Milenio Jalisco

Pobres y pobrezas

- Miguel Bazdresch Parada

S on, según las cuentas, más de cincuenta y tres millones de personas mexicanas en situación de pobreza. Nueve millones y un poco más viven en situación de pobreza externa. ¿Puede disminuirs­e de manera significat­iva los pobres? Las cuentas dicen que llevamos veinte y cinco años con una política social y aún no disminuye en serio. ¿Es hora de imaginar y construir otra política, más efectiva?

Por otro lado, la riqueza crece. Sí, la economía nos deja ganancia. Lo cierto es que deja grandes ganancias a un número muy pequeño de mexicanos y sus familias, digamos para no exagerar, cien personas, o mil si nos portamos generosos; y alguna derrama en impuestos para el resto de mexicanos. La organizaci­ón social, económica y política de nuestro país esta inclinada hacia un muy pequeño grupo de personas, sus empresas, inversione­s y negocios. Habría menos pobres si esas ganancias fueran repartidas o distribuid­as de modo tal, que produjera un alivio de fondo y permanente a la población en pobreza. Soñar no cuesta. Aun.

Por otra parte, pobreza, riqueza y la desigualda­d resultante y lacerante no es cuestión de un pase de magia. Es un tema de largo plazo y de hondura pues está relacionad­o con el modo como los humanos hemos construido nuestro camino en este “valle de lágrimas” y de nuestras decisiones, pasiones, errores y aciertos. Reconocer lo equivocado sin tratarlo de justificar y enfrentar los desafíos sin soberbia y con honestidad intelectua­l es clave en el tema.

Baruch Spinoza, filósofo, lo escribió con la claridad del sabio en su Tratado Político así: “Si la naturaleza humana estuviera construida de suerte que los hombres desearan con más vehemencia lo que les es más útil, no haría falta ningún arte para lograr la concordia y la fidelidad. Pero como la naturaleza humana está conformada de modo muy distinto, hay que organizar de tal modo el Estado, que todos, tanto los que gobiernan como los gobernados , quieran o no quieran, hagan lo que exige el bienestar común; es decir, que todos, por propia iniciativa o por fuerza o por necesidad, vivan según el dictamen de la razón. Lo cual se consigue si se ordenan de tal suerte los asuntos del Estado, que nada de cuanto se refiere al bien común se confíe totalmente a la buena fe de nadie.”

Pobreza, riqueza no es cuestión de buena fe, ni de un iluminado. Es de razón y honestidad de todos.

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MILENIO
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