Estrategia de seguridad
No puedo más que recibir con escepticismo la “nueva” estrategia de seguridad que ayer plantearon el gobernador del estado y los presidentes municipales de la zona metropolitana de Guadalajara.
El primero punto, relativo al reforzamiento de la vigilancia en las zonas de mayor incidencia, debería darse por sentado como parte de la normalidad de los cuerpos policiales. Lo alarmante de esta medida, es que deja ver que en el pasado reciente, al parecer, se patrullaba por inspiración y no con base a un trabajo de inteligencia en el territorio.
El segundo punto, que tiene que ver con la homologación de salarios de las policías, si bien es una medida ideal para aquellos que ganan menos, tampoco resuelve nada. Si el salario fuera un elemento sustantivo en la ecuación, se podría deducir que en los municipios donde las policías ganan mejor, la incidencia delictiva tendría que ser menor. No ocurre así.
El tercer punto, que plantea cerrar los bares a las tres de la mañana y suspender la venta de alcohol a partir de las dos, es moralino ¿por qué no proponer de una vez el toque de queda? La relación entre alcohol y crimen es simplista. El mensaje que manda esta medida, más que de prevención, es de derrota. Algo así como, disculpen, después de las tres de la mañana no podemos garantizar su seguridad. Y también, supone una premisa falsa, que antes de dicho horario, no te van a asaltar, secuestrar o violentar.
El cuarto punto, abona al primero. Una aplicación que genere datos e información. Está bien, pero tampoco garantiza tu integridad y nuevamente se trata de una medida reactiva. Servirá para dimensionar el tamaño del problema y ajustar las estrategias, pero hasta ahí.
Las cuatro medidas son simplistas. Ninguna atiende las causas y los problemas de fondo. Ninguna responde las preguntas fundamentales ¿qué provoca que una persona decida robar, violar, secuestrar o pertenecer a una organización criminal y qué modelo de desarrollo se necesita para contrarrestar las condiciones que propician la violencia?
Nada dicen de la impunidad; ni de la desigualdad como factor que condiciona el acceso de la población a una vida digna; ni de readaptación social; ni de la educación; ni de la violencia estructural y simbólica; tampoco sobre el papel que juega la segregación y la discriminación como causas silenciosas de comportamientos antisociales.
En síntesis, si para generar estas cuatro medidas, los actores implicados tuvieron que negociar durante meses, no podemos esperar un cambio favorable. Esas cuatro medidas dibujan la capacidad de quienes las proponen y en este caso, se trata de una capacidad muy limitada.