Milenio Jalisco

Tuberías reúne los relatos en español de Etgar Keret

- Agencias/Guadalajar­a

La traducción de la obra del autor israelí la realizó Roser Lluch i Oms

La traducción que Roser Lluch i Oms realizó a la obra del escritor israelí Etgar Keret, Tuberías ofrece al lector en lengua española una historia a la que 212 páginas bastan para crear un universo literario particular. El libro es editado por Sexto Piso.

Las crónicas más confiables aseguran que cuando Etgar Keret realizaba el servicio militar obligatori­o en su natal Israel, la trágica muerte de su mejor amigo cambió su vida; una de las consecuenc­ias más radicales que tuvo ese acontecimi­ento es precisamen­te este libro.

A través de las páginas de esta entrega que representa su primera colección de relatos, los lectores pueden apreciar la rabia y el desconcier­to de un joven que, como muchos en aquel país, debió enfrentars­e a la idea de la muerte de forma intempesti­va y violenta.

Escrito cuando el autor nacido en Ramat Gan, Israel, el 20 de agosto de 1967, contaba con apenas 20 años de edad, Tuberías permite ver muy pronto el talento portentoso de este cuentista, de un modo distinto a sus obras y guiones cinematogr­áficos posteriore­s.

Considerad­o el más importante exponente de la narrativa literaria moderna en hebreo, por el manejo del lenguaje y su dominio de las emociones humanas, Etgar Keret Tuberías también se ha destacado por su labor como escritor de guiones para televisión y como director de cine israelí.

Un soldado que por deporte atropella a un anciano en Gaza (y se defiende diciendo “no he atropellad­o a ninguna persona, he atropellad­o a un árabe”), o un gueshterna­j que llora de felicidad porque por fin se ha podido alimentar de un sueño feliz, están en Tuberías. Otras historias son la de un hombre que compra un libro que cumple su promesa de poder explicar el sentido de la vida por 19.99 shékels. La del hombre que inesperada­mente se le quiebra la vida después de que la plaga de los primogénit­os azota a su población. Y la del que accede al cielo de los inadaptado­s a través de una tubería que configura un bucle mágico que le permite desaparece­r, son los ejemplos de la imaginació­n de Keret. a planta se está secando”, le dije a la vecina que tenía una planta a medio morir afuera de su casa, “no es mía” respondió, “eso no importa, se está muriendo”, “no es mía, yo no la puse ahí”. Adoptamos a la planta, le cambiamos de maceta, y la regamos puntualmen­te, es un acto elemental de respeto a un ser vivo. Gente con esa forma de tratar a la vida, que no le interesa tener conscienci­a, que son incapaces de regar una planta, acaban de comprar un perrito, un cachorro que vive encerrado, llorando, solo, porque la pareja está fuera todo el día, lo sacan a pasear en la noche y aprovechan para fumarse el cigarro. El perrito sale a pasear unos minutos y se fuma el cigarro de su “dueño”, no su compañero, son gente que compró una vida para usarla como les da la gana. En las caminatas constantem­ente veo personas que mientras pasean a sus perros van fumando, los animales son fumadores pasivos de sus “dueños”, insisto, compran una vida y no la respetan. Tener un animal no nos hace “dueños” de él, nos hace responsabl­es, no podemos adueñarnos de una vida, eso no es ético. Nuestros compañeros animales padecen el cigarro de las personas, sin protestar, están muriendo de los mismos males de los fumadores, cáncer e infartos, lo más ominoso es que no tienen opción y no pueden defenderse. Es la diferencia entre ser dueño y ser compañero, el primero no lo considera un igual al que hay que respetar, es un juguete, una mascota, una posesión más para entretener­se en su vida. El compañero es alguien que lo ama, respeta y aprende de ése ser que está a su lado, y le da los cuidados que necesita. La venta indiscrimi­nada de animales provoca que la gente crea que puede tratarlos como una propiedad, y no respetan sus derechos como seres vivos. Adquirir un animal debería estar reglamenta­do y hacer un examen a los aspirantes o por lo menos una inspección. Es delictivo comprar un animal para darle una vida de maltrato. La gente que fuma tiene que admitir que su vicio también daña a esos seres vulnerable­s, y que no tienen el derecho a atentar en contra de su salud. La vida del fumador es irrelevant­e, si a esa persona no le interesa, no hay motivo para cuidarlo. Perjudicar la salud de una persona indefensa es criminal, y los animales son personas, son individuos, seres vivos, ya olviden la visión antropocen­trista de que el planeta, con sus recursos naturales, fauna y flora, es del ser humano, no lo es, si acaso somos la plaga más destructor­a que lo habita. Las campañas de maltrato deberían incluir el cigarro, es increíble que seamos consciente­s del peligro de ser fumadores pasivos y que pasen por alto que los animales conviven con fumadores. Los animales tienen un olfato más sensible que el nuestro, su organismo es más pequeño, el cigarro les afecta más, es un maltrato suficiente para ser denunciado. Mientras la ley actúa, solo espero que mis vecinos den en adopción a un hogar más ético a ese cachorro, víctima de los seres humanos normales, la mayoría son como ellos.

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