Diplomacia suave
Esta semana durante una entrevista con el diario The Wall Street Journal, el presidente Donald Trump flotó la posibilidad de que Tom Barrack se convierta en el próximo embajador de Estados Unidos en México.
Barrack es uno de los hombres más cercanos a la Oficina Oval. Su amistad con Trump surgió hace décadas durante un negocio de bienes raíces que involucraba al mítico Hotel Plaza en Nueva York, y desde entonces formaron una relación que colocaría al empresario de origen libanés en el centro de la campaña y la victoria presidencial.
Fue Barrack quien presentó a Ivanka Trump antes de su discurso en la convención republicana. Encabezó el comité encargado de la inauguración presidencial y aparece frecuentemente en distintos espacios representando la voz del nuevo gobierno.
Barrack, un viejo conocido de la clase empresarial en México, reemplazaría a Roberta Jacobson al frente de la sede diplomática estadunidense. El talento de Jacobson ha resultado clave para mantener la relación blindada de los desencuentros presidenciales, pero su cercanía con la administración anterior y particularmente con Hillary Clinton, parecen haber dinamitado la posibilidad de mantenerse al frente de la misión. La creciente influencia de Marco Rubio en la Casa Blanca, quien trató de descarrilar la nominación de Jacobson en el Senado, tampoco ayudó.
Además de servir como embajador en México, la presencia de Barrack podría extenderse al resto del continente como un enviado especial para Latinoamérica, posición que desapareció durante el gobierno de Obama pero que fue utilizada con resultados distintos por Bush hijo y por Bill Clinton.
La noticia sobre su probable nominación llega en circunstancias extraordinarias. Estamos a unos meses de la cumbre de las Américas en Perú, a menos de un año de las elecciones presidenciales en México, en medio de la crisis democrática en Venezuela, de los escándalos de corrupción en Brasil, la implementación del proceso de paz en Colombia y la salida del poder de Raúl Castro en Cuba. Todo esto sumado a los retos históricos que enmarcan la dinámica entre Estados Unidos y la región y que se han intensificado con la retórica desde el nuevo Washington.
Tom Barrack puede ser un perfil inusual para la tarea, pero se trata de un hombre que ha construido su fortuna apostando por causas que otros consideran perdidas. Veremos si el elocuente ex jugador de rugby colegial puede traducir ese éxito a su gestión en México y el resto de América Latina. En el papel, parece complicado.