Que se acaban
ablar de telenovelas es remar contracorriente. Me encanta. Sí, me encanta porque eso me convierte en subversivo, en rebelde.
¡Qué irónico! Hoy me opongo al sistema invitando a la gente a reflexionar sobre algo que en otros tiempos era la cosa más convencional del universo. ¡Me fascina!
Y es que, digan lo que digan, las telenovelas siguen siendo el producto cultural más importante del entretenimiento mexicano.
No existe nada más sintomático que la decadencia de este formato e, igual, no existe nada más preocupante que cada vez se produzca menos y peor.
Es una vergüenza que mientras que otras naciones que ni remotamente tienen nuestros antecedentes triunfan a escala mundial, nosotros vayamos para atrás.
Qué casualidad que ellas, con internet, los sistemas de distribución de contenidos en línea y las apps sigan creando y creciendo, y México, no.
¿Por qué le estoy escribiendo esto? Porque este fin de semana terminan La doble vida de Estela Carrillo y La fiscal de hierro, las telenovelas más importantes de dos de las tres televisoras más poderosas de nuestro país y yo no siento que a la opinión pública les interesen, ya no se digan que tengan conmocionadas a las multitudes.
Sí, tienen su rating, sus anunciantes y todas esa cuestiones que tanto le gusta presumir a los paleros, pero la verdad es que si no estuvieran al aire no pasaría nada.
No son nota. No trascienden. Y qué pena porque tienen lo suyo. ¿No me cree? Échele un ojo a esto. Soy un gran admirador de esta historia original que Rosy Ocampo produjo para Las Estrellas.
Si usted la observa con detenimiento va a descubrir que tiene un nivel mucho muy superior a la hora de abordar conflictos políticos y sociales.
Más allá de la obviedad de su biculturalidad en tiempos de Donald Trump, tiene una protagonista valiente, positiva y diferente, y una puesta en pantalla de lo más espectacular.
Todo ahí está bien: el texto, el tono, el reparto, las actuaciones. ¡Hasta la música de “Regia” y sus amigos!
A mí me hubiera encantado que las audiencias la ovacionaran, pero no. Cumplió para no enloqueció. Soy el defensor número uno de esta historia original que la casa 11:11 Films (La hermandad) produjo para Azteca 13.
Si usted la observa con detenimiento va a descubrir que tiene un nivel muy superior a la hora de abordar conflictos políticos y sociales.
Más allá de la obviedad de haber convertido a una funcionaria pública en heroína, tiene una protagonista valiente, positiva y diferente, y una puesta en pantalla distinta.
Todo ahí va por otro lado: el texto, el tono, el reparto, las actuaciones. No es el lugar común de Tv Azteca.
A mí me hubiera encantado que las audiencias la ovacionaran, pero no. Le fue mal. Ni siquiera cumplió. Punto. ¿Qué hubiera pasado si La doble vida de Estela Carrillo hubiera sido un “refrito” como Hasta el fin del mundo o Amores verdaderos?
¿Qué hubiera pasado si La fiscal de hierro hubiera sido una narconovela como Rosario Tijeras o La reina del sur?
Ambos melodramas hubieran sido unos cañonazos bárbaros y es que, no nos hagamos tontos, su pecado fue votar por la diferencia, por los valores, por la calidad, atreverse a violar las normas de sus respectivos canales.
Contrariamente a lo que todo el mundo dice, Las Estrellas es tierra fértil para los remakes, para obras como Teresa, Lo que la vida me robó y Pasión y poder.
Tv Azteca, por su parte, es la meca de los temas escabrosos, de conceptos como Rosario Tijeras, Vivir a destiempo y Cielo rojo.
¿Qué tiene de remake La doble vida de Estela Carrillo? ¿Qué tiene de escabrosa La fiscal de hierro? ¡Nada!
¿Pero sabe qué es lo que más duele? Que tanto en el caso de la más reciente propuesta de Las Estrellas como en el de la de Azteca 13, se apostó por una mujer buena, por alguien del lado de la justicia?
¿Qué hubiera sucedido si las protagonistas de estas telenovelas hubieran sido políticas corruptas, asesinas o narcotraficantes?
Ahí sí hubiéramos reaccionado con admiración, ¿verdad?
¿Ahora entiende cuando le digo que no existe nada más sintomático que la decadencia de la telenovela mexicana? Creo que ahí están las claves de otro tipo de decadencia: la nuestra.
No sé usted pero yo estoy convencido de que a este negocio en crisis le iría mejor si en lugar de tratar de inventar el hilo negro cada quien respetara sus etiquetas, regresara a su origen y si usted y yo dejáramos de jugar a la doble moral a la hora de opinar.
Si ya sabemos lo que queremos ver en cada canal, ¿para qué le movemos?
Por favor busque los desenlaces de La doble vida de Estela Carrillo y La fiscal de hierro y nunca deje de reflexionar.
Son telenovelas, sí, pero hablar de ellas hoy es rebelarse y eso vale la pena. ¿A poco no?