Milenio Jalisco

H.H. Holmes: el encanto del monstruo

- José Luis Durán King operamundi@gmail.com www.twitter.com/compalobo

Nació el 16 de mayo de 1861 en Gilmanton, Nuevo Hampshire, EU. Su nombre real era Herman Webster Mudgett, que más adelante, por los delitos que ya había cometido en diferentes lugares de la Unión Americana, decidió cambiar. Para 1886, cuando se mudó a Chicago, llegó con las credencial­es de H.H. Holmes.

De acuerdo con las descripcio­nes de la gente que lo conoció, Holmes poseía el encanto de los animales predadores. A unas semanas de llegar a Chicago, los hombres de negocios cayeron rendidos a sus pies y las jóvenes mujeres en su cama.

El periodista John Bartlow Martin, fallecido en 1987, describe a Holmes de la manera siguiente: “Un caballero de la moda, mentiroso tortuoso y hábil manipulado­r de empresas increíblem­ente complejas”.

Esa seducción animal ayudó a Holmes a cumplir cada uno de los sueños con que arribó a Chicago. Por principio de cuentas, para 1889 había levantado el primer Hotel de la Feria Mundial, evento que se realizaría en 1893.

A nadie extrañó que el inmueble fuera un coloso de concreto de 100 habitacion­es. Se desconoce cuánta gente albergaba por semana “El Castillo” de Holmes. Lo que se sabe es que muchas de las personas que entraron al hotel nunca volvieron a salir.

H.H. Holmes es considerad­o el primer asesino serial de Estados Unidos. Aunque también se le debiera considerar como el que colocó los cimientos de la modernidad en este tipo de homicidios.

Holmes aprovechó al máximo la psicología para sus propósitos. Su atractivo y carisma los puso en práctica no solo para cometer una gran cantidad de fraudes con la venta de productos “maravillos­os” para “curar el alcoholism­o” o para convertir “el gas en agua”, sino también para atraer víctimas a su “Castillo”.

Holmes es, asimismo, el primer prototipo de asesino serial urbano que toma ventaja del anonimato de la gran ciudad para atraer mujeres jóvenes que viajaban solas, provenient­es de las entidades rurales de Estados Unidos como Tennessee y Kentucky.

De 1893, año en que construyó su hotel, a 1899, cuando fue detenido, Holmes asesinó sin contratiem­pos, utilizando la arquitectu­ra en forma de laberinto de su inmueble, las cámaras de gas dispuestas en varias habitacion­es, su crematorio y las mesas de disección, las cuales le sirvieron para desollar víctimas, cuyos esqueletos fueron vendidos a escuelas de medicina. El ego de Holmes finalmente le jugó una mala pasada. Fue detenido por una pequeña estafa a una compañía hipotecari­a. Pasó más de un día detenido. Al conversar con un ladrón de tren, Holmes le confesó que no era la primera vez que cometía esa clase de delito. Aprovechan­do esa indiscreci­ón y a causa de que había muchos rumores del “Castillo” de Holmes, la policía acudió al hotel a hacer una revisión, descubrien­do así los secretos oscuros de un monstruo cuyo encanto era capaz de derretir a una mujer en sus propios zapatos. Holmes confesó que había cometido 27 asesinatos, cifra que no correspond­ía con la ropa, huesos, objetos, documentos que los agentes hallaron en el “Castillo del Horror”, propiedad de Holmes. H.H. Holmes fue colgado 7 de mayo de 1896, en las instalacio­nes de la Prisión de Moyamensin­g. Él solicito que fuera enterrado en una tumba sellada con cemento que fuera imposible abrir. Recienteme­nte surgió la tesis de que los restos en la tumba de cemento no son los de Holmes, por eso la petición inusual del asesino. La nueva versión señala que Holmes fue ayudado a escapar y que murió muchos años después en Paraguay. Los nietos de Holmes han sido autorizado­s para exhumar los restos y confirmar a través del ADN que son los del asesino, un sádico homicida que ha sido llamado “un Sweeney Todd, pero sin pasteles”.

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MOISÉS BUTZE
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