Adquirió Starbucks y se hizo millonario: Howard Schultz
El empresario perfeccionó la idea original que dio vida a la cafetería y la convirtió en un consorcio prominente
En 1851 el famoso escritor Herman Melville publicó un clásico de la literatura universal: Moby Dick. En esta novela el estadunidense narra las peripecias por las que atraviesa el capitán Ahab en su incesante venganza contra una gigantesca ballena cuyo nombre precisamente es el que da título al libro. En aquella época nadie imaginó que más de un siglo después un personaje de esa obra —Starbuck, primer oficial del barco ballenero Pequod— serviría para fundar una de las empresas más grandes y reconocidas que hay actualmente, Starbucks.
El rostro que hoy relacionamos con esta cadena mundial de cafeterías es el del multimillonario Howard Schultz; sin embargo, él no fue el fundador, pero sí el encargado de hacer despegar la marca.
Para conocer el camino que ha recorrido el ahora dueño, presidente y consejero delegado de Starbucks Coffee Company hay que remontarse al año 1971, cuando tres estudiantes de la Universidad de San Francisco idearon un plan para abrir una empresa especializada en vender granos tostados de café en el famoso mercado Pike Place, de Seattle, en Estados Unidos.
Sin duda, la gran decisión de este trío de emprendedores fue el nombre de la firma, pero para hacer crecer a una empresa se necesita mucho más, y durante los primeros 10 años de operación permaneció estancada.
Fue hasta principios de la década de los 80 cuando al equipo se unió un desconocido llamado Howard Schultz, el elegido para ocupar el puesto de director de marketing, posición desde la que se dio cuenta que la compañía necesitaba una transformación total, aunque no estaba seguro de qué era exactamente lo que se necesitaba para llegar a más personas. El mismo Schultz cuenta que la idea de cómo transformar Starbucks le llegó en un viaje que realizó unos años después de entrar a la empresa a Milán, Italia. En esa ciudad descubrió el famoso café expresso, pero no solo eso, también se percató de toda la historia cultural que envolvía el gusto por el café de los habitantes del viejo continente, lo que no sucedía en el continente americano, así que para empezar decidió implementarlo en Estados Unidos. “Mi conclusión fue que no solamente serviríamos cafés, sino que crearíamos un ambiente en el que la intimidad de la relación con el espacio y la experiencia del café pudiera cobrar vida”, afirma Schultz en su autobiografía. Al regreso de sus vacaciones se reunió con sus superiores para comentarles la idea que haría grande a Starbucks, pero para su sorpresa no fue bien recibida. Lejos de abandonar sus planes, se convenció de que la única opción era tener el control total de la empresa, así que hizo gala de sus dotes de vendedor y se acercó a varios inversionistas, quienes aportaron el capital suficiente para que en 1987 adquiriera la firma. Su idea fue tan buena que inmediatamente tuvo éxito. Su cafetería se convirtió en la más popular de la zona y pronto se expandió a varias ciudades de Estados Unidos, para luego conquistar el mundo entero. A la fecha, Starbucks tiene más de 24 mil locales distribuidos en más de medio centenar de países. La clave para que Starbucks se convirtiera en un imperio estuvo en que Schultz no solo introdujo el café expresso, sino también los famosos capuchinos, mocas y lattes, pero sobre todo la visión de hacer sentir a los clientes como en su hogar, lo que consiguió gracias al diseño de las sucursales, los colores utilizados e inclusive a la introducción de música relajante para ambientar el lugar. Howard Schultz compró Starbucks por 3.8 millones de dólares en 1987 y 30 años después su valor se hizo tan grande como la ballena de la novela de Herman Melville, pues ahora alcanza los 40 mil millones de dólares. En tanto, su fortuna personal llega a la nada despreciable suma de mil 100 millones de dólares.