Miguel León-Portilla, “historia viva de México”
La institución española le entregó en la CDMX su reconocimiento y lo definió como “una voz sonora en la defensa de los pueblos indígenas”
Por poco más de una hora, el teatro Juan Ruiz de Alarcón del Centro Cultural Universitario se convirtió en una parte de la Universidad de Sevilla (US): hasta aquí llegaron algunos de sus consejeros para otorgarle el doctorado honoris causa a Miguel León-Portilla, “uno de los más grandes historiadores del siglo XX”.
En lo que fue definido por el mismo rector de la UNAM, Enrique Graue Wiechers, como “un acto sin precedente”, las autoridades de la US, encabezadas por su rector Miguel Ángel Castro Arroyo, decidieron investir en nuestro país como doctor honoris causa al historiador, porque por cuestiones de salud no podía hacer el viaje transatlántico. “Él es ya una leyenda y toda una institución. Cuando se trata de alguien como él, quien rebasa la necesidad de cualquier semblanza, poco es lo que uno puede añadir. Esta ceremonia, en donde la US no solo le otorga el honoris causa sino que atraviesa el Atlántico para entregárselo personalmente, habla por sí misma de los muchos méritos que esa universidad ha aquilatado en don Miguel para recibir esta distinción”, enfatizó el rector de la UNAM durante sus palabras de bienvenida.
Recordó que los méritos de León-Portilla ya son muy conocidos en México, sobre todo como historiador y filólogo, desde donde pudo darle voz a los vencidos y crear, a través de los estudios de la poesía, la lengua y la historia indígena, una nueva forma de literatura, “que no solo narra, sino que reconstruye la historia de México, abriendo nuevas perspectivas a nuestro pasado y dándole orgullo y estampa a nuestro presente”, a decir de Graue Wiechers. El catedrático de Historia de América de la US, Ramón María Serreras, quien fue el principal impulsor de la investidura, reconoció a León-Portilla como uno de los más grandes historiadores del siglo XX.
Agregó: “El profundo conocimiento y el dominio de la lengua náhuatl le permitió a León-Portilla adentrarse en el mundo indígena en su propia lengua y estudiar su universo de valores. Por eso, si hubiera que definirlo en pocas palabras yo lo haría diciendo que don Miguel hace tiempo que es historia viva de México, porque nos puso en contacto directo con la voz del indígena, con la voz de los vencidos”.
Encargado del discurso laudatorio, el académico español destacó que su obra nos remite al estudio de otra cultura, de otra sociedad distinta a la europea que ha sido parte formativa de las sociedades hispanoamericana, “porque él ha sido también una voz sonora en la defensa de los pueblos indígenas durante más de 60 años. “Si hubiera quebuscarunaexpresiónparadefinir el proceso que se inicia en Indias a raíz de la Conquista, ésta sería el de choque cultural, provocando una profunda desarticulación del universo cultural indígena y las ruinas de sus civilizaciones”.
Fue una emotiva ceremonia en la que estuvieron presentes ex rectores de la UNAM, además de altos funcionarios de ambas universidades, dentro de lo que se convirtió en un punto y aparte en la relación entre las instituciones, a fin de desarrollar acciones compartidas “en los ámbitos académicos e investigación para beneficio de nuestras comunidades”, en palabras de Castro Arroyo. En su discurso de agradecimiento, León-Portilla hizo un recorrido por las aportaciones de distintos sevillanos para la relación entre México y España, como el farmacólogo Nicolás Monardés y fray Bartolomé de las Casas. “Quiero mostrar, una vez más, que España, en el siglo XVI, no fue una nación oscurantista: en España floreció mucha ciencia de manera admirable, con reconocimiento y consecuencia universal. Sevilla tiene un papel decisivo: ha sido la puerta hacia el Nuevo Mundo y por eso muchos vamos allá, porque ahí está el repositorio de las relaciones de América con España. Quien no vio Sevilla, no vio maravilla”.
Es un reconocimiento más a León-Portilla, próximo a cumplir 91 años de edad, quien tiene más de 30 doctorados honoris causa recibidos en distintas partes del mundo. Fue una ceremonia llena de anécdotas, como las que le gusta compartir al historiador; una de las más importantes fue precisamente en Sevilla, durante un Congreso Internacional de Americanistas, donde se encontró con Ascensión Hernández Triviño, su esposa. Fue en 1964, pero ayer aún lo acompañaba en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón.M a conciencia es un grillo que se empeña en hacerte ver qué está bien y qué está mal. Es una monserga, definitivamente, si no le haces caso.
Su función es limitar a la voluntad caprichosa y cuando no le haces caso, se deja caer sobre ti como culpa, y ésta tiene, por lo menos, el peso histórico de dos mil años.
Hannah Arendt decía, así lo entiendo, que el pensamiento burocrático elimina a la conciencia crítica, que quien obedece las órdenes de un superior, por lealtad o por temor, carece de conciencia y por lo tanto de responsabilidad.
Ahora bien, la responsabilidad criminal es definida por los juristas como la conciencia de la trascendencia social y moral de los actos propios.
Si le preguntásemos a cualquier persona sobre las consecuencias –trascendencia, pues de sus actos, afirmará que sí las conoce, para no parecer estúpido, pero si se le presentasen algunas cosas concretas como las consecuencias de su actuar, de inmediato las negaría, en su propia defensa.
Los psicólogos afirman que la conciencia es un “darse cuenta” de lo que uno vive, acotándola al aquí y ahora (le temen a la historia, obviamente), es decir, sin establecer la trascendencia social y moral de los actos.
La ideología dominante mantiene dos propuestas: (1) ser felices (2) aquí y ahora. Al igual que los psicólogos, los ideólogos temen a la historia, es decir, a la conciencia misma.
Y le temen, porque nos ha mostrado que el hombre como género sigue siendo el mismo ente primitivo de la era de la cacería, y eso no se puede ni evitar ni esconder, aunque se le den formas sutiles.
Tener conciencia, en conclusión, es conocer, darse cuenta, de la trascendencia social y moral de los actos propios, la cual, conciencia, se anula con el pensamiento burocrático, que se mantiene actualmente como ideología dominante.
Las ideas de la unidad –todo es una sola cosa; no hay diferencias ni historia, subjetividad que motiva a creer que todo es personalísimo, al grado de pensar que “la belleza está en el ojo de quien la mira”, reduccionismo –la vida, la sociedad, es lo que yo conozco , libertad absoluta –que lleva a creer al individuo que puede hacer todo lo que le venga en gana o se le ocurra, y del don de la creatividad –la habilidad de hacer cosas nuevas sólo por ser “hijo de Dios”, protegidas por el derecho natural, que se ha impuesto al derecho positivo, han eliminado la conciencia crítica del quehacer humano y han modificado el proceso de desarrollo social.
“Él es ya una leyenda y toda una institución”, dijo Enrique Graue, rector de la UNAM