DE LA PIZCA A OPERAR 250 CEREBROS AL AÑO…
Alfredo Quiñones-Hinojosa, Dr. Q, es el dreamer mexicano más destacado y forma parte del grupo que busca la cura al cáncer; destaca que los muros “no nos llevan a nada, porque los puentes son los que van a cambiar al mundo”
El cerebro es la frontera no explorada en la medicina mundial y esconde los orígenes y las soluciones de las enfermedades crónicas, explica el doctor Alfredo Quiñones-Hinojosa.
Su reto de vida, del como le llaman, es el más grande de la humanidad, al menos en la comunidad médica y científica: encontrar la cura del cáncer antes de 2028.
Ese es el año en el cual el cáncer se convertirá en la principal causa de muerte en el mundo. Actualmente es la segunda: en 2015 ocasionó 8.8 millones de defunciones. Una de cada seis defunciones en la Tierra se debe a esta enfermedad.
Y eso, lo de 2028, será una funesta noticia que puede desembocar en una de las crisis epidemiológicas más graves de la historia, por la falta de preparación médica para enfrentarla y el alto costo para sobrellevarla, sobre todo en los sectores poblacionales de escasos recursos: cerca de 70 por ciento de las muertes por cáncer se registran en países de ingresos medios y bajos.
Así lo narra uno de los neurocirujanos más prestigiados a escala mundial. En su fundación BRIAN trabaja con un grupo de 20 investigadores de Latinoamérica, Europa, Asia, Medio Oeste y otras partes del mundo, que buscan la anhelada cura.
“Lo que estamos haciendo es tratar de encontrar los motores moleculares que hacen que las células cancerosas se muevan en el cerebro. Dos, tratando de utilizar células madre que obtenemos del tejido adiposo y tratamos de bioquímicamente diseñarlas para que puedan pelear contra el cáncer en el cerebro. Y empujar nuevas técnicas para sacar más tumor y dar más esperanza de sobrevivencia”.
Este doctor de origen mexicano, por lo brillante que es, por ser uno de los médicos más brillantes del mundo, pareciera tenerlo todo. Tal vez, pero no ha sido sencillo: vivió una juventud difícil: fue migrante indocumentado...
Nació en el ejido Sinaloa, en Baja California, pero la compleja situación económica de su familia lo llevó a abandonar el país a los 19 años y emprender el viaje hacia Estados Unidos para ayudar a sus padres en la crianza de sus cuatro hermanos menores. Lo deportaron varias veces pero él persistía.
“No tenía dinero para pagarle a un coyote y sabía que era peligroso porque un tío que cruzó desapareció, nunca más supimos de él. Pero logré cruzar la frontera. Como migrante, cuando vives en una familia pobre, quieres buscar un poco más de suerte y limpieza a tu vida, buscar un poco de fortuna”.
Quiñones-Hinojosa asegura que su vida está llena de momentos que la hacen “fascinante”. Recuerda que cuando llegó a Estados Unidos, en 1989, era jornalero y trabajaba en las pizcas de algodón, frijol y maíz, y se alimentaba de la misma cosecha. No había para más.
“Después compró una pequeña trailita en la que vivía y que me costó 300 dólares. Estaba en medio de la nada, el mercado más cercano estaba a 20 millas, tenía una motocicleta de la que salía todo lleno de lodo. Así es como salgo de un joven de 19 años para que la gente me mire ahora, en la forma en que salgo y lo que ahora soy”.
Su plan era trabajar dos años en aquel país, juntar dinero y volver con su familia. Pero el destino le tenía otro camino trazado: el mundo de la medicina.
“De repente me miro y veo que he estado ahí por dos años y que no he logrado nada, y que no puedo regresar con la cola entre las patas a México sin nada, que tengo que hacer un poco más”.
Entonces decidió comenzar a estudiar inglés por las noches. Se mudó a una comunidad, empezó a trabajar en una compañía de ferrocarril y entró a la Universidad de California en Berkeley. Más tarde, fue a Harvard. Sí, Berkeley. Sí Harvard. El que había sido ilegal ya estaba con todas las de la ley en las mejores aulas de Estados Unidos.
“Yo no tenía la menor idea de lo que seguía después de esto. Para mucha gente el que haya estado en Harvard y logrado todo eso es lo más importante; para mí todo cuenta, todo es parte de mi historia, es una línea que me ha conectado en varios momentos y claro ejemplo es que trabajo ahora con mis manos como neurocirujano”.
Sus manos, con las que hacía la pizca en California. Se dice orgulloso de sus manos, esas con las que hoy salva vidas y opera cada año a 250 pacientes con problemas cerebrales crónicos, considerados inoperables y que deben realizarse con el paciente despierto.
Ahora, el doctor forma parte del pequeño grupo de neurocirujanos que reciben apoyo del gobierno federal con becas que suman miles de millones de dólares, por las investigaciones que prometen resultados revolucionarios.
“Aunque parece que es mucho dinero, es solo un granito de arena en el mar para encontrar curas contra el cáncer, pero estoy agradecido de que mis propios colegas crean que lo que estamos haciendo es muy importante, porque el cerebro es una frontera inexplorada donde tenemos que encontrar curas”.
Dice que no recuerda cuándo comenzó a apasionarse por estas investigaciones y ni siquiera tiene un momento específico en el que recuerde haber comenzado esta lucha. “El destino me puso en el camino, a veces no somos nosotros quienes lo decidimos”.
De lo que sí se dice convencido, es de la importancia que tiene en las personas con estos padecimientos el que alguien busque darles una mejor calidad de vida. “Aquellos padres que sufren al cuidar a sus hijos, cuando los ves sufriendo así te parten el corazón, trato de darles esperanza a ellos porque a su vez me estoy dando esperanzas a mí mismo”.
Es sin duda el más ejemplar en el país. Pero no habla mucho de ello. La lucha que ahora enfrenta este sector, dice, se lo deja a los políticos. Eso sí, en alusión al muro, afirma que las barreras no llevan a nada.
“El mundo está tratando de formar más barreras entre nuestros países y nuestra gente, pero nuestra fundación trata de formar puentes con el resto del mundo; es importante como mexicano y americano formar parte de esta generación que entiende que las fronteras no nos van a llevar a nada, los puentes es lo que va a cambiar al mundo y lo que le va a dar a la gente esperanza”.