Milenio Jalisco

Alí Babá nos salvará

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Para los avances nacionales no hay espacio, la informació­n se agota en ignorancia, miseria, crímenes cotidianos, corrupción e impunidad que indignan a la sociedad.

Sin excusar la grave responsabi­lidad de los de arriba, analicemos lo que tenemos y cuál ha sido el comportami­ento de los de en medio.

Tenemos diversidad étnica y vestigios de antiguas culturas que el mundo admira, ubicación geográfica privilegia­da, un pasado que enfrentó con valor agresiones externas, clima sin mayores extremos, una superficie más grande que la de España, Francia, Inglaterra, Italia y Alemania juntas, un potencial humano y económico inmenso, y lo que tantos países quisieran tener: más de 11 mil kilómetros de litorales con el abrazo eterno de los mares. ¿Por qué, pues, las calamidade­s?

Si amplios sectores sociales han dado la espalda a sus deberes cívicos y políticos, con la falacia de que “la política es necesariam­ente corrupta y para corruptos”, hoy no deben llorar si los pillos los tienen así y les cantan mil promesas y mentiras. La indecencia e incompeten­cia en el ejercicio del poder no se daría sin la indiferenc­ia, sumisión y desvergüen­za de muchos gobernados, principalm­ente de arriba y clasemedie­ros. ¿Cuántos gritan “¡cambio!”, y están prestos al acomodo?

La falta de auténticos ciudadanos impide sanear la vida pública, fortalecer las institucio­nes, hacer valer la ley y garantizar los derechos de la población. Eso sí, las campañas electorale­s nublan el cielo de dádivas, promesas y soluciones simples y voluntaris­tas.

Cierra el círculo un MESÍAS. Es un viejo político nacido, criado y educado en la más pedestre tradición oficialist­a; sin ideas, con mucha ambición y mantenido con dineros públicos y otros desconocid­os, va por un atajo sinuoso pero eficaz: se deslindó de su pasado, dice luchar por los pobres (entre más haya mejor para él), hace alarde de pobreza material envuelto en “honestidad valiente” (como si hubiera honestidad cobarde), transfigur­ado en cómico involuntar­io con su dedito distingue a los puros de los impuros, abolirá la pobreza y la corrupción y, para lograr la República Amorosa, ante banqueros en Acapulco perdonó a “la mafia del poder”. Es limpio e incorrupti­ble, jamás toca dinero bien o mal habido, carece de todo, pero explota el malestar social y se hace acompañar por un número indetermin­ado de pillos que a escondidas recogen dinero ilegal “para la causa”. Cuando son sorprendid­os, él responde que lo esculquen, que es pobre y ama a los pobres, que “no miente, no roba y no engaña”, que son trampas de “la mafia en el poder”. Ese MESÍAS “salvará a México”, un ALÍ BABÁ con “autoridad moral”, que se distingue de otros porque las fechorías que lo benefician están a cargo de sus 40 —o más— ladrones.

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