Milenio Jalisco

El hombre que vio demasiado

- Annemarie Meier annemariem­eier@hotmail.com

U na mano de hombre recorta con pequeñas tijeras fotos de un diario, las acomoda y pega en un álbum. Son las manos de Enrique Metinides, retirado de su profesión de fotoperiod­ista, quien a lo largo de su vida llenó unos 700 álbumes con recortes de fotos clasificad­as por temas como “coches”, “aviones”, “incendios” etc. La primera escena del documental muestra cómo Enrique sigue recortando del periódico lo que fue su profesión durante más de cuarenta años: Retratar escenas de accidentes, crímenes, incendios y eventos naturales para revistas y periódicos mexicanos como La Prensa. La también fotógrafa y documental­ista británica Trisha Ziff afincada en México, encontró en Enrique Metinides y sus fotos “de nota roja” un protagonis­ta y tema para un documental que atrapa e impacta al espectador por buscar y profundiza­r en la esencia del fotógrafo como ser humano, profesiona­l del fotoperiod­ismo con calidad artística y coleccioni­sta de instantes, imágenes y objetos que llenan la vida de significad­o.

El documental observa al hombre hablar de su niñez y juventud como aficionado a captar la realidad que lo rodeaba. Metidines narra que su nacimiento y vida en México son el resultado de sucesos históricos ya que sus padres griegos vinieron a México de luna de miel y se quedaron porque en Europa estalló la Segunda Guerra Mundial. Reconocemo­s en Enrique la herencia griega por la costumbre de salir a trabajar con los zapatos perfectame­nte boleados, traje y corbata. “Hasta subí al Popo para sacar fotos de un accidente con traje y zapatos de vestir”, comenta el hombre metódico, obsesivo e incansable al que la experienci­a de retratar miles de coches y aviones accidentad­os, miles de muertos y lesionados, casas incendiada­s y derrumbada­s no han logrado amargar ni volver cínico. El retrato sensible y respetuoso que creó Trisha Ziff del hombre no juzga el fotoperiod­ismo sangriento ni a la persona que lo ejerce. Observa la rutina diaria de los profesiona­les de la imagen “que vende” y muestra Enrique Metinides como hombre atormentad­o pero reflexivo, un coleccioni­sta incansable de instantes crudos, imágenes aterradora­s y dolor. Un hombre que parece haberse atrinchera­do entre miles de objetos colecciona­dos –cámaras, cochecitos de bomberos, ranas etc.- que le sirven quizás como protección y defensa contra los horrores que ha visto.

Lo que el espectador percibe a través de las experienci­as y fotos de Enrique Metinides es la fragilidad del cuerpo y de la condición humana y el constante peligro en el que vivimos. Por otro lado, la película, también nos lleva a reconocer el ojo y la obsesión del buen fotógrafo de buscar imágenes estéticas que cargan significad­o. Ahí está la foto del incendio de una pipa de gas alrededor de la cual observamos los rostros estupefact­os de cientos de mirones. El accidente como espectácul­o atrapa a través del horror y la grandeza del momento que convierte a los mirones frente a la cámara en sujetos y testigos históricos.

Para abonar al tema del mirar y la calidad estética de las fotos del periodista, artistas de varias disciplina­s comentan acerca de la importanci­a y calidad artística de las imágenes de Enrique: También reflexiona­n sobre las diferencia­s sociales y culturales que marcan y norman la representa­ción de la violencia. A través de un montaje ágil los comentario­s se entrelazan con las narracione­s del protagonis­ta e imágenes de galerías que han expuesto las fotos de Enrique. En una escena impresiona­nte grabada con cámara escondida en una galería en Nueva York, observamos las expresione­s de asombro y angustia en los rostros de los visitantes frente a una imagen captada por la cámara de Enrique. No vemos lo que los retratados ven pero sabemos que concentra el horror y dolor vivido por un ser humano.

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CORTESÍA
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