¡Sí se pudo!
Esta frase, me parece, resume muy bien lo ocurrido esta semana. Hubo hechos muy positivos, que merecen ser valorados. Sí, ya sé que algunos pensarán que se trata de un ejercicio de periodismo complaciente, pero ¿por qué no reconocer cuando las cosas se hacen bien? ¿Acaso nuestro yo colectivo tiene une “personalidad victimizante” (así reza el diagnóstico en psicopatología) a la que sólo corresponde la eterna queja? ¿Verdad que no? Permítame decirle lo que sí se pudo y debe complacernos.
El equipo del Guadalajara logró coronarse campeón en esta temporada. El domingo pasado, los dioses del futbol decidieron en el Olimpo que el resultado de la batalla futbolística favorecería a las Chivas. Nike, la diosa de la victoria, y Minerva (faltaba más) se vistieron con las galas rojiblancas. Pero, además de que el equipo mostró que, con empeño y buena técnica futbolística, es posible obtener la ansiada copa, la satisfacción proviene de otra fuente.
Es interesante observar que buena parte de la afición del equipo Guadalajara se compone de familias enteras. En los festejos en la Minerva, el domingo pasado, pequeños grupos se componían de la mamá, el papá y los hijos, todos con sus camisetas deportivas. ¿Y qué tiene esto de interesante? Pues, que la presencia de familias en el estadio de futbol aleja la violencia. Nada hay más efectivo para combatir las disputas a golpes en las gradas que la presencia familiar. Esto es un buen signo.
Además, el equipo de casa tiene una afición que reúne a miembros de casi todas las capas sociales. Claro, que con los precios de entrada al estadio Omnilife hay que relativizar esto, pero, sin duda, las camisetas rojiblancas encuentran portadores de distinta procedencia social. Lo cual también contribuye a hacer de esta ciudad un lugar para todos.
La reforma que limita el presupuesto de los partidos fue aprobada. Contra todas los pronósticos, la clase política presente en el Congreso del Estado aprobó una ley que, si bien no es perfecta, significa un paso en la dirección correcta. Además, demuestra que los ciudadanos de alguna forma tenemos la posibilidad de intervenir en la gestación de la voluntad política. Hay que recordar que esta reforma significa un ahorro de cerca de 264 millones de pesos anuales, que se entregaba a los partidos políticos. Hay que guardar en la memoria que los diputados del PRD y del Verde Ecologista votaron en contra.
Creo que el proyecto de ley no hubiera sido aprobado sin el apoyo del Gobernador, Aristóteles Sandoval. Así que el Ejecutivo bien merece una felicitación. Desde luego que el aplauso es para el diputado Kumamoto, quien demostró que está ahí para defender intereses ciudadanos y que realmente nos representa. ¡Bravo Pedro! Y gracias por tu tenacidad.
El Ayuntamiento de Guadalajara está controlando que los restaurantes cumplan la ley que regula la emisión de ruido. ¿No le parece un avance que, después de décadas de administraciones municipales indiferentes a este problema, ahora se haga cumplir la ley? Los ciudadanos que no pueden dormir debido al ruido de esos locales (que en esta ciudad son muchos), indudablemente lo agradecerán. Ahora hay que esperar que la medida se amplíe a fiestas particulares y a la música con alto volumen proveniente de esos hogares cuyos habitantes se empeñan en arruinarle la vida al vecino. Así que bien podemos exclamar: ¡Por fin! En este mismo sentido aparece otra buena noticia.
Zapopan anunció que regulará el ruido en fiestas religiosas. Había un escritor mexicano en el extranjero, que decía que al pensar con nostalgia en el país, siempre le venía a la mente que aquí, a todas horas del día en algún lugar, en algún pueblo, en alguna parroquia, explotan cohetones. Sin duda, estos explosivos son parte de lo que podemos llamar “los ruidos nacionales”. Pero eso no le hace ninguna gracia al ciudadano que a las tres o cuatro de la mañana es despertado por tamaño ruido proveniente de la iglesia más próxima, que celebra a su santo patrono. Es muy positivo para la convivencia social que tanto Zapopan como Guadalajara por fin decidan ponerle un alto al ruido desmesurado. Ojalá que esas bocinas que se colocan fuera de los negocios, y que buscan llamar la atención, formen pronto parte del pasado. Qué bueno que por fin desaparezcan esas avionetas que en nuestro cielo anuncian la llegada de algún circo, así como las enfadosas melodías que provienen de las bocinas de vehículos que promueven la venta de gas. Hay que entender que el ruido que hacemos es una violación al derecho que todo ciudadano tiene a su tranquilidad.