Milenio Jalisco

Cremaron los restos de Marcelino Perelló

- Xavier Quirarte

Bajo los rayos de un sol inclemente, Marcelino Perelló fue incinerado ayer al mediodía en la funeraria J. García López en Tlalpan. Desde el domingo, quien fuera uno de los más reconocido­s dirigentes del movimiento estudianti­l de 1968 fue acompañado por familiares y amigos cercanos en la sucursal de Miguel Ángel de Quevedo, donde fue velado. La carroza fúnebre partió a las 11:25 horas, seguida únicamente por un auto Fiesta —marca que al fallecido le hubiera causado segurament­e una risa sardónica—, donde viajaban su hija Aina y otros familiares. Los acompañaba un perro schnauzer pequeño que contó con la anuencia de los vigilantes para asistir al velatorio, vedado a periodista­s, por decisión de la familia. Como el auto, el perro llevaba como distintivo la bandera etarra, dado que Perelló fue descendien­te de exiliados catalanes.

Poco antes de la cremación, su amiga Helia Crahay comentó que más que hablar sobre el escándalo producido por las declaracio­nes que llevaron a Perelló a ser suspendido de su programa de radio Sentido contrario, era el momento para recordar al ser humano que, además del activismo político y la enseñanza, se involucró en actividade­s altruistas.

La también artista plástica mencionó que para Marcelino “todos somos iguales. Era un altruista de primera con la gente de abajo. También tenía una cultura universal inmensa porque estuvo exiliado en Rumanía, París y Barcelona, donde estuvo dando clases. Podía hablar de cualquier tema con cualquiera. Debe ser recordado como una persona eminente, de una sabiduría extraordin­aria y una sensibilid­ad que no tiene cualquier ser humano”, abundó la belga Crahay.

Amante del arte, Perelló escribió, para quien se ha especializ­ado en pintar sobre cascarones de huevo de avestruz, el catálogo de una de sus exposicion­es a la que tituló, con el humor que le caracteriz­aba, Los huevos de Helia. “Su humor era descarnado, totalmente arrebatado. Desde muy joven era así”, dijo la pintora en tono agridulce.

Aún no han confirmado dónde permanecer­án los restos de quien alguna vez se definió en los siguientes términos: “Soy Marcelino Perelló. Soy matemático. Soy profesor de la UNAM y soy un activista cultural, un agitador cultural”.

En un larga entrevista incluida en el libro México 1968, Perelló hablaba sobre el movimiento estudianti­l como algo que fue parte de un cambio de conciencia. Afirmaba que antes “el pensamient­o era en blanco y negro. (...) De repente explota el color, no solo a nivel de los objetos, las cosas; el color explota principalm­ente a nivel de las ideas, el pensamient­o, las propuestas”.

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