LOS SECRETOS DE NUESTRO ENTORNO
Con apenas 20 años, Henry David Thoreau (1817-1862) comenzó a pulir su talento y su arte como escritor, redactando un diario que lo acompañaría el resto de su existencia y que se convirtió en una investigación de su cotidianidad y una exploración de las estaciones y de la relación que uno mismo tiene con la naturaleza.
Aunque Walden, ensayo publicado en 1854, es considerado su obra maestra, y otros escritos suyos han sido tomados como referentes de las luchas sociales, en especial su conferencia La desobediencia civil, y muchos son considerados ejemplo de la literatura de viajes, como The Maine Woods o Cape Cod, los catorce volúmenes que abarcan su Diario, publicado por vez primera en 1906, suponen un registro único de su relación con la naturaleza. Este Diario, como apunta el editor estadunidense Damion Searls, es el descubrimiento de la interacción entre los diferentes sistemas y “cómo las estaciones afectan los niveles de agua, cómo los animales diseminan las semillas, cómo una generación de árboles sigue a la anterior en su crecimiento, cómo el lago afecta a la ribera o el río a los bancos del río, y, de modo central, cómo el estilo de vida que llevaba modeló a Henry David Thoreau y viceversa”.
Thoreau nunca se casó ni se le conocieron amantes. Tenía un carácter arisco, defensivo y poco amable, pero su relación con la naturaleza era profunda y apasionada y su comprensión de los otros sorprendente. “Thoreau —dice Searls— escribe sobre otros con empatía y con una sorprendente capacidad perceptiva (con vecinos de pueblo, trabajadores irlandeses, esclavos fugitivos a los que ayudaba a enviar al norte, a Canadá). En un sentido profundo, su escritura le habla al lector con una extraordinaria intimidad, pidiéndonos y recordándonos algo que algunos rechazamos y otros disfrutamos”.
En ese sentido, El Diario no es simplemente una obra que reúne detalles y hechos, sino que pretende dar material a su inteligencia vinculadora y analógica para convertirlo en poesía mediante una capacidad de síntesis genial. En sus páginas, como sostiene Searls, logra almacenar “una de las mejores escrituras sobre la naturaleza existentes en lengua inglesa”.
El escritor y traductor español Ernesto Estrella considera que El Diario —del cual el sello Capitán Swing publicó recientemente una amplia selección o, mejor dicho, un compendio en dos volúmenes traducidos por él—, más que un libro “es un lugar donde el lector puede entrenar su mirada, su oído, su olfato o su capacidad para conectar mundos distantes”. Su lectura es, al tiempo que una larga caminata con Thoreau, “seminarios al aire libre, siempre cargados de descubrimientos inesperados”.
Por otra parte, continúa Estrella, El Diario de Thoreau es “un dispositivo listo para dar mayor intensidad a nuestra sensibilidad, a nuestra percepción”, y un “terreno fresco y educativo donde se nos sugieren las líneas principales de un método de observación que opera como centro de su idea de conocimiento y de aprendizaje, y que se aplica a todo lo que nos rodea, ya sea un fenómeno natural, una conversación con el vecino o un acontecimiento político”.
Es por esa razón que Thoreau es considerado, entre otras cosas, el padre de la conciencia medioambiental. Ahora que acaba de cumplirse el bicentenario de su nacimiento su mirada, como destaca Estrella, “nos educa en la comprensión del environment, que es, literalmente, aquello que nos rodea: nuestro entorno”, físico o social, “donde el yo es solo un punto de apoyo relacional desde el que caminamos, con la mente o los sentidos, hacia todo aquello que no somos nosotros mismos y que puede, como ocurre a menudo en El Diario, transformarnos y enriquecernos”. De esta forma, agrega Estrella, “si Walden propone un sistema ideal de lo que podría ser un modo de vivir sostenible, El Diario nos ofrece la oportunidad de recorrer los entresijos y posibilidades de esa sostenibilidad, en el contexto real de las necesidades y contratiempos del devenir cotidiano” en toda su magnitud, pues a pesar de que la naturaleza tiene un papel importante, es solo una más de las realidades con las que el escritor tropieza, y su atención se fija también en los eventos históricos que convulsionaban a la incipiente sociedad estadunidense de mediados del siglo XIX: las modas, las opiniones generalizadas (incluidas las de su mentor, patrón y amigo Ralph Waldo Emerson), las trifulcas de barrio o los pequeños acontecimientos de su Concord natal. Sus posiciones políticas y sociales, en ocasiones controvertidas, alternan con la riqueza filosófica y poética desde la que construye su pensamiento, con las secas anotaciones y observaciones científicas o con sus invocaciones y citas elocuentes de los clásicos griegos o de los naturalistas e historiadores americanos y europeos que le precedieron. “Sin apenas transición”, indica Estrella, “podemos verlo pasar de esas alturas olímpicas al terreno llano de un refrán, de un chismorreo o de un consejo que Thoreau ha recibido de uno de sus vecinos de Concord. Y la flexibilidad que demuestra en su prosa y en su modo de pensar es, sin duda, una de las características más atractivas de El Diario”.
Dice Estrella que si bien esta edición ha aparecido en el año del bicentenario del nacimiento de Thoreau como una más entre la numerosas iniciativas orientadas a traer al autor a nuestro presente, y que tanto en Europa como en América los homenajes, publicaciones y ediciones han ido sucediéndose junto con apuestas más innovadoras como la aparición de un juego interactivo titulado Walden. A Game, lo más importante de rescatar a este grandísimo autor es, quizá, “el descubrimiento de nuestro entorno; y que en el envés del envoltorio de este regalo podremos hallar, además, el esbozo de un mapa emocional para movernos en nuestro presente”.