Zapotillo, más duele lo humano
De todos los aspectos que involucra la obra de la presa de El Zapotillo, sin duda el humano es el que más duele. Después de tantos años, los moradores de Temacapulín y otros 2 poblados que han hecho lo posible y lo imposible por salvar a sus comunidades, ven ahora el riesgo inminente de su desaparición. Ya no hay duda de que así será. El Gobierno de Jalisco parece por fin bastante claro ya en su determinación y, por ahora, las presiones políticas subsistentes en contra, apuntan más a aprovechar el desgaste que esto implicará a la autoridad priísta que a una forma realista de enfrentar una decisión y rebatirla adecuadamente. Aunque precursor del proyecto, Emilio González Márquez lanzó paradójicamente en 2008 la primera promesa para “salvar” Temacapulín, Acasico y Palmarejo, ofrecimiento que Jorge Aristóteles Sandoval refrendaría en su campaña y como parte ya de sus primeras estrategias de gobernante. Sin embargo, hay que reconocer que, valientemente, el asunto no se queda para la “siguiente administración”, como suelen hacer las autoridades de todos los niveles simplemente para eludir responsabilidades y posibles culpas. Para el Gobernador no debió haber sido fácil aceptar que falló en sus promesas y que, a fin de cuentas, prevalece el criterio técnico que fatalmente determina intercambiar la solución -básica, claro- al suministro de agua a la zona metropolitana para otras dos o tres décadas y dotación colateral, pero importante a la ciudad de León, a cambio de la inundación de tres asentamientos con apenas algunos cientos de habitantes. No hay duda de que el asunto está justificado en el pragmatismo que representa la gestión integral del agua como un derecho que beneficia a una gran, gran mayoría. Sin embargo, esto no quita las razones por las que los que serán desplazados han sufrido esta angustia año con año, discurso tras discurso, promesa tras promesa. Todo indica que esta vez la dos veces centenaria Virgen de los Remedios que se venera en “Temaca”, no podrá salvar a su pueblo de esta catástrofe humana, las premoniciones del Niño de Flamacordis parece que se saldrán con la suya. Entonces, ¿para qué tantas vueltas y revueltas? Los de León, distantes lógicamente del problema y solamente en espera del agua para sus industrias y nuevas conurbaciones, han dicho que lo único que se ha acumulado son los riesgos y costos de la obra. De hecho, ellos ya han invertido más de 200 millones para el acueducto correspondiente. Pero los habitantes de esos tres pequeños poblados también pagarán los platos rotos ocasionados por varios sexenios en los que no se ha hecho nada o casi nada para resolver el complejo abasto a la zona de la capital jalisciense. Guillermo Cosío Vidaurri lo intentó, con el propósito de alentar su programa para salvar a Chapala, pero su megaproyecto Calderón-La Zurda quedó inconcluso y sigue así ¿lo pueden creer? De ahí en más, luego de quedar en el olvido tal acción, fue Francisco Ramírez Acuña en retomar el asunto, con Enrique Dau al frente de la comisión correspondiente, con la construcción de la presa de Arcediano, proyecto que también sucumbió, sobre todo a presiones de ambientalistas y grupos políticos que siguen sacando raja de estas situaciones. Los moradores afectados igualmente cubrirán el costo del pavoroso desperdicio de agua de los tapatíos. El consumo por habitante en esta metrópoli es aproximadamente del doble que en Londres, Barcelona, Berlín o Estocolmo. Y, naturalmente, tienen razones contundentes y fundamentadas los que hablan del problema de las gigantescas “fugas” por las añejas tuberías citadinas, del desaprovechamiento de las aguas pluviales, de la falta de uso adecuado de los pozos y manantiales. Todo esto nos lleva a la conclusión de que ¿qué culpa tienen los habitantes de Temaca, Acasico y Palmarejo de tanto derroche, de tanta irresponsabilidad de gobernantes y gobernados, de tanta ineficacia y fracaso en los programas de abastecimiento del agua a la ciudad capital? Sin embargo hay que ser muy claros, ni corrigiendo ahora la totalidad de esas fugas y recolectando el agua de lluvia de nuestros temporales, podemos garantizar el suministro de agua para los casi 5 millones de habitantes de la ZMG. Para el gobernador Sandoval, el estudio que mando hacer a la Oficina de Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS), realizado a un costo “muy preferencial” de 90 millones de pesos, sin duda le quita el peso de una decisión tan grave ¿Es ese el precio que debemos pagar por la desconfianza que nosotros mismos hemos generado? Con esa tendencia tan especial de nuestros políticos a recurrir a consultores extranjeros -por aquello de la “imparcialidad” se dirá este vez- y pagarles fuertes sumas por cosas de las que no saben tanto como los locales, queda en esta ocasión sellada la suerte de tres modestas comunidades. Empero, no quita reconocer que mejor así, de una buena vez, asumiendo el costo político, a proseguir el agobiante camino hacia una muy cuestionable salvación tras el desahucio anunciado. Y es que no hay más tiempo para seguir invirtiendo, a pesar de que nadie duda de que esto también adquirirá los matices políticos correspondientes. Lo social, pero sobre todo lo humano es lo que duele. Mucho se le deberá a estos habitantes que inevitablemente verán desaparecer su terruño. Ojalá y el gobierno y todos los que serán beneficiarios, aquí o en Guanajuato, sepan cómo pagarles.
POSDATA: aprovecho para felicitar a los ingenieros en su día.