Milenio Jalisco

La expulsión del embajador norcoreano

- ALFREDO C. VILLEDA

La Secretaría de Relaciones Exteriores, tan ocupada estos días en ofrecer una interpreta­ción light de los desdenes diarios de Donald Trump, ardua tarea esa de soslayar agravios, ha decidido ponerle plazo de 72 horas al embajador de Corea del Norte para que se vaya, es decir, lo ha declarado “persona non grata”.

El lector que se entere de las razones de Luis Videgaray se dará cuenta de que son irreprocha­bles: “Con esta acción diplomátic­a México expresa al gobierno de Corea del Norte absoluto rechazo a su reciente actividad nuclear, que significa una franca y creciente violación del derecho internacio­nal y representa una grave amenaza para la región asiática y para el mundo”.

Fascinante la redacción del comunicado: “para la región asiática y para el mundo”.

¿No le bastan a usted, amable lector, tales razones? Pues la SRE argumenta: “La actividad nuclear de Corea del Norte es un grave riesgo para la paz y la seguridad internacio­nal, y representa una amenaza creciente para las naciones de la región, incluyendo a aliados fundamenta­les de México, como Japón y Corea del Sur”.

No hay modo de disentir de semejantes propósitos y deseos en favor de la paz, ya sean “para la región asiática” o “para el mundo”.

Sorprende, sin embargo, que la cancillerí­a reaccione en todo caso tarde, pues ya hasta Estados Unidos le había bajado el volumen a su discurso bélico contra el régimen de Pyongyang, y también porque, en una ac- titud totalmente distinta, a los cotidianos dardos que lanza Trump se responde con frases evasivas y minimizand­o la gravedad.

Peor: a horas de que el jefe de la Casa Blanca echó a andar otro plan antimexica­no, esta vez contra los dreamers, arruinando la vida a cientos de miles de jóvenes, la SRE reacciona con toda furia, pero contra Corea del Norte, justo el enemigo en turno de Washington, con la expulsión de su embajador.

La decisión, aplaudida por supuesto por el representa­nte diplomátic­o de Corea del Sur en México, habrá enfadado, eso sí, a algunos dirigentes del Partido del Trabajo y acaso también a Carlos Marín, quien tiene en su biblioteca los 10 tomos de las Obras

completas de Kim Il-sung. M

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