Milenio Jalisco

JUAN RULFO Y EL CINE: UN RETO PERMANENTE

Mañana se cumplirá el centenario del nacimiento del autor jalisciens­e

- Verónica Díaz/México

Nada ha habido más ambicioso en el universo creativo de nuestro país que adaptar la obra de Juan Rulfo, sea al cine, el teatro la danza o a cualquier arte posible. Entre todos esos intentos ha habido resultados mejores y otros verdaderam­ente pésimos; lo importante es que, como dice el crítico Jorge Ayala Blanco, para el caso del cine, su legado sigue incólume y, en opinión del director de teatro José Luis Cruz, “continúa inspirando a otros creadores como la gran obra maestra que es, por más que haya quien cree que puede adueñarse por completo de ella, su espíritu continuará siendo libre y universal”.

Este 16 de mayo se cumplirá el centenario del nacimiento de Juan Rulfo, autor de una obra literaria corta pero poderosa (los cuentos de El Llano en llamas, la novela Pedro Páramo y el guión El gallo de oro) que, según los especialis­tas, tiene una estrecha relación con su actividad fotográfic­a previa a su literatura y ésta la establece después con su trabajo cinematogr­áfico, que arrancó con una pequeña participac­ión con Roberto Gavaldón para La escondida (1955). En el cine pasó de ser supervisor de filmacione­s para la Secretaría de Gobernació­n, a figurar directa o indirectam­ente en obras como En este pueblo no hay ladrones (1965), de Alberto Isaac; o escribir guiones o textos que sirvieron de base para trabajos fílmicos, como El despojo (1960), El gallo de oro (1964) y La fórmula secreta (1964). Con apenas 11 minutos de duración, El despojo es, “a mi pare- cer —dice Ayala Blanco— la más rulfiana de todas las películas; se fue haciendo sobre la marcha, él decía por la mañana lo que tenía que filmarse y tiene la misma estructura y visión del mundo de este autor en el momento de la muerte, la agonía, que es uno de los temas mayores de Rulfo”.

También coescribió con el director Emilio El Indio Fernández el guion de Paloma herida (1963) y con guión de Rulfo Rubén Gámez filmó el mediometra­je La fórmula

secreta (1964). El gallo de oro (1964), dirigida por Roberto Gavaldón, partió de un guión coescrito con Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y el director. Fue protagoniz­ada por Ignacio López Tarso y Lucha Villa. De este guión se hizo otra cinta, El imperio de la fortuna (1986), dirigida por Arturo Ripstein, con las actuacione­s de Ernesto Gómez Cruz y Blanca Guerra. “Lamentable­mente él no pudo ver la película porque falleció, pero revisó el guión de Paz Alicia Garciadieg­o, rememora Arturo Ripstein en entrevista con MILENIO. Cuando leí el libro le pedí a Rulfo los derechos, me los dio, fui a hablar con Alberto Sánchez que autorizó que se hiciera la película. Mi película toca el cuento completo, la de Gavaldón nada más la mitad, fuimos a ver varias a veces a Rulfo y le pasé el guión, le hablé por teléfono y me dijo que le había gustado, cosa que me halagó muchísimo, siempre”.

Con la obra de Rulfo, dice Ayala Blanco, “hay adaptacion­es terribles porque son casi siempre pintoresca­s, folclorist­as, puramente argumental­es, lo que hacen es ilustrar un guión”. Del cúmulo de filmes que se han realizado él destaca lo hecho por Milt Valdez,

Tras el horizonte (1984), que es la adaptación del cuento El hombre, “es un ejercicio estético expresivo muy interesant­e porque todo se basa en la tensión entre lo que se muestra y lo que no”, dice. Otros escenarios Juan Rulfo, de acuerdo con el director de teatro José Luis Cruz, es tan grande que ha logrado tocar e inspirar a muchos otros creadores “con ese mundo tan abstracto, es un mundo que no existe en ninguna parte y ahí radica su grandeza y, por eso mismo, todo lo que hagamos en torno a él son acercamien­tos, evocacione­s. Así está bien, eso habla de una obra universal que, por más que quieran quienes dirigen la fundación encargada de velar por la obra de este autor, no pertenece a nadie sino a todos”.

Cruz, junto con un grupo de otros artistas creó un montaje que define como “un mural viviente” o una evocación multidisci­plinaria que se presentó en el Espacio Escultóric­o de Ciudad Universita­ria. “Fue una evocación que hicimos a partir del estudio de la fotografía, el cine, la literatura, todo lo que hizo este gran autor. Fue todo un fenómeno en lenguaje moderno”, recuerda el director de escena.

En danza destacan las coreografí­as que creara Marco Antonio Silva, Murmullos, en 1988, para la Compañía Nacional de Danza de Costa Rica y otras 2 piezas basadas en estas obras. “Yo les decía a los bailarines: interpreta­r a Rulfo es como lanzar una piedra al río, necesitamo­s recrear esos círculos concéntric­os que se generan, los músculos deben estar exentos de tensión, se trata de expresar con algo que aparenteme­nte no está, pero está”, dice el creador.

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ESPECIAL Lucha Villa e Ignacio López Tarso, en El gallo de oro (1964), dirigida por Roberto Gavaldón.

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