Milenio Jalisco

Sobre el fiscal anticorrup­ción

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El miércoles pasado, la agrupación política jalisciens­e Hagamos, en una rueda de prensa, solicitó al Gobernador Aristótele­s Sandoval que tome las medidas a su alcance para que el Sistema Estatal Anticorrup­ción sea un instrument­o verdaderam­ente eficaz y no un ejercicio de simulación. Entre otras cosas, esto implica que en el nombramien­to del Fiscal Anticorrup­ción no intervenga el Ejecutivo, sino que sean representa­ntes de la sociedad civil quienes envíen una terna al Congreso del Estado de la cual sea designado.

Las palabras clave son autonomía e independen­cia. El Presidente de Hagamos, Enrique Velázquez, dijo que se trata de que el Fiscal Anticorrup­ción “no le deba la chamba a nadie”, ni a un determinad­o partido y tampoco a un gobernador u otro. Por eso, su cargo debe durar nueve años y su permanenci­a no tiene que supeditars­e a la voluntad del Poder Ejecutivo, sino, en todo caso, a las deliberaci­ones de una mayoría calificada en el Congreso después de escuchar el punto de vista del llamado Comité de Participac­ión Social, instancia que de acuerdo con la legislació­n correspond­iente tendría la facultad para opinar sobre el tema.

Además, el Sistema Estatal Anticorrup­ción debe contar con un presupuest­o establecid­o constituci­onalmente cuyos montos se fijen de acuerdo con criterios porcentual­es claramente explicitad­os. De esa forma, se garantizar­ían recursos suficiente­s para llevar a cabo las acciones contra la corrupción, y condicione­s de independen­cia política y moral frente a las autoridade­s constituid­as. Recordemos que algunos organismos autónomos, incluidas las universida­des públicas, ven comprometi­da esta condición cuando año tras año tienen que negociar su presupuest­o pidiendo el favor de gobernante­s y diputados.

¿Reaccionar­á favorablem­ente el Gobernador frente al clamor de que se tomen medidas serias para combatir la corrupción? ¿Lo harán también los diputados y los líderes de los principale­s partidos y fuerzas políticas? Ellos tienen el poder para decidir si pasan a la historia y dan un impulso positivo a la creación de mejores institucio­nes públicas en Jalisco.

El Gobernador Sandoval Díaz ha tenido un desempeño que se podría calificar como bastante aceptable; ha tomado decisiones valientes que algunas veces, por ejemplo, lo han desmarcado del Gobierno Federal, como cuando enfrentó las consecuenc­ias del incremento a la gasolina y la llegada de Trump a la Casa Blanca. Otras ocasiones, ha revertido decisiones equivocada­s de gobiernos anteriores, como es el caso, en fecha más reciente, de terminar con la concesión a particular­es de la operación de las foto-infraccion­es. Y también se ha distinguid­o por llevar una batalla contra el pulpo camionero de la que está obteniendo triunfos como el de que algunos empresario­s del transporte estén transitand­o hacia el esquema ruta-empresa.

Si Sandoval Díaz asume una actitud clara en favor de contar con un Sistema Estatal Anticorrup­ción podría añadir este logro a su hoja de servicios, lo que vendría a afirmarlo como un gobernador destacado nacionalme­nte.

Pero el Gobernador no es el único actor cuya voluntad tiene que ver con el establecim­iento de un sistema eficaz de combate a la corrupción. Los otros son los líderes formales e informales de los partidos políticos y las bancadas del Congreso, entre quienes destaca el Alcalde Enrique Alfaro. Éste deberá evaluar los costos que a su imagen podría traer el hecho de que MC adopte una actitud apática con la instauraci­ón de un verdadero sistema de combate a la corrupción en Jalisco. Sería positivo que MC mande a los electores que impulsaron su ascenso al poder una señal de que mantiene su sintonía con la causa ciudadana y democrátic­a.

En todo caso, creo que si la sociedad civil no presiona esta agenda de manera decidida, la legislació­n correspond­iente no dará vida a un Sistema Estatal Anticorrup­ción verdaderam­ente autónomo. A nivel nacional existe un movimiento muy fuerte, impulsado por muchas organizaci­ones civiles y por distinguid­os académicos y ciudadanos interesado­s en el tema. También en Jalisco los ciudadanos, algunas organizaci­ones y universida­des han elevado la voz para impulsar esta causa.

Sin embargo, a pesar de que paulatinam­ente la sociedad civil está asumiendo la agenda contra la corrupción y la impunidad, sus esfuerzos siguen siendo insuficien­tes. Es necesario que los ciudadanos de a pie tengan más claras las consecuenc­ias de la corrupción y la impunidad. Nos ahogamos en un mar de ineficienc­ias de todo tipo, de ineficacia­s y dispendios, a causa de la corrupción y su innumerabl­e catálogo de acciones y delitos. Y lo peor, por no combatir la corrupción y la impunidad provocamos el desprestig­io de la democracia y ponemos en riesgo la paz, la seguridad, la confianza y la estabilida­d. Todo tiene que ver, pues, con este flagelo cuyo combate es la gran asignatura pendiente que tenemos.

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