Calidad de vida y desarrollo humano
Guadalajara pretende llegar a su quinto centenario (en 2042) con la mira puesta en un objetivo realmente ambicioso: convertirse para entonces en la ciudad de Latinoamérica con la más alta calidad de vida. Pero, surge la interrogante de si estamos con los pies en la tierra para tal propósito y, sobre todo, si estamos poniendo todo de nuestra parte para ello. Del “cuarto centenario” solamente queda el mercado que todavía lleva su nombre y aún se recuerda la celebración de los 450 años de la ciudad durante la administración de Gabriel Covarrubias Ibarra. Cualquiera se sorprende lo que ha pasado a la ciudad en estos tres cuartos de centuria.
Sin embargo, lo importante es, en efecto, no sólo llegar a esa longevidad citadina sino cómo va a estar la metrópoli para entonces. La intención es, por principio de cuentas, lograr una auténtica planeación a través del llamado Programa de Desarrollo Metropolitano, cuestión que ha sido muy tomada en serio y en la que hay sintonía entre el titular del IMEPLAN, Ricardo Gutiérrez Padilla y el presidente municipal tapatío, Enrique Alfaro Ramírez. Y es que, sin una coordinación y un plan maestro, conseguir la superación real no dejará de ser otro cúmulo de buenas intenciones.
Veamos cuál es nuestra realidad a partir de un parámetro pocas veces atendido pero que se ha basado en principios altamente técnicos de investigación, el denominado Indice de Desarrollo Humano (IDH) realizado nada menos que por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Las cifras que nos aporta este organismo de la ONU contrastan frecuentemente con la visión local, y especialmente la política que quiere hacer ver mejor al país y al estado del lugar en que realmente se encuentran.
Hemos oído hablar mucho de los avances económicos del país, incluso con la mención frecuente de que estamos entre las doce principales economías del orbe. Y esto es verdad, sólo que la calidad de vida de sus habitantes, incluyendo factores como salud, educación, expectativa de vida y otros, no corresponden para nada a los indicadores del PIB nacional, etc. Simplemente México puede estar muy fuerte pero su IDH anda entre los lugares 74 y 77 entre las demás naciones, posición muy inferior a la de Chile o Argentina (mucho mejor ubicados), pero incluso por debajo de Bahamas, Trinidad y Tobago, Panamá y hace poco hasta Venezuela. Nada comparable al IDH de los que encabezan la lista, como Noruega, Australia, Suiza, Alemania o Dinamarca.
Además, con todo y su enorme potencial de desarrollo económico, México sigue teniendo índices de pobreza generalizada casi en la mitad de su población, y de pobreza extrema en uno de cada diez mexicanos, si bien crece la expectativa de vida a 75 años, mientras que la tercera parte de los hogares son ahora encabezados por mujeres. Así andamos realmente.
Pero Naciones Unidas lleva su análisis en México a nivel de entidades federativas y hasta comparativos de sus municipios. Y es aquí donde preocupan o deben preocupar las cosas. Jalisco no está ni siquiera entre los diez estados con más alto IDH. Lo superan, en primer lugar, la Ciudad de México y, luego, Nuevo León, Sonora, las Baja Californias, Coahuila (sí, Coahuila), Colima, Querétaro, Aguascalientes y Quintana Roo. Y en municipios, hay que recordar que a Guadalajara -sin la zona conurbada- la superan ya en población Iztapalapa, Ecatepec, Tijuana y Puebla.
Y aquí viene lo importante. Según este análisis del organismo internacional -que no siempre coincide ni con los datos del INEGI-, para que Guadalajara llegue al nivel de desarrollo humano de la Ciudad de México la fecha real se ubica poco antes de la mitad de este siglo. Es decir, la calidad de vida anhelada para el quinto centenario tal vez no llegue a alcanzar la de la capital del país y seguramente menos que la de otras ciudades del continente.
De ahí que, definitivamente, las acciones emprendidas como el de la llamada “Ruta 2042” o la “Guadalajara 500” -Que planea la asociación ciudadana Guadalajara 2020- sean de una importancia superlativa. Lo que no puede suceder es que se den más retrocesos, que las entidades públicas, desde el gobierno del estado a los municipios (y hay que recordar el persistente abandono de zonas de por sí depauperadas como el norte de Jalisco), han de trabajar en conjunto para que las metas previstas no sean un tema más de simple buena voluntad o de futuras campañas políticas.
Parece más que contundente pensar en que el futuro de Jalisco y el de su ciudad capital está ahora más que nunca en manos de la propia sociedad y que le corresponde a la autoridad coordinar y coordinarse. Construir a base de verdaderos consensos, en los que no se privilegien otros intereses como los económicos o los políticos, la operación eficaz de la Junta de Coordinación Metropolitana, además de una planeación técnica y profesional, son la base de una tarea que nos compete a todos, Si a todos: que Guadalajara llegue a sus cinco siglos bajo el signo de un auténtico desarrollo humano de sus habitantes.