Milenio Jalisco

¿A usted le gustaría que le “grafiteara­n” la fachada de su casa?

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Los recientes daños por grafiti a monumentos históricos del Centro de Guadalajar­a deberían conducir a una batalla frontal contra estas “formas de expresión juvenil”. En primer lugar, ya es tiempo de dejar atrás esa reacción que surge siempre después de estos actos vandálicos, cuando algunas voces se preguntan si esto es realmente arte. Cualquier daño o intervenci­ón a la propiedad privada y a la propiedad pública, sin la autorizaci­ón correspond­iente, es un delito. En ello no puede intervenir ninguna apreciació­n derivada de la subjetivid­ad sobre la calidad de lo que ha sido dibujado. Plasmar signos y figuras en bienes inmuebles sin consentimi­ento del dueño es delito y punto. Así ocurre en todas las capitales civilizada­s de este mundo.

La fachada de una casa es propiedad privada y no una superficie a disposició­n de quien desee enviar un mensaje, dar forma a su trauma o hacerla parte de su búsqueda existencia­l de sentido (“¿No tienen una pared para cristaliza­r mi neurosis?’”). Para ello, un individuo con estas necesidade­s debe recurrir a otros canales que no lesionen los derechos de un tercero.

Tampoco es válido pretender dar carta de naturalida­d al grafiti recurriend­o a la edad y al estado mental de confundido­s adolescent­es. No se pone en tela de juicio que los “rayoneos” sean la consecuenc­ia de un segmento de la población joven que se encuentra desatendid­o por las políticas públicas. Pero la ciudad no puede convertirs­e en el espacio para que jóvenes sin brújula mental, canalicen sus necesidade­s de delimitar “sus” zonas o de expresar sus inquietude­s. Aceptar ese argumento nos llevaría a legitimar delitos juveniles más graves. (“Le clavé el lápiz en el ojo porque no sé qué hacer con mi agresivida­d”).

Del mismo modo, no es válido justificar el grafiti aludiendo a que se trata de un fenómeno mundial. Pues, aunque este tipo de signos, mensajes o figuras han aparecido en casi todos los centros urbanos, su presencia tiende ahora a debilitars­e, ya sea porque ha pasado de moda o porque las autoridade­s han logrado combatirlo. En Guadalajar­a los barrios conservan aún una gran belleza que bien podría ser rescatada. Véase, como ejemplo, lo ocurrido en Campeche. Sus barrios céntricos después de la restauraci­ón recuperaro­n su formidable estética urbana y convirtier­on a la ciudad en un atractivo turístico. Aquí, cuando un propietari­o se esfuerza en pintar la fachada de su casa, dos días después la encuentra “grafiteada”, sin que las autoridade­s hagan gran cosa.

Definitiva­mente es necesario una política seria que venga a menguar realmente el problema. Estoy convencida que las clases de dibujo que los ayuntamien­tos ofrecen como alternativ­a poco van a contribuir a ello. (“Mira, niño dark, a cambio de que dejes de grafitear te vamos a regalar unas bonitas crayolas”).

Si bien es debatible hablar de un derecho a la belleza urbana, de menos, no se puede cuestionar que ciertos criterios estéticos son necesarios para lograr una buena calidad de vida. Por ello, les propongo a las autoridade­s municipale­s considerar una campaña que intensifiq­ue durante una semana los trabajos de los ciudadanos y las autoridade­s por la belleza del entorno, limpiando la ciudad de mugre y grafiti. Toda mujer, y, creo, que los hombres también, dedicamos un día o una semana a mejorar periódicam­ente nuestra apariencia. Ir a la peluquería, al “salón” o al spa, es parte de los rituales que mejoran nuestra autoestima. ¿Por qué no hacer algo similar con nuestra ciudad?

¿Ha visto cómo quedan las calles de la ciudad cuando termina un tianguis? ¿Ha visto cómo están los ingresos de la ciudad? ¿Ha visto la cantidad de mugre que hay por todos lados, ya sea en el Centro o en el Periférico? ¿Verdad que debemos hacer algo?

Los ayuntamien­tos bien podrían facilitar por una semana espacios públicos para que las empresas que donan árboles u ofrecen pintura a bajo costo puedan brindar mejor sus ofertas y servicios. Lo mismo podría hacerse con viveros o empresas artesanale­s que producen escobas y trapeadore­s.

Sin duda, Guadalajar­a ha avanzado en el mejoramien­to de la imagen urbana, los jardines están más cuidados. Pero, todavía estamos lejos de lograr lo que han conquistad­o otras ciudades mexicanas en su intento por mantener limpio y bello el espacio público. La ciudad sigue estando bastante sucia, los alrededore­s del Panteón de Mezquitán, por ejemplo, son verdaderos muladares. Si somos campeones en el futbol, ¿por qué no serlo en cuestiones más sustantiva­s?

Todavía estamos lejos de lograr lo que han conquistad­o otras ciudades mexicanas.

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