Más sobre espionaje
El amigo de un amigo de un amigo mío, sospechaba que su esposa le era infiel, para constatarlo contactó a uno de esos “investigadores privados” que se anuncian el los clasificados de los periódicos. Después de algunas negociaciones llegaron a un acuerdo. El investigador se haría cargo de espiar a la presunta esposa infiel. Para tal efecto le solicitó al supuesto cornudo los generales de la dama, incluida una fotografía reciente.
Armado de su sofisticado equipo: una cámara análoga de 35 milímetros, una libreta y una motoneta; el investigador emprendió el espionaje asignado.
Su trabajo consistía en fletarse desde temprana hora en una ubicación discreta cerca de la casa de la pareja para espiar todos los movimientos de la señora: a qué horas salía, a dónde iba, cuánto se tardaba, con quiénes trataba y a qué horas regresaba a su dulce hogar.
Transcurrieron los días sin evidencia que la inculpara. Una mañana ella modificó su rutina. En esa ocasión, al salir de su casa se notaba alterada. A bordo de su coche llegó a las inmediaciones de un motel. Se estacionó a media cuadra de distancia. Transcurrieron un par de horas. Ella no se movía del lugar. Atisbaba la entrada del motel con binoculares. A su vez, el investigador observaba la escena a la distancia, no entendía que sucedía. De repente, vio salir del motel el coche de su “patrón”. En menos que canta un gallo, la presunta infiel se paró frente al coche que conducía su marido. Él estaba acompañado de una mujer. Ahí mismo se armó la trifulca. La acompañante salió del coche corriendo. En su acelerada fuga perdió un zapato, no se detuvo a recogerlo. En esa vertiginosa carrera se cayó un par de veces, una de ellas en un charco, había llovido.
Debido a la algarabía llegó una patrulla. Se llevaron a ambos a la comisaría. Ahí ella declaró que había contratado a un “investigador privado” para que espiara a su marido porque sospechaba que le era infiel. Su investigador la llamó esa mañana a su celular para informarle que su marido estaba acompañado de una dama es ese motel. Gracias al espionaje, ella se enteró de la infidelidad de su esposo. Lo pescó en flagrancia.
En virtud del zafarrancho, el ministerio público los amonestó. Al motel lo clausuraron un par de semanas.
El investigador del marido quedó estupefacto. El de la esposa cumplió su cometido.
Espiar funciona.