¿Hasta cuándo seguirá el desastre urbano? Carta a las autoridades de Movilidad
No creo exagerar si les digo que una buena parte de los conductores de esta ciudad estamos francamente hartos ante el cierre masivo de vialidades. Casi todas las calles por las que transito todos los días para dirigirme a mi trabajo están bloqueadas, están siendo asfaltadas, tienen un socavón espantoso (como en Rubén Darío a la altura del parque con el mismo nombre) o presentan los “cráteres” que en tiempo de lluvias siempre aparecen en la ciudad (la palabra bache es obviamente un diminutivo inapropiado en este contexto).
El resultado de estas condiciones viales son embotellamientos cotidianos y conductores con la adrenalina saliendo a chorros por las orejas, dispuestos a estallar ante el mínimo incidente. Detrás del volante, el afable tapatío se transforma, ante tanto obstáculo, en una especie de ninja, dispuesto a arremeter con todo, por tal de ganar cinco minutos para llegar a su destino (Ninja: mercenario que recurre a tácticas de guerra no convencionales).
Entiendo muy bien que la causa principal de este caos son obras que a largo plazo nos beneficiarán a todos, pero tengo muy serias dudas sobre la correcta planeación de lo que están haciendo.
Me pregunto, ¿por qué no terminar un tramo y luego iniciar con el siguiente? ¿era necesario, por ejemplo, cerrar la Avenida Alcalde y al mismo tiempo asfaltar la zona del Mercado Alcalde? ¿si toda la ciudad es un perfecto caos, es necesario ahora (y precisamente ahora) hacer las ciclovías de la Avenida México? (Conste que no estoy en contra de las ciclovías). En muchos casos, no encuentro los bene- ficios en la planeación de la movilidad en algunas vías. Por ejemplo, en la Avenida La Paz se construyó una ciclovía, se colocó el espacio para estacionamiento a media calle (¡Hágame el favor!), y luego a la altura de Chapultepec se autorizó un control de camiones, que ocupa hasta tres carriles (los choferes, claro está, se detienen dónde se les antoja). ¿Qué sentido tiene esto? ¿A quién se le ocurrió? Desconozco si es responsabilidad federal, estatal o municipal, pero la carretera al aeropuerto es francamente una prueba más peligrosa que cualquier carrera de Fórmula 1. Completamente llena de hoyos, representa un desafío para todo automovilista. Lo increíble es que hace apenas un par de meses fue asfaltada. ¿Cómo es posible que ahora se encuentre en tan mal estado? ¿De qué sirvieron los congestionamientos que ocasionaron en ese entonces? ¿Y el dinero que se gastó en ello?
Sé muy bien que en el pasado edificios de gran valor histórico y el centro mismo de la ciudad fueron sacrificados para permitir el tránsito motorizado y que ahora la tendencia es exactamente en sentido contrario: Privilegiar los espacios públicos y desalentar el uso del automóvil. Desde luego que esta política es bienvenida, y que, sin lugar a duda, el peatón debe ser el eje central del sistema vial.
Pero, estimados señores, esto solamente puede funcionar si nos ofrecen alternativas razonables a los automovilistas para desistir del uso del automóvil. ¿Cómo dejar el coche, si el transporte público sigue siendo un atentado a la dignidad? ¿Cómo no recurrir a mi vehículo si no existen las rutas que necesito, si los choferes sola- mente dan la parada cuando quieren y si me ofrecen un trato francamente grosero? ¿Verdad que no?
Desafortunadamente, por cuestiones de edad, la cantidad de cosas que debo transportar y mi escasa habilidad ciclística no cubro el perfil adecuado para el programa Mi Bici. (Además, como dice el dicho: el miedo no anda en bici).
Otro desatino es la falta de planeación entre las obras que en un futuro próximo albergarán oficinas o habitaciones y las vialidades. A mí en lo personal me suena ridícula la idea de repoblar el centro, cuando éste es un sitio de congestionamiento constante. ¿No es esto absurdo?
Un caso dramático es el proyecto Ciudad Creativa Digital. Es realmente muy convincente que se pretenda crear a los alrededores del Parque Morelos un centro que impulse las nuevas tecnologías. Es un proyecto loable para rescatar los baldíos llenos de basura que actualmente definen el paisaje urbano, pero ¿qué sentido tiene construir edificios, cuando las vialidades de la zona están al borde del colapso?
¿Cómo pretenden atraer trabajadores del sector tecnológico, cuando no hay ni estacionamientos ni calles para transitar por este rumbo?
Finalmente quisiera preguntarles, ¿Qué sentido tiene aprobar reglamentos de vialidad cuando no existe la autoridad dispuesta a hacerlos cumplir? ¿No se han percatado de la cantidad de autos con placas blanqueadas que circulan? ¿No han notado el número de conductores que conducen y hacen uso del celular al mismo tiempo?
Espero que su respuesta no sea un elogio al peatón (todos somos peatones), sino una solución más realista.