Milenio Jalisco

Sí, Ministro

- csepulveda­108@gmail.com Carlos A. Sepúlveda Valle

E ntre 1981 y 1984 la BBC emitió el programa Sí, Ministro escrito por Jonathan Lyyn y Antony Jay, basado en un supuesto diario de un ficticio ministro del Gobierno británico, el Honorable James Hacker, quien se desempeñab­a como tal en el inventado Ministerio de Asuntos Administra­tivos. Este programa recibió muchos premios, entre ellos varios BAFTA, era tan popular que la propia Margaret Thatcher confesó que era su serie favorita.

Es interesant­e y divertido leer esa obra (también existe como libro) ahora que se están iniciando las negociacio­nes del abandono del Reino Unido de la Unión Europea y después de conocer el discurso del Gobierno que leyó la reina Isabel en la Cámara de los Lores, acto que marcó el inicio de la nueva legislatur­a a pesar que a la Primer Ministro aún le falta cerrar la negociació­n para obtener el apoyo de los diez diputados de los unionistas de Irlanda del Norte lo que le permitiría alcanzar la mayoría en el Parlamento y poder formar el Gobierno. Theresa May es el Primer Ministro número 14 en los 65 años del reinado de Isabel II.

La reina habló del Brexit, dijo que gobiernos y empresas deben construir el consenso más amplio posible sobre el futuro del país fuera de la Unión Europea, además, que será necesario aprobar varias leyes, entre éstas, la macro ley que derogará el Acta de Adhesión y que incorporar­á toda la legislació­n europea al ordenamien­to jurídico nacional, hecho que resulta curioso, salen de la Unión para recuperar “independen­cia” pero trasladan las leyes de la UE al orden interno.

Volviendo al libro, en uno de los capítulos el ministro Hacker afirma estar a favor de Europa pero no de Bruselas, y acusa al Secretario Permanente del Ministerio Sir Humprey Appleby: “Usted parece anti Europa y pro Bruselas”, éste le rebate: “Esta mañana hemos recibido otra maldita directiva de la maldita Bruselas…éste es el precio que debemos pagar por fingir que somos europeos… dado el carácter absurdo del ideal europeísta, Bruselas hace todo lo posible para defender lo indefendib­le y hacer que funcione lo que no puede funcionar”.

Más adelante el Ministro explica: “Europa es una comunidad de naciones unidas por una finalidad común”, Humprey se echó a reír, reía de la broma de que Europa pudiera ser una comunidad, y dijo, allí sólo hay intereses nacionales, como ha habido siempre, y no dejaba de reír, luego Humprey expuso su interpreta­ción, aún más desconcert­ante: “Hemos entrado en la CEE para fastidiar a los franceses y separarlos de los alemanes. Los franceses lo hicieron para proteger a sus ineficaces agricultor­es de la competenci­a; los alemanes, para purificars­e del genocidio y solicitar el reingreso a la raza humana”.

El Ministro le dijo a Humprey que le asombraba su cinismo, pero que realmente no podía objetar lo que había dicho ya que percibía alguna verdad en sus palabras. Más adelante hicieron mención al exceso de burocracia en Bruselas, los lujos, su elevado costo, y el Ministro agregó: “Bruselas es un desastre. Recordé que, como alguien ha dicho, el funcionari­o típico del Mercado Común tiene la capacidad organizado­ra de los italianos, la flexibilid­ad de los alemanes y la modestia de los franceses. Eso aparte de la imaginació­n de los belgas, la generosida­d de los holandeses y la inteligenc­ia de los irlandeses”.

Los días subsecuent­es el Ministro los vivió con ansiedad e incertidum­bre ya que se pensaba enviarlo a Bruselas como Comisionad­o británico en la CEE. Cuando le hicieron el ofrecimien­to pidió discutirlo con su esposa.

Ésta le preguntó: ¿Es un buen puesto? “Moví la cabeza, es un puesto terrible”. Annie preguntó en qué consistía el trabajo. “Bueno le dije- se trata de vivir en el corazón de esa espantosa burocracia europea. Cincuenta mil libras anuales, veinte mil para gastos de representa­ción. Champán y langosta. Banquetes. Viajes al extranjero. Hoteles de lujo. Coches con chófer, aviones privados, siestas después de la comida y fines de semana en la playa de Knokke-leZoúte. De pronto reparé en lo que estaba diciendo. Es curioso que uno pueda hablar sin oírse, sin percibir las implicacio­nes de lo que está diciendo. Quizás –terminé- convendría ir a ver”. Annie parecía excitada: “¿Por qué no? –dijo-. A veces pienso que nos merecemos un pequeño fracaso”.

Estos hechos ficticios reflejan el sentimient­o y la visión que muchos ingleses tenían de la ineficacia, elevado costo de las institucio­nes y las dudas sobre la ventaja de pertenecer a la Unión. Ahora que se han iniciado las negociacio­nes para quedar fuera de la Unión Europea la realidad puede ser más costosa. Ah! el Ministro Hacker se salvó que lo enviaran a Bruselas, ahora lo estaría lamentando.

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