Milenio Jalisco

Estereotip­o del mexicano

- ALFREDO C. VILLEDA www.twitter.com/acvilleda

El naufragio del Costa Concordia, que causó la muerte de 32 de las más de 4 mil personas a bordo frente a una isla de la región Toscana en enero de 2012, desató un debate sobre la identidad del típico italiano por la conducta del comandante Francesco Schettino, no solo responsabl­e de la tragedia por un error de maniobra, sino que abandonó la nave sin esperar el salvamento de todos los pasajeros.

Los adjetivos lanzados desde diversos frentes europeos iban de “cobarde”, “irresponsa­ble” y “bellaco” a “arrogante”, “farsante” y “presuntuos­o”. Sin embargo, a escala nacional se resintió la batida en general, tanto como el propio señalado, pues no fueron pocos los que decían que el comportami­ento de Schettino era el del típico italiano, el del italiano promedio.

La injusticia que acarrea tal analogía es tanta como alegar lo contrario, que ningún italiano es así. Pero cuando se trata de estereotip­os, los prejuicios mandan, y por eso el cineasta francés Luc Besson decía estos días a MILENIO que México debe ser conocido en el mundo por su literatura, su comida, sus deportista­s, su arte y sus películas, no por las noticias de Fox News en las que nos presentan como ladrones a los que solo se puede contener con un muro.

Ya lo de delincuent­es se agrega a la famosa imagen de un sombrerudo sentado a la sombra de un cactus, pero volvemos al asunto de la injustica de los estereotip­os. Sobran los ladrones en todos los ámbitos, desde un carterista del Centro Histórico hasta un gobernador, y también los perezosos, más allá de la crónica falta de empleo, pero argumentar que eso es el típico mexicano es como dar crédito al presidente Enrique Peña con aquello de que ve “cultural” el problema de la corrupción, con lo que marca un patrón devenido en estampa de sus paisanos. Inadmisibl­e.

En un viaje a China en 2014, un mando del Partido Comunista se quejaba de que se asociara a su país sobre todo con pandas y tigres, a lo que el fusilero respondió que, para empezar, dejaran de vender esas figuras como mayoritari­o souvenir en el aeropuerto de Pekín. Acaso también habría que dejar de ofrecer en las terminales aéreas mexicanas, como principal recuerdito, el típico sombrero de charro.

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