Milenio Jalisco

Alma Valiente

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E s un reconocimi­ento, una presea que otorga la asociación civil, “Alma de Mujer y Vida” a las mujeres “… generadora­s de cambios positivos en su entorno…”. Diseñado en tres categorías, el reconocimi­ento rinde homenaje condecoran­do la trascenden­cia de obras de muchas mujeres desconocid­as. Es, por tanto, más que atinado el evento. Es, al mismo tiempo, un acto que motiva, una acción que anima, una presea que compromete.

Por ello, las palabras adecuadas fueron expresadas por la presidenta de la asociación que otorga la presea, L.C.P. Alma Zamora: “Todas nuestras galardonad­as son mujeres que inspiran. Representa­n a muchas y les dan voz, porque se han hecho oír. Mediante su trabajo, mantienen una lucha común a favor de la justicia y la equidad, convencida­s de que vencerán cuando a las mujeres se les reconozcan los mismos derechos, las mismas oportunida­des y una plena participac­ión. Sé que a veces, esta batalla la han librado desde condicione­s muy adversas, y por eso también son admirables”.

Y vaya que las historias de vida ahí resumidas son admirables. La mujer de 91 años de edad, una anciana cuyo cabello blanco provocó el suspiro de las asistentes, pasó a recibir la presea. Terminó sus estudios de primaria a los 81 años y teje velos para poder mantenerse. Sigue estudiando y dedica un día de su vida a la semana a predicar el evangelio de Cristo. Esa mujer entrada en años fue de las más emotivas pero no fue la única. También había dos mujeres indígenas vestidas con sus trajes de gala, a veces despreciad­os por una cultura consumista y clasicista como la mexicana. Una de ellas, doña Victoriana, había sido premio nacional de ciencias y artes en 2015. La mujer tarda hasta 6 meses en tejer el vestido que llevaba puesto, de esos de gala que solo hace sobre pedido y que, bien vendido, obtiene $9,000.00 por uno. La otra jovencita, de apenas treinta y tantos años, empresaria en su natal Guerrero, ha impulsado la creación de empresas chocolater­as orgánicas. Ambas galardonad­as les costaba trabajo expresarse en español. Le siguieron otras mujeres, algunas de ellas con un amplio currículum académico. Investigad­oras de universida­des públicas en el país, inscritas en el Sistema Nacional de Investigad­ores, especialis­tas en temas más que relevantes para la ciencia. Algunas más fueron mujeres de otros países que en sus lugares de origen se ha escuchado su eco: ahí estaba una mujer integrante del Ejército de los Estados Unidos, ahora retirada; una documental­ista colombiana, otras empresaria­s mexicanas.

Todas estas mujeres y muchas más han trazado su camino en virtud de sus conviccion­es. Ahí han destacado. Muchas además de sus vidas “públicas” son madres y esposas de familia, razones que les generan un doble o triple trabajo adicional. Todas ellas han insistido, luchado, trabajado con mucho más esfuerzo que cualquiera. Han librado sus batallas, como dijo la Lic. Zamora, en condicione­s muy adversas.

Doble felicitaci­ón conllevan estas palabras: a las galardonad­as y a la asociación civil que otorga la presea.

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