El pluralismo religioso
E l mundo está cambiando en todos los sentidos. Y ha costado. Todavía hace unas dos décadas o quizá tres se creía que la religión desaparecería. Pero no ha sido así. La libertad religiosa y sus avances –aunque estos sean ínfimos- se han ido consolidando como el derecho fundamental –el primero de todos- del ser humano. Su primogenitura fue costosísima y la historia de Europa nos da cuenta de ello.
Hace menos de un año, una nota publicada por el periódico El País, titulaba su encabezado: “A la iglesia con turbante”. La nota abordaba el crecimiento que los centros de culto no católico habían tenido en Madrid. En menos de una década, las religiones no católicas habían sobrepasado las 700 parroquias de la región, en más de 200. De acuerdo con los datos del Ministerio de Justicia, en la Comunidad de Madrid se han registrado al menos 400 lugares de culto desde el 2000. Las iglesias evangélicas se han organizado a través de la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España (Ferede), instancia que participa y exige al gobierno español las mismas prerrogativas que por concordato tiene la iglesia Católica en España, tema el que no ha tenido mucho éxito. Pero la Ferede no incluye a los grupos no evangélicos cristianos distintos al catolicismo.
En el tema del pluralismo religioso la coexistencia de las diferentes religiones y creencias estaría garantizado por los límites que el propio derecho determina para la libertad religiosa. España y su nivel de cultura han visto cómo esta convivencia se ha llevado a cabo sin mayores problemas. Eso sucede no sin violaciones al laicismo como doctrina de Estado en España. Al parecer, los conservadores y legisladores españoles poco o nada les interesa este tema.
Y en México tampoco. La “consagración” del estado a “Dios y a la Virgen” –según tituló la nota la revista Procesoes una violación flagrante al Estado laico. El acto público que reclutó a creyentes católicos que salieron organizados de las 120 parroquias de León. El hecho, reprobable desde el punto de vista del derecho y del ejercicio del quehacer público, fue ignorado por las autoridades federales. Como si no existiera, el Estado laico fue ignorado y violentado una vez más.
El Estado laico garantiza justamente esa pluralidad religiosa. Lo hace porque exige o lleva implícita la igualdad jurídica y la no discriminación religiosa. Y también porque garantiza, al mismo tiempo, la libertad religiosa. Además, mantiene en la esfera de lo privado la religión y aunque en su dimensión pública la libertad religiosa regula el culto público a una mera notificación a Gobernación, no por ello otorga prerrogativas a alguna religión en particular… o no debería.
Ante el imparable crecimiento de las iglesias no católicas en el país, el Estado debería fortalecer el marco normativo y establecer protocolos de actuación –al menos- para detectar, atender y resolver los casos de violación al estado laico y discriminación religiosa. En este ejercicio, la obligación no solo es del Estado sino de las sociedades, de los ciudadanos, de los actores sociales. No hacerlo no detendrá el crecimiento pero evitará conflictos sociales perfectamente prevenibles.