Resistir sin justicia
Se cumplieron ocho años de la desaparición forzada de 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa; crimen en el que, de manera aún confusa, se han visto envueltos órganos del estado y servidores públicos.
El mismo tiempo que sus familias han vivido con el pesar de la ausencia, la angustia de su paradero y el deseo de reencontrarse con ellos.
Además, ocho años de búsqueda de justicia en el tránsito del sistema de este país que se caracteriza por no brindar prontitud, de vivir en resistencia por mantener en alza su petición.
Aunque la sociedad ha manifestado eco a través de la conmemoración cada 26 de septiembre para mantener la memoria del suceso, son sus, quienes llevan la batuta en ese camino de resistencia para mantener el movimiento de la exigencia de justicia.
No sólo han dado seguimiento al debido proceso legal que resulta revictimizante, prolongado, tedioso y frustrante, también han enfrentado el juicio social que ha calificado de delincuentes a los estudiantes.
Han realizado exposiciones, charlas, conferencias y divulgación en otros estados del país e incluso fuera del país; han redactado comunicados, peticiones y documentos varios requeridos para su lucha; han otorgado entrevistas a medios; han vigilado cada movimiento del actuar de las autoridades; incluso se han dado tiempo para establecer postura y manifestarse ante otras violencias sociales y desastres.
El camino para quienes van en busca de justicia nunca ha sido sencillo de transitar, por el contrario, es desgastante de manera económica, psicológica y en tiempo.
No suele ser visible todo el actuar que requiere mantener la demanda a la par de mantener una vida personal. Nunca se convierte en una espera pasiva, aunque sí pacífica.
Nunca se convierte en una espera pasiva, aunque sí pacífica