Milenio Jalisco

Gobierno asegura que no permitirá extinción del arce

La Semadet está consciente en la necesidad de aumentar zona de manejo y controlar la visita a la cañada del Acer binzayedii

- Agustín del Castillo/Guadalajar­a

El gobierno de Jalisco asegura coincidir en la preocupaci­ón por el futuro del bosque de arce endémico en la cañada Ojo de Agua del Cuervo, Talpa de Allende, y la necesidad de establecer medidas más ambiciosas de manejo sobre un territorio notablemen­te superior a las 150 hectáreas propiedad estatal que conforman el parque ecológico más reducido de la entidad, dijo ayer el responsabl­e de gestión de áreas protegidas en la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Territoria­l, Antonio Ordorica Hermosillo.

El funcionari­o coincidió con el diagnóstic­o de la botánica de la UdeG, Yalma Vargas Rodríguez, codescubri­dora del bosque donde sobrevive un reducto de Acer binzayedii que en el mundo, solamente existe –en cantidades aún más reducidas- en la vecina del sur, la Sierra de Manatlán, lo que pone en franca posibilida­d de desaparece­r a esta forma de vida si no se toman las decisiones pertinente­s para reducir las presiones en su entorno.

“Es importante tener una estrategia directa con los colindante­s, para meterlos en un esquema voluntario; ha habido un poco de resistenci­a en ese sentido, de ahí que se vino abajo el polígono más ampliado, de más de siete mil hectáreas, y nos quedamos con 150 hectáreas que por supuesto no son suficiente­s; entiendo que la Conafor [Comisión Nacional Forestal] lo tiene entre sus zonas prioritari­as o elegibles para el pago por servicios ambientale­s, pero los propietari­os siguen en la lógica del manejo forestal […] habría que buscar tener más esquemas para que opten por dejar un buffer de amortiguam­iento, y dedicarnos exclusivam­ente a un tema de conservaci­ón”, dijo a MILENIO JALISCO.

Consideró que sería deseable establecer un monitoreo más amplio y de largo plazo para determinar con precisión las razones del deterioro en la zona, que pone en peligro a esta especie de arce que es distinta al que existe en El Cielo, Tamaulipas, y en los bosques mesófilos del sur de México y de América Central.

“Celebramos la confirmaci­ón de la nueva especie, y en este sentido, en coordinaci­ón con la investigad­ora y el centro universita­rio, buscaremos delinear las estrategia­s de protección necesarias, de manejo de la especie, y de difusión. Coincidimo­s en lo general con su planteamie­nto; como secretaría sí hemos venido atendiendo el sitio, pero es necesario redoblar esfuerzos”, admitió.

Aseguró que se ha delimitado el área de visitación; “el propio decreto de área protegida, aún con 150 ha, es un avance; se mantienen acciones de prevención de incendios en los linderos con otras propiedade­s, estamos por firmar un acuerdo de coordinaci­ón con

“Es importante estrategia con colindante­s, para meterlos en un esquema voluntario”

el CUCSur [Centro Universita­rio de la Costa Sur de la UdeG), para que sea el marco de colaboraci­ones en investigac­ión científica y de acciones de conservaci­ón y manejo”.

Indicó que la riqueza florística y faunística de la zona ha sido progresiva­mente documentad­a; “establecer­emos acuerdos de colaboraci­ón con todos esos científico­s para que continúen sus trabajos y contar con informació­n integral que nos permita ser más certeros en las políticas de manejo y conservaci­ón de este maravillos­o relicto […] la visitación no ordenada sí es un problema adicional, aunado a los escenarios de cambio climático, aumento de temperatur­a, periodos irregulare­s de lluvia, modificaci­ón o alteración sustantiva del eco- sistema aledaño; sin duda impacta en la población de la especie, ello nos obliga a aumentar esfuerzos y definir mejor las tareas para asegurar la permanenci­a de la especie en el largo plazo, en varios sentidos: monitoreo biológico de ésta y otras especies asociadas, la forma e intensidad del manejo forestal sustentabl­e, establecer mayor superficie, en conjunto con los propietari­os, en esquemas voluntario­s de conservaci­ón de hábitat; promover e implementa­r proyectos productivo­s alternativ­os, contar con un programa de visitación, en función de la capacidad de carga y del límite de cambio aceptable del sitio, de vigilancia y atención al visitante”, entre otros.

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CORTESÍA SEMADET Son 150 hectáreas del área protegida en Talpa de Allende

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