La lección de Tláhuac para Mancera
Digamos, como dice Miguel Ángel Mancera, que en la ciudad no hay cárteles. Que hay grupos de narcomenudistas poderosos que provocan violencia e inseguridad.
Tan poderosos que tuvo que intervenir la Marina para un arresto que terminó en batalla campal, muertos y quema de camiones.
Vimos las imágenes de un grupo organizado, con sus motocicletas, bloquear avenidas, provocar el terror de los usuarios de transporte público, y enfrentarse a policías y marinos.
No, tal vez no sea un cártel, tal vez es peor.
Por lo que vimos, tampoco debemos ser muy optimistas con que la muerte del líder de esa organización vaya a detener la actividad del grupo. Parecen mucho más que un líder y no hay cambio en la oferta ni en la demanda de lo que trafican.
Hay, sin embargo, si Mancera pone atención, una lección en Tláhuac.
Me explico: en los últimos meses, frente al aumento de la violencia y la percepción de inseguridad, Mancera ha sido uno de los más vocales defensores de la idea de que el problema es el nuevo Sistema de Justicia Penal. Y ha pedido que más personas sean recluidas de manera provisional mientras enfrentan su proceso. No solo eso, lleva semanas alertando de que, según él, las cosas se pondrán peor porque miles de personas que hoy están enfrentando su proceso penal en reclusión podrían seguirlo en libertad. Se ha cuidado de no precisar que ninguno de los que podrían salir por la decisión reciente de la Suprema Corte ha sido sentenciado. Son, pues, inocentes.
Pues resulta que antes de que se cumpla la advertencia, antes de que nadie salga de prisión, vimos en Ciudad de México escenas inéditas. Que muchos ni siquiera imaginábamos que eran posibles. ¿Tiene algo que ver el nuevo sistema? No. Nada. Tláhuac muestra que el problema de la delincuencia, de la violencia, de los grupos organizados es uno más viejo, más complicado, y que no se resuelve con la cárcel. De hecho, son los narcomenudistas quienes con más frecuencia entran a las prisiones de la ciudad y son uno de las poblaciones mayoritarias en los reclusorios.
El problema es grave, cierto. Pero no se arregla con más cárcel, a veces, de hecho, más cárcel lo hace peor.
Tal vez esa sea una de las lecciones de lo que vimos en Tláhuac.