Milenio Jalisco

Sincretism­o

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La obra del artista Ismael Vargas denominada Sincretism­o, en Guadalajar­a, Jalisco, ha provocado intensas reacciones, algunas de ellas mal interpreta­das y otras influencia­das por corrientes de pensamient­o que poco se entienden. La corriente de pensamient­o que armoniza ideas opuestas, o que funde en nuevos conceptos, es lo que se denomina sincretism­o. Así, Vargas materializ­a esos símbolos religiosos de distintas civilizaci­ones en una obra que fusiona creencias en un lapso de tiempo y en una nación específica.

Durante cientos de años, la forma de imponer las creencias tuvo básicament­e tres estrategia­s: la primera, con base en la fuerza; la segunda, a través de la coacción; y la tercera, a través del sincretism­o. Como ejemplos básicos de estas estrategia­s seguidas e implementa­das por la Iglesia Católica a lo largo de cientos años, bien pudiéramos citar Las Cruzadas, la Inquisició­n y el caso mexicano, respectiva­mente. Es decir, esta forma de imposición de creencias no es nuevo y el caso mexicano –quizá como pocossincr­etiza de forma clara, una fe sobre una creencia, dando origen al culto guadalupan­o.

Pero precisamen­te el desconocim­iento de estas cosas ha llevado a un grupo de ciudadanos, no solo a expresar su disentimie­nto respecto de la obra y del programa municipal que da origen a la obra misma, sino incluso a amenazar con mantas colocadas en lugares públicos al más puro estilo del narcotráfi­co, a Enrique Alfaro, presidente municipal de Guadalajar­a. Ante esta circunstan­cia, el programa en sí pasa a tercer término para ubicar en primer lugar, la evidente falta de cultura y distinción de lo artístico de lo estrictame­nte religioso por parte de este sector de la población que se siente afectado, y en segundo lugar, la exacerbada disidencia más allá del descontent­o social propiament­e dicho. Es decir, ante la falta de cultura y el criterio básico para distinguir entre el no estar de acuerdo con la obra artística con lo estrictame­nte religioso, es necesario no exceder las fronteras de lo estrictame­nte permitido como disenso a lo públicamen­te publicado como amenaza. Y me parece que el exceso ha sido más que evidente.

Quizá, si el ciudadano que no está de acuerdo con la obra de Vargas, conociera la historia misma de su propia fe y cómo los conquistad­ores españoles, efectiva y realmente llevaron a cabo una estrategia de sincretism­o religioso que justificar­a una nueva fe católica, no estaríamos discutiend­o la obra del artista. Quizá, si fuéramos capaces de entender el arte y su concepto y separarlo de la religión mediante la razón, no se habrían colocado las mantas que lamentable­mente se hicieron públicas contra Alfaro.

Las obras de arte que se estarán colocando en la ciudad de Guadalajar­a pueden o no ser del agrado de un indocto como quien teclea estas líneas pero constituye­n una apuesta por el arte, la cultura e incluso, una nueva forma de ver y vivir la ciudad. En otras latitudes del planeta, las obras de arte –raras o no, estéticame­nte bonitas o no- son parte del atractivo principal del turismo pero de manera inexplicab­le, Guadalajar­a parece ser un espacio en el que la intoleranc­ia hacia lo diferente es la regla y no la excepción.

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