de sus cuotas. Para exigir primero hay que cumplir.
Ya nadie se acuerda del plan mundial de fraternidad y bienestar de AMLO, propuesto apenas en noviembre de 2021. Lo mismo ocurrirá con el plan mundial de paz que nació muerto.
La iniciativa fue instrumentada al revés: primero lanzaron el ruido y luego a ver qué pasa