Los apuros del candidato del PRI
La asamblea del tricolor tiene dos cometidos básicos: la cohesión y definir tiempos. De esta manera el candidato tendrá espacio para construir el proyecto que le ofrezca competitividad
El tema político de la semana será dominado por la asamblea del PRI. La atención pública se centra, como es natural, en el candidato, como siempre, la tradición del tapado, esto es, la definición de candidato a partir de la voluntad presidencial. Es un ejercicio de especulación que a propios y ajenos fascina, aunque antes el juego tenía un necesario destino: ser candidato significaba ser presidente. En el pasado lejano, las elecciones se simulaban; en la competencia el PRI mostró una rigidez elemental para competir, Salinas con Luis Donaldo algo intentó para darle competitividad; Zedillo abrió al PRI a la democracia en un partido negado a ésta; finalmente lo que resultó fue que la fuerza del PRI es la del presidente en turno.
La candidatura del PRI no deja de ser relevante, mucho más como partido gobernante. El apuro está en la mesa y está más en la del ungido que en la del Presidente. Así es porque, una vez que hay candidato, la política se traslada a la disputa por el voto, el gobierno continúa con su responsabilidad, pero con un poder mermado. Una vez definido el candidato, el Presidente no puede jugar a la incertidumbre, como lo hizo Salinas con Manuel Camacho y Luis Donaldo Colosio. López Obrador va muy adelantado, por una campaña presidencial que para él nunca ha acabado y que le ha permitido hacerse de una sencilla y atractiva propuesta: acabar con la corrupción, al amparo de una autoridad condescendiente con la ostensible publicidad a costa de las prerrogativas mediáticas del partido.
López Obrador lleva mucha ventaja y, lo que es peor para el PRI, al momento es Margarita Zavala la mejor ubicada para competirle y ganarle. Margarita tampoco ha contado con publicidad institucional, como sí ha contado Ricardo Anaya. Mucho dicen los números en su favor y tiene que ver con una valoración para muchos positiva de lo que fue el gobierno del PAN con Felipe Calderón, el ex mandatario mejor evaluado según un estudio de GCE próximo a publicarse.
El PRI libra tres batallas, la interna para definir candidato; la del PAN y la de López Obrador. Cada una habrá de resolverse con el objetivo de ganar la elección. La situación no es fácil, propia de la crisis general de los partidos gobernantes, y por el ambiente de opinión sobre el gobierno y el partido, mayoritariamente adversos y hasta hostiles. Los sectores más conservadores en el PRI han caído en la falsa disputa sobre la candidatura ciudadana y allí se ha centrado la prensa bajo la idea de que habrían de cambiarse las reglas para hacer de José Antonio Meade candidato, cuando es claro que su destino es el Banco de México. Son muchos los nombres de quienes podrían ser candidato, el problema son los tiempos y la lógica del poder es llevar hasta el final la candidatura.
Si lo que quieren los grupos que convergen en el PRI es el mejor resultado para 2018, la unidad en torno al Presidente es obligada. Por la naturaleza del partido, regatearle la decisión compromete la cohesión necesaria para encarar lo que se perfila como el reto más severo e incierto que haya enfrentado. El PRI es un partido presidencialista, está en sus genes, al igual que Morena es el partido de Andrés Manuel López Obrador. La debilidad del PRD se remite a lo que sería un logro, pero para su naturaleza es fatal: un partido sin caudillo.
La elección está en puerta. El adelantado obtiene adhesiones y apoyo con poder simbólico, más que con base social. Él ha construido lo segundo y lo primero es el aval de la élite a manera de decir que él no es un peligro para México, con todo y que lo que se entiende de su programa es sumamente ambiguo y su propuesta genérica reciente es su compromiso de revertir las reformas y la obra pública de infraestructura en proceso como es la construcción del aeropuerto de Ciudad de México. Lo cierto es que López Obrador avanza mientras los factores de poder en la definición del candidato del PAN y del PRI están por alargar la decisión.
Más que el nombre el PRI debe resolver sus tiempos; lo mismo vale para el PAN. El escenario actual define un perfil de resultado que no necesariamente corresponde a lo que habrá de acontecer en la elección; sin embargo, conforme más tiempo se deje pasar más difícil será modificar lo que ahora se perfila. Así, si se piensa en la victoria la asamblea del tricolor tiene dos cometidos básicos: la cohesión y definir tiempos. De esta manera el candidato tendrá espacio para construir el proyecto que le ofrezca competitividad y, eventualmente, camino a la victoria.
El partido libra tres batallas: la interna, la del PAN y la de López Obrador