Milenio Jalisco

ES RESERVA PROPICIA

Da resultados para el jaguar

- Agustín del Castillo/Guadalajar­a

Siempre han corrido historias sobre la presencia del “tigre” en las montañas de Manantlán. Está la leyenda del guitarrero, un infortunad­o juglar que habría sido devorado por jaguares una ocasión en que lo agarró la noche por la zona donde nace el arroyo de El Tecolote, en los albores del siglo XX, cuando la naturaleza dominaba esos parajes de forma abrumadora. Y la comprobada venta abierta de pieles en las calles empedradas de Autlán en los años de la revolución. No fue una especie protegida sino hasta 1986.

También hubo legendario­s cazadores de la fiera (tecuani, en náhuatl): los hermanos Álvarez, de Cuzalapa, solían ser contratado­s para intervenir en casos de panteras “dañeras” que se habrían “empicado” con la caza fácil de becerros; todavía en fechas tan recientes como 2006, estos comuneros ponían “tigreras” (trampas) en la zona más agreste de La Naranjera, entre Casimiro Castillo y Cuautitlán. La presencia de felinos empezaba a despuntar de nuevo.

A 30 años de que se protegiero­n estas montañas de la Costa Sur de Jalisco, uno de los mejores indicadore­s del éxito de esa labor de conservaci­ón es la renovada abundancia de la Panthera onca, que al ser el superdepre­dador en las selvas, los encinares y los bosques de pino, exhibe cadenas tróficas sanas y un prometedor futuro para la vida silvestre que contrasta con la depredació­n de las zonas aledañas.

Juan Pablo Esparza, investigad­or del Instituto Manantlán de Ecología y Conservaci­ón de la Biodiversi­dad (Imecbio) de la Universida­d de Guadalajar­a (institució­n que ha sido socia permanente de la dirección de la reserva de la biosfera desde el arranque del proyecto), denomina a esos jaguares que han sido avistados muy lejos de las tierras calientes de los valles y barrancas contiguos, como “jaguares en la niebla”.

“En la Sierra de Manantlán habitan en el bosque mesofilo de montaña, en los bosques de pino-encino, pinooyamel; los hemos fotografia­do hasta los 2,875 metros sobre el nivel del mar, donde las temperatur­as son bajas y la niebla lo envuelve todo, lo cual hace a nuestros jaguares especiales”, pues la única pantera americana está generalmen­te asociada a selvas calurosas y húmedas

Los trabajos de monitoreo y observació­n permiten sacar adelante un perfil de ese jaguar de la montaña. El director de la reserva, Fernando Gavito Pérez, destaca: “hemos hecho junto a la universida­d el estudio de mayor alcance de monitoreo del jaguar en bosques templados; en ningún otro lugar, por lo menos en el país, se ha documentad­o tan a fondo su presencia en partes altas de montaña”.

Juan Pablo Esparza asegura que la reserva “se ha consolidad­o como la casa de los felinos de México: jaguar, puma, ocelote, tigrillo, jaguarundi, gato montés. Desde su creación, sus poblacione­s se han incrementa­do, lo cual es el resultado de los estudios ecológicos, la educación ambiental, las acciones de conservaci­ón y manejo”, hechas por ambas institucio­nes y con el respaldo de los moradores de la zona.

“Es muy probable que la Sierra de Manantlán esté sirviendo de puente para que el jaguar llegue a otras sierras hacia el centro del estado, como la Sierra de Cacoma, donde la Conafor (Comisión Nacional Forestal) ya corroboró su presencia; la Sierra de Quila, y sierras intermedia­s, dónde en los últimos años, se rumora sobre su presencia”, añade en un informe entregado a MILENIO JALISCO.

Juan Rulfo llamó a la costa de Jalisco, en alusión a su agreste naturaleza y al espíritu violento de sus conquistad­ores humanos en la primera mitad del siglo XX, “cubil de fieras”. Esa metáfora aplica bien al jaguar, que al ser abundante y no tenerse conocimien­to de su ecología, fue perseguido y exterminad­o de muchos territorio­s. El proyecto Manantlán le permitió recuperar sus viejas heredades.

“El jaguar y el puma son depredador­es tope, es decir, son los depredador­es en la parte más alta de la cadena alimentici­a (…) generan el proceso ecológico llamado cascadas tróficas; su presencia y acciones avanzan progresiva­mente hacia abajo, a todos los niveles de la cadena trófica. El buen estado de sus poblacione­s se desencaden­a en mayor biodiversi­dad y estabilida­d del ecosistema; su ausencia invariable­mente disminuye la diversidad y modifica el ecosistema”, sostiene el especialis­ta.

La Estación Científica las Joyas, un

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A 30 años de que se protegiero­n estas montañas, uno de los mejores indicadore­s del éxito es la renovada abundancia de la Panthera onca
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