La Ciudad de los Dioses llegará a California
San Francisco y Los Ángeles recibirán, entre septiembre y julio próximos, 250 piezas de la urbe mesoamericana
anáticos que intencionalmente niegan la realidad y la distorsionan para sustentar sus falsos argumentos, son los que lanzaron el ignorante ataque en contra de la escultura Sincretismo de don Ismael Vargas. El arte Novohispano es un Barroco resultado del sincretismo religioso que condujo a la Nueva España a su unificación ideológica y cultural. Las características de este estilo tienen muy poco en común con el Barroco europeo, la inclusión de elementos de la iconografía, cultura, flora, fauna y tradiciones indígenas en las imágenes católicas fue un movimiento pacificador político y religioso. El arte y las religiones desde sus orígenes han estado profundamente unidos, los dioses existen gracias a la materialización que el arte hizo de ellos, la fe es una posición ante la existencia que tiene en el arte su representación iconográfica. Las esculturas, pinturas, escrituras de arte sacro son creación de los seres humanos, de los artistas que dieron forma a la necesidad de creer en algo. En cada altar, templo, libro, están la construcción teológica que determina cada uno de sus elementos. Lo que estamos venerando es la inteligencia humana capaz de crear a sus mitos y su representación. La fe, como una decisión íntima, decide a quién adorar, los símbolos son depositarios de esta fe. La Virgen de Guadalupe es parte del Barroco Novohispano, dotada de la fe necesaria para que nuestra nación existiera, su milagro es la unión de dos culturas bajo la presencia de la divinidad. La escultura de Ismael Vargas la une a Coatlicue, madre creadora que alumbró dioses, que contiene el círculo eterno de la existencia. Es un acierto ver a las dos imágenes unidas en el origen de nuestra cultura. El fanatismo ciego rechaza el innegable hecho de que la fe inspira obras de arte y que cada vez que nos arrodillamos ante una imagen, de la religión que sea, estamos venerando al arte mismo. Sin el arte no habrían existido ni las pirámides, ni los templos, ni las pinturas que ilustran cada uno de los misterios de la fe. La icnografía de La Virgen de la Inmaculada Concepción fue concretada en el Concilio de Trento en el siglo XVII, a partir de sus lineamientos se realizaron las pinturas que le dieron imagen, entre ellas las de Murillo. La media luna turca en la que está posada es una referencia al triunfo sobre los musulmanes en la Batalla de Lepanto de 1571. En este mismo Concilio se prohibió la lectura libre de la Biblia y para impulsar la fe se determinó la iconografía de las imágenes sacras, incluidas las de la Nueva España. La fe es una condición de la naturaleza humana, el arte es parte de esa fe presente en la creación, en la belleza, en las virtudes que dan sentido a nuestra existencia. La recreación de Ismael Vargas es muy bella y acertada, evoca el papel picado de las fiestas, es una celebración a la unión de la fe de nuestras culturas. Atacar esta obra atenta contra la búsqueda que el arte sacro tuvo en sus orígenes: crear un vínculo entre la realidad y la divinidad.
Amás de 100 años de iniciada la investigación arqueológica en Teotihuacán, “la ciudad donde los hombres se convierten en dioses”, el sitio solo ha sido explorado en alrededor de 8 por ciento, por lo que aún son más sus misterios, desde su tipo de escritura y su lengua, hasta el grupo étnico dominante.
No obstante el sitio, inscrito en la Lista de Patrimonio Mundial de la Unesco, aún despierta admiración en todo el mundo, como es el caso de los museos de Young, de San Francisco, y de las Artes del Condado de Los Ángeles (Lacma, por su sigla en inglés), que albergarán la exposición Teotihuacan: City of Water, City of Fire, “Teotihuacán: Ciudad de agua, ciudad de fuego”.
Durante el anuncio de la muestra, Alejandro Sarabia, director de la Zona Arqueológica de Teotihuacan, comentó que, a pesar de su grandeza y monumentalidad, es más lo que se ignora de este importante centro de peregrinación y de culto. Fueron los mexicas, cuando años después descubrieron este sitio, los que le dieron el nombre a la ciudad.
La exposición internacional, que reúne 250 piezas pertenecientes a la ciudad mesoamericana, se exhibirá del 30 de septiembre al 11 de febrero en The Fine Arts Museums, de San Francisco, y del 25 de marzo al 15 de julio de 2018 en el Lacma.
Matthew Robb, curador de la exhibición, dijo que es un proyecto de gran escala, nacido con la idea de presentar nuevos datos sobre la ciudad más grande y más compleja de su tiempo en el continente americano.
“La idea de la exposición es mostrar la historia de esta ciudad; incluimos objetos de las ofrendas más tempranas, que datan alrededor del primer siglo, así como piezas que fueron destruidas durante el gran incendio que terminó con el dominio de la ciudad, entre los años 500 y 600. El 90 por ciento de los objetos de la exposición proviene del INAH, para mostrar a la ciudad en toda su complejidad, desde objetos cotidianos hasta esculturas monumentales”.
La exhibición contempla la presentación de numerosos objetos localizados durante los recientes descubrimientos en las excavaciones en el Templo de Quetzalcóatl, y en las pirámides del Sol y la Luna de la llamada Ciudad de los Dioses, indicó Enrique Ortiz Lanz, coordinador nacional de Museos y Exposiciones del INAH. Ortiz Lanz expresó que “es una muestra de la fructífera y vital relación binacional México-Estados Unidos, con proyectos de colaboración respetuosos, francos y benéficos para las poblaciones de ambos lados de la frontera que, pese a proyectos de muros, está cada vez más desdibujada”.
La muestra presentará cerámica y esculturas de piedra descubiertas en las áreas habitacionales de la antigua urbe, pero hará énfasis en los dioses que regían los rituales y el equilibrio de este universo: el del fuego, el viejo Huehuetéotl, y el del agua, Tláloc.
Según Diego Prieto, director del INAH, Teotihuacán fue fundada en el siglo I de nuestra era; durante su desarrollo de 400 años contó con enormes edificaciones, largas avenidas y conjuntos residenciales, convirtiéndose en el centro cultural, político, económico y religioso más importante de Mesoamérica.
Hasta ahora se desconoce la causa de su caída, pero se calcula que sucedió en el siglo VI, aun cuando estudiosos han encontraron evidencias de una destrucción intencional en sus plataformas piramidales a lo largo de la Calzada de los Muertos.
La zona arqueológica de Teotihuacán es visitada por más de 3 millones de personas al año.
El director del INAH recordó que en 1986 el organismo estadunidense que recibirá esta exposición, repatrió una serie de murales teotihuacanos, como parte de un acuerdo conjunto con el INAH.
Subrayó que desde hace más de un siglo se ha explorado Teotihuacán, por lo que esta muestra celebra los logros de la arqueología mexicana en el pasado y en el presente.
La exposición posteriormente se podrá ver en México, pero antes, en reciprocidad, en 2018 el Lacma presentará en nuestro país una muestra sobre el arte del budismo, y en 2019 el Museo de Young de San Francisco mandará la exhibición sobre los rituales de la muerte en Egipto.
Sin duda, expresó Ortiz Lanz, ambas muestras impactarán a cientos de miles de mexicanos que, de otra forma, no tendrían las posibilidades de entrar en contacto con los maravillosos acervos de esas instituciones.