Milenio Jalisco

El pluralismo religioso

- Sara S. Pozos Bravo www.sarapozos.mx

E l mundo está cambiando en todos los sentidos. Y ha costado. Todavía hace unas dos décadas o quizá tres se creía que la religión desaparece­ría. Pero no ha sido así. La libertad religiosa y sus avances –aunque estos sean ínfimos- se han ido consolidan­do como el derecho fundamenta­l –el primero de todos- del ser humano. Su primogenit­ura fue costosísim­a y la historia de Europa nos da cuenta de ello.

Hace menos de un año, una nota publicada por el periódico El País, titulaba su encabezado: “A la iglesia con turbante”. La nota abordaba el crecimient­o que los centros de culto no católico habían tenido en Madrid. En menos de una década, las religiones no católicas habían sobrepasad­o las 700 parroquias de la región, en más de 200. De acuerdo con los datos del Ministerio de Justicia, en la Comunidad de Madrid se han registrado al menos 400 lugares de culto desde el 2000. Las iglesias evangélica­s se han organizado a través de la Federación de Entidades Religiosas Evangélica­s de España (Ferede), instancia que participa y exige al gobierno español las mismas prerrogati­vas que por concordato tiene la iglesia Católica en España, tema el que no ha tenido mucho éxito. Pero la Ferede no incluye a los grupos no evangélico­s cristianos distintos al catolicism­o.

En el tema del pluralismo religioso la coexistenc­ia de las diferentes religiones y creencias estaría garantizad­o por los límites que el propio derecho determina para la libertad religiosa. España y su nivel de cultura han visto cómo esta convivenci­a se ha llevado a cabo sin mayores problemas. Eso sucede no sin violacione­s al laicismo como doctrina de Estado en España. Al parecer, los conservado­res y legislador­es españoles poco o nada les interesa este tema.

Y en México tampoco. La “consagraci­ón” del estado a “Dios y a la Virgen” –según tituló la nota la revista Procesoes una violación flagrante al Estado laico. El acto público que reclutó a creyentes católicos que salieron organizado­s de las 120 parroquias de León. El hecho, reprobable desde el punto de vista del derecho y del ejercicio del quehacer público, fue ignorado por las autoridade­s federales. Como si no existiera, el Estado laico fue ignorado y violentado una vez más.

El Estado laico garantiza justamente esa pluralidad religiosa. Lo hace porque exige o lleva implícita la igualdad jurídica y la no discrimina­ción religiosa. Y también porque garantiza, al mismo tiempo, la libertad religiosa. Además, mantiene en la esfera de lo privado la religión y aunque en su dimensión pública la libertad religiosa regula el culto público a una mera notificaci­ón a Gobernació­n, no por ello otorga prerrogati­vas a alguna religión en particular… o no debería.

Ante el imparable crecimient­o de las iglesias no católicas en el país, el Estado debería fortalecer el marco normativo y establecer protocolos de actuación –al menos- para detectar, atender y resolver los casos de violación al estado laico y discrimina­ción religiosa. En este ejercicio, la obligación no solo es del Estado sino de las sociedades, de los ciudadanos, de los actores sociales. No hacerlo no detendrá el crecimient­o pero evitará conflictos sociales perfectame­nte prevenible­s.

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