Milenio Jalisco

Somos unos ingratos, doña Silvia

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Silvia Pinal nadie le había dado señales respecto a que sí o no se iba a cancelar la serie biográfica que Carla Estrada producía para rendirle tributo, cuando nuestra reportera Cristina Ibáñez le habló y le preguntó qué opinaba al respecto. Ya había salido la nota en todas las agencias, se había comentado en todos los programas de espectácul­os y se había dado por hecho.

Si les contara cuántas veces como reporteros de esta fuente nos ha tocado, sin querer, deberla ni temerla, ser quienes damos las malas noticias sobre los proyectos a los involucrad­os, no lo creerían. Pero sí les puedo describir ese vacío en el estómago que, como trabajador de la fuente, puedes comenzar a sentir cuando te das cuenta que tú le estás diciendo algo que no te correspond­ía a la gente. Cuando se trata de un ícono, peor aún. Sé también que hay reporteros sádicos que gozan de esto, pero son la minoría y no vale la pena ocuparnos de ellos con este tema.

Somos unos ingratos, ¿sabían? Creo que muy poca gente del mundo podría conectarse con la importanci­a que tienen ciertos personajes del entretenim­iento de nuestra sociedad. Se les hace más fácil ver los privilegio­s, pensar que la fama es el fin (es “el fin”, sí, pero de la paz en tu vida) y no se dan cuenta de que en ciertos casos han sido décadas y décadas de entregar la vida entera por una carrera que tiene una sola función: hacer más feliz a la gente. Alimentarl­a, en algunos casos, de arte. De ideas. De historia. De razones para vivir. Para cuestionar­nos. ¿Hay privilegio­s que vienen con quien logró esto? ¡Por supuesto! ¿Eso quiere decir que vendieron su vida a las lenguas venenosas, a los productore­s que no levantan el teléfono para dar la mala noticia en persona o a las empresas? Me encantaría decir que no. Pero sí.

Doña Silvia Pinal dijo que no sería el fin del mundo si no se hace la serie, y tiene razón en el sentido que los proyectos van y vienen. Pero, y yo no sé ustedes, el hecho de que se hable de que no habría interés en una vida como la de Silvia Pinal, me deja congelada. ¿Qué hay que pasar? ¿Cuánto hay que trabajar? ¿Cuánto hay que sufrir y entregar para ser del interés del la gente? ¿Tendrán razón los que decidieron que no habría público? Y si sí, ¿por qué? ¿Solo hasta donde nuestra memoria inmediata alcanza?

Dejar un legado es uno de los motivadore­s más importante­s que puede tener una persona, tenga el talento que tenga. ¿Darse cuenta que ese legado es menor moneda de cambio que la biografía de una Jaqueline Bracamonte­s o que la de la hija de Jenni Rivera? Eso me da un poco de náusea. ¿Cómo vamos a saber quiénes somos hoy si nuestra memoria no supera el lanzamient­o de Justin Bieber? ¿Si los grandísimo­s clásicos del entretenim­iento hoy en día son las bandas pop que tuvieron éxito en los 90? En serio. ¿Qué se nos hace interesant­e hoy en día? La gente no se puede quedar en la cumbre más tiempo de lo que dure la moda de la red social que domina en estos días. ¿No nos haría un poco de bien saber la historia de una mujer que trabajó con Buñuel, con Pedro Infante, que se volvió una gran matriarca de una familia de mujeres extraordin­ariamente fuertes en un mundo de machos, que nunca dejó de trabajar por su teatro, que se metió en problemas en la política, que dominó la grilla de sus colegas por años y quien es, sin la menor duda, alguien de quien podríamos todos aprender un millón de cosas. Incluyendo, de vez en cuando y como ella misma dice a veces con humor: “hasta las que no hay que hacer”.

Error, grave error.

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