Los jóvenes y la política
No es solo por razones que tienen que ver con decisiones de otros países que México tiene la obligación de recuperar a su juventud, a la de allá y a la de acá. Es porque la sociedad comparte con ella sus anhelos y el derecho genuino a soñar
No solo los jóvenes, de alguna manera todos somos soñadores. La diferencia es que aquellos tienen la generosa licencia que concede el tiempo. No importa, soñar es vivir y en el caso norteamericano es muy poderoso y significante el sentido del sueño que alude a lo deseable, al derecho a la esperanza, al mejor mañana. Afortunado que el presidente Obama haya designado el programa de amnistía (dreamers) para jóvenes migrantes indocumentados refiriéndolos como soñadores. La historia de EU no solo es la mezcla de razas a través de la migración, también es que los migrantes, en todas las épocas, han sido portadores de un sueño de progreso, bienestar y libertad.
Pero en el mundo real, la política es ideología; Donald Trump es una suerte de resaca conservadora sobre lo mucho que avanzó la sociedad estadunidense bajo la inspiración del matrimonio Obama. Libertad, tolerancia, cultura y derechos humanos recobraron con singular intensidad su lugar en el país vecino y dieron a EU un prestigio que muchos en el mundo le regateaban. Ahora sucede lo contrario, las divisiones son abiertas, la xenofobia regresa y, lo peor, ésta se promueve desde el gobierno. El retroceso es evidente, pero eso no significa, como muchos creen, que el presidente Trump tenga el rechazo abrumador de sus gobernados. Sí tiene el repudio de quienes no votaron por él y de una parte importante de los sectores progresistas. Sí existe una franca preocupación social ante la posibilidad de que desaparezcan las ciudades santuario, si el Congreso no legisla en un término de seis meses. Pero el monstruoso dinosaurio conservador está ahí, no solo observando, sino impulsando su agenda.
Según el blog Real Clear Politics, dedicado al seguimiento de los estudios de opinión pública, la tasa de aprobación del trabajo del presidente Trump tiene una tendencia al alza después de mediados de agosto, que fue el punto bajo por el colapso legislativo en el rechazo a cancelar el programa médico del gobierno anterior. Desde entonces ha crecido en dos etapas, la primera, después de la respuesta del presidente a los eventos en Charlottesville, Virginia, que probablemente impactó a su base conservadora. La segunda sucede después del manejo del huracán Harvey, por la cobertura positiva de los medios. ¿Terminar con los sueños de los jóvenes migrantes le dará un nuevo impulso? Habrá que ver qué tan sólida es hoy en día el alma conservadora de los estadunidenses.
Frente a la realidad, México debe recuperar a sus jóvenes, en todos los sentidos. Pero más que eso, debe dar espacio a la esperanza, al anhelo compartido de mejorar, de soñar en un mejor mañana. La encuesta de GCE Nacional 2017, lo ratifica; hay una tasa de descontento mayor respecto a la de otros
La rigidez de los partidos resulta insoportable a los jóvenes y les resta frescura e iniciativa
años previos a la elección presidencial. La insatisfacción es generalizada, afecta a todas las instituciones y partidos, también a las de corte privado. Sus causas son la inseguridad, la corrupción y la economía.
Los jóvenes son en sí mismo un significativo capital humano portador de un potencial transformador. Esto lo vio con claridad el presidente Obama y por ello decidió instrumentar un programa sin aprobación del Congreso para dar seguridad a casi un millón de jóvenes más que para integrarse, para capitalizar su talento y capacidades al servicio de Estados Unidos. Desde esa visión progresista, que regresen a México algunos de estos jóvenes también es una oportunidad, más que un problema; el reto es ofrecerles las opciones educativas y de desarrollo personal y profesional que sus padres no tuvieron.
Los jóvenes no han encontrado un espacio en la política. La rigidez de los partidos y los referentes tradicionales de la política a muchos les resultan insoportables, a otros, los someten a un proceso con el que se pierde mucha de la frescura e iniciativa. Los modelos a los que aspiran son precisamente los que deben alterarse o cambiarse. El lenguaje opaco, la retórica vacía, la doble moral, los monólogos, las formas y rituales engañosos o el autoritarismo no son la política y es lamentable que quienes pueden renovarla asuman, acepten e interioricen las debilidades de lo que existe.
Los jóvenes de ahora son distintos en muchos sentidos. Uno de los ámbitos de mayor importancia para la conformación de la nueva subjetividad se da en el espacio digital. Allí la comunicación es interactiva, la información es amplia y dinámica, coexisten entretenimiento con cultura y lectura. La imagen y el video son muy pode- rosos como medios de expresión. También cobran relieve las formas de asociación o comunidad a partir de intereses, gustos o aficiones particulares. Las categorías sociales tradicionales a partir de género, edad o educación se desdibujan en la interacción digital, como también ofrece un nuevo sentido del espacio y del tiempo. La comunicación digital es instantánea porque su medio es el teléfono móvil e internet, que cada vez está más al alcance y que se ha vuelto fundamental en el ejercicio de los derechos.
La política en México se ha ido alejando de la sociedad, pero todavía más de los jóvenes. Lo que se ve no es la participación o deliberación, sino la disputa, la lucha por prevalecer e imponer, que no está mal si se trata de cambiar para mejorar; sin embargo, lo que se advierte es la competencia de intereses individuales y de personas. La denuncia tampoco ayuda cuando es interesada y poco documentada. México requiere no solo de una mejor política, también una mejora sustancial en la calidad y rigor de la crítica, especialmente cuando se vuelve vehículo interesado y al servicio de la misma disputa política, como sucede con algunas organizaciones que se han vuelto espacio para proyectos políticos subrepticios.
Así, por ejemplo, la preocupación por un mejor ambiente, la vigencia de derechos para todos, abatir la impunidad y la corrupción, que son los temas y las preocupaciones de los jóvenes, no solo son legítimas, sino que la ausencia de ellas es lo que nos mantiene en donde estamos como país, viendo los árboles que se empeñan en ocultarnos el bosque.
No es solo por razones que tienen que ver con decisiones de otros países que México tiene la obligación de recuperar a sus jóvenes, a los de allá y a los de acá. Es porque la sociedad comparte con ellos sus anhelos y porque el derecho genuino a soñar por un mejor porvenir es la mejor garantía para construir el mejor país que soñamos todos.