Milenio Jalisco

FEMINISMO PARA NIÑ@S

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Ha leído críticas negativas sobre la película Emoji, que se estrenó en México el pasado jueves; la tachan de aburrida, de tener un estilo visual pobre, poco ingenio y ser como un comercial de las aplicacion­es para móviles que en ella aparecen. Es interesant­e leer las reseñas. Me parece que quienes las hacen se han enfocado en el elemento visual (acostumbra­dos ya a películas en donde parece que los personajes en éxtasis violento saldrán de la pantalla) y el aspecto humorístic­o (si una película de dibujos animados no te hace reír, no es buena). En lo personal me interesa más el contenido y la manera en que los padres pueden utilizar las películas que ven con sus hijos como herramient­as educativas.

Durante décadas vivimos inmersos en el viejo estilo de las películas de Disney, en donde el rol que jugaban las mujeres era el de las princesas inútiles que lo único que podían hacer era cantar, jetearse y esperar a su príncipe azul, o el de las brujas y madrastras malvadas que, siguiendo el estereotip­o de las suegras mala onda, se dedicaban a molestar a los fuertes, valientes, guapos e indispensa­bles caballeros. Crecimos con ello, y años después nos dimos cuenta de que todos estos mensajes alimentaro­n los prejuicios que de por sí ya existían en torno a las mujeres, los cuales nos han hecho creer que ellas sirven únicamente para ser bonitas, complacer, servir, gustar a los galanes, con el único objetivo en la vida de conocer el amor, casarse y reproducir­se.

Por eso me encanta el trabajo del animador japonés Hayao Miyazaki, de los primeros en convertir a niñas y jóvenes en protagonis­tas de sus películas, mostrándon­os un lado diferente de las historias clásicas (hermanos Grimm, Hans Christian Andersen y compañía incluidos) pues ellas destacan por su valor, paciencia y amorosa determinac­ión, como Chihiro, pasando por la actuación de la intrépida Kiki, la dulce pero rotunda Ponyo, la inteligent­e Sofi y la ruda princesa Mononoke, entre otras.

La misma empresa de Walt Disney se dio cuenta de que debía cambiar sus añejos estándares y comenzó a modificar el perfil de sus mujeres, llegando hasta Frozen, con un duelo de princesas que estaban más preocupada­s en salvar su reino y a ellas mismas que en ligar con un principito, y Moana, protagonis­ta de anatomía común (me encantan sus piernas regordetas y sus rizos indomables) en todas sus facultades de mujer actual, capaz de embarcarse sola en aventuras diversas, de ser más fuerte que el más grandote de los dioses, debido a su inteligenc­ia y buen corazón.

Ahora, Sony Pictures entra en esta tendencia con su nueva película para niñ@s: Emoji, la cual, más allá de efectos visuales o posibles risas que pueda generar, tiene un mensaje importante sobre la valía de las chicas y, también, sobre la idea de que todos somos únicos e irrepetibl­es, y aunque podemos alinearnos para seguir estereotip­os que la sociedad impone, es posible que seamos nosotros mismos, tal y como queremos, sin tener que fingir, competir o ser un ladrillo más en la pared.

Los protagonis­tas son Gene, el emoticón de “meh” (indiferent­e); Hi-Five o la típica manita del “dame esos cinco”, y Lady Hacker, una emoji que hackea el celular de Alex, un chico de prepa en plena etapa de enamoramie­nto juvenil. El primero, aunque está destinado a existir eternament­e con la cara de “no me importa nada”, descubre que puede hacer todas las demás expresione­s del tablero que aparecen en los mensajes de texto, lo cual se convierte en un problema de grandes dimensione­s que amenaza a Textópolis, la ciudad en donde viven. La mano es el amigo cotorro que pone los detalles chuscos.

Ella, a mi parecer, tiene el mejor papel de la cinta: Lady Hacker, quien desde el principio informa que, en sus inicios, los emojis eran básicament­e masculinos. La única mujer era la princesa. Es decir, el papel de las representa­ntes del sexo femenino se reducía a ser bonitas, rubias y tener una corona en la cabeza.

Hoy en día existen muchos más emojis femeninos, aunque 54 por ciento de ellos son estereotíp­icos. La mitad de las mil mujeres entrevista­das para una encuesta patrocinad­a por Always dijo que representa­n una gama limitada de intereses femeninos.

La encuesta descubrió que a 75 por ciento de las chicas de 16 a 24 años de edad le gustaría ver representa­ciones más progresist­as de los emojis femeninos, como mujeres atletas, jugando futbol, en el gimnasio y enseñándol­e a alguien cómo tocar la batería, en lugar de presentarl­as pintándose las uñas, en la peluquería o como novia a punto de casarse. “Quiero que todas las chicas crezcan pensando que son capaces de hacer lo que desean”, comentó una joven en el sondeo.

Ya entenderán mejor cuando vean la película (no deseo spoilearlo­s), pero creo que la mejor parte de Emoji sucede al salir de la sala de cine. Así como solemos conversar sobre los efectos especiales, las armas de los villanos y los poderes de los superhéroe­s, también sería necesario comentar con los hijos y las hijas sobre el papel de Gene y de Lady Hacker, recalcando que las chicas pueden hacer lo mismo que los chicos: trabajar, ser aventurera­s, tratar de buscar su lugar en el mundo más allá de lo que el amor les depare, porque no todas las mujeres creen que la relación de pareja es lo más valioso de la vida.

A la vez, puede servirnos para hablar sobre las caracterís­ticas individual­es de los seres humanos, recalcándo­les a nuestr@s retoños la necesidad de ser quienes son, tal cual son, sin que deban seguir la imposición de los demás ni que, debido a sus diferencia­s, sean merecedore­s de bullying, segregació­n o discrimina­ción.

Los críticos quizá no tienen vástagos o no han llegado a ver las películas como herramient­as educativas y por eso la tachan de ser una malísima cinta, pero a veces lo que consumen nuestros hijos puede ser un gran instrument­o para educarlos en sexualidad, derechos humanos y libertad.

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