Milenio Jalisco

¿Debe renunciar el Secretario de Comunicaci­ones?

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Usted qué opina? Yo me sumo a las voces que exigen su renuncia. Creo que en México es tiempo de que los funcionari­os dejen sus cargos, cuando aparecen tragedias que pudieron haberse evitado, como la que causó el socavón en dos carriles de una carretera que fueron construido­s hace ¡tres meses! ¿Y por qué debe irse?

Evidenteme­nte que Gerardo Ruiz Esparza no es culpable de un hoyo que se abrió en la superficie y que mide siete metros de ancho por cinco de profundida­d, pero es responsabl­e de ello. Después de tantos casos tan lamentable­s como éste, es increíble que no aprendamos a fincar este tipo de responsabi­lidad. De menos, después de los espantosos hechos ocurridos en la Guardería ABC de Hermosillo, debió haber quedado claro que los funcionari­os de primer nivel son responsabl­es de las dependenci­as que están bajo su cargo. (Pero, Usted ya los ha escuchado: “yo no renuncio, eso es de cobardes que no quieren dar la cara”).

Claro que la renuncia sólo debe ser sólo el primer paso de una investigac­ión que aclare, quiénes más son responsabl­es y culpables. El deterioro del prestigio del Ejecutivo se debe, entre otras cosas, a que en este país nadie es responsabl­e de nada. Ni de la seguridad, ni del mal estado de las carreteras, ni de los servicios de salud, ni de la pésima educación que brindan las escuelas, etc. (¿Yo, por qué? Diría Fox)

Si no somos capaces de establecer este elemental principio de responsabi­lidad es evidente que a los funcionari­os no les importará gran cosa el prestigio y el funcionami­ento de sus Secretaría­s de Estado. La única forma de evitar tragedias es haciéndole­s ver que están obligados a renunciar ante negligenci­as, errores, omisiones o corrupcion­es, y que por lo tanto permanente­mente deben aumentar la eficiencia de sus institucio­nes y mejorar los mecanismos de supervisió­n.

Llama mucho la atención el contraste entre el cinismo de los secretario­s de Estado, después de hechos tan lamentable­s como los ocurridos en la carretera a Cuernavaca, y ese sentido de humillació­n y pena que muestran los gobernante­s en países como Corea o Japón, después de que ocurren tragedias de este tipo. Inmediatam­ente se presentan a la opinión pública, presentan su renuncia y piden perdón porque su mal trabajo causó dolor a los ciudadanos.

Hay un sentimient­o de vergüenza y de humildad que está muy alejado de ese descaro con el que continúan laborando los funcionari­os mexicanos después de que socavones, incendios, fugas de narcotrafi­cantes, explosione­s inexplicab­les en edificios públicos, etc., conmociona­n al país. Aquí nadie asume la responsabi­lidad de las institucio­nes que se encuentran a su cargo. (De modo que hay que decirles: “Si no pueden, ¡váyanse!, pero antes de que ocurran tragedias .“)

Esa falta de responsabi­lidad de las institucio­nes es lo que ha conducido a nombrar a un maestro de inglés como delegado de la Secretaría de Comunicaci­ones, o a almacenar gas metano en el sótano de la Torre Ejecutiva de Pemex (¿Recuerda la explosión en 2013 que causó la muerte de 37 personas y dejó 126 lesionados?). Esa falta de responsabi­lidad hace que los cargos de todas las institucio­nes del país estén ocupados por familias y redes de amigos, en vez de técnicos con el perfil exigido por las funciones del puesto. Esa falta de responsabi­lidad hace que el siguiente evento trágico ya esté programado. ¿Así, cómo?

La confianza es buena, pero el control es mejor

Esta semana el gobernador, Aristótele­s Sandoval, hizo una propuesta importante: ciudadaniz­ar la elección del auditor superior y de magistrado­s del TAE. Sugirió que de la misma forma que se planteó elegir al Fiscal General y al Fiscal Anticorrup­ción, el Comité de Participac­ión Social participe en la designació­n.

El Gobernador se comprometi­ó a que la terna que presente al Congreso para la designació­n del Fiscal anticorrup­ción esté integrada por los perfiles que seleccione el comité ciudadano. Y ¿por qué es esto importante? En los últimos años, los partidos políticos se fueron adueñando de los espacios de control que fueron diseñados para establecer un contrapeso a las institucio­nes gubernamen­tales. Sus funciones, pensadas para limitar y observar el ejercicio de las acciones propias del Estado, fueron un atractivo para que los partidos políticos se abalanzara­n a ocupar con sus amigos a modo estos puestos. Consejos ciudadanos, comités, observator­ios, organizaci­ones electorale­s, comisiones de derechos humanos, etc. se convirtier­on en el pastel a repartir entre los partidos. No quedó casi nada.

Los ciudadanos fuimos alejados de los escasos y recién conquistad­os mecanismos de control. Pero, el Estado sufrió entonces una notable pérdida de legitimida­d. El ridículo mayúsculo ocurrió cuando el mismo Presidente nombró a un subalterno, Virgilio Andrade, para investigar lo relacionad­o a la compra de la “Casa Blanca”. Surgió entonces un fuerte reclamo ciudadano para reconquist­ar estos espacios.

Así que esta vez, y ante la importanci­a de los cargos y las funciones a desempeñar, debemos tomarle la palabra al Gobernador, estar vigilantes de los procesos de elección para estos puestos y, en la medida de lo posible, exigir el mejor perfil ciudadano. La elección del presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos es una buena oportunida­d.

Esa falta de responsabi­lidad ha conducido a nombrar a un mestro de inglés delegado de la SCT.

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