“Me interesan los libros que erizan el cuero”: Ortuño
El escritor jalisciense Antonio Ortuño habla de su libro La vaga ambición, en donde reflexiona sobre la literatura y la imaginación
Los relatos que conforman el libro La vaga ambición (Páginas de espuma, 2017) están protagonizados por un escritor que se parece mucho a Antonio Ortuño.
“En realidad no importa qué me sucedió a mí o a las personas que se cuentan en los cuentos como parte de la experiencia del autor, porque las cosas le pasan al personaje (Arturo Murray) y todo acaba en literatura: la reflexión, la literatura o la imaginación. ¿De dónde vienen? No me importa, si funciona para el texto”.
Esos textos le permitieron a Ortuño (Zapopan, Jalisco, 1976) obtener el Premio Ribera del Duero 2017: en ellos se da a la tarea de explorar el lado B de la literatura, no como la actividad sublime de la escritura, ya sea por lo hermoso del acto creativo o por lo terrible o abismal de la escritura.
“En realidad —cuenta el escritor— el mundo literario por definición es muy mediocre, por eso las biografías de los escritores tienen que ser biografías intelectuales, salvo casos extraños de quienes han sido víctimas de cosas terribles, pero en la mayor parte de los escritores no sucede eso y terminan siendo retratos de su época; la vida del escritor es frustrante, pero una cosa es la vida del escritor y otra la literatura”. Convencido de que la literatura ocurre entre la página impresa y quien la lee, Antonio Ortuño decidió darle protagonismo a un escritor en La vaga ambición no por la vida misma de quien ejerce el oficio, por lo que le sucede en el festival literario, ni en la selfie combativa, “que son veleidades y la búsqueda de “likes” para crear una imagen que dé contratos”, sino porque se trata de individuos, más allá de la reflexión sobre el proceso creativo que se da a lo largo de las páginas del volumen.
“La escritura literaria, ya sea como autor o como lector, te individualiza, te permite una distancia de tu circunstancia, de tu sociedad y te permite observarlo desde ángulos y facetas diferentes, porque es verdad que lo que cambia con el tiempo no son las obsesiones ni los fantasmas, sino la manera de acercarte a ellos. Muchos de los primeros textos
“La literatura debe terminar por afectar físicamente a los lectores”
eran un poco ensayos sobre los efectos devastadores del poder institucional, criminal, laboral, sobre los individuos y aquí se invierte esa idea, porque la literatura le permite a los individuos tener ciertas herramientas para enfrentarse a esos poderes que lo exceden”.
Para Antonio Ortuño, la literatura debe terminar por afectar físicamente a los lectores: si bien suele entrar por la inteligencia, se queda en el aspecto físico y “los libros que hacen que se te erice el cuero, que te sientas incómodo o feliz, o que descubras cosas que no habías visto aunque ahí estuvieran, son los que me interesa de la literatura. Se trata de un libro en el que va siempre aparejada la literatura como una forma de vida, un modo de estar en el mundo” .