De la confianza a la lealtad
La existencia de los seres humanos genera, por supuesto, dificultades en el vivir. De igual manera, dicha existencia, apunta a la creación y establecimiento de relaciones de por sí fortuitas, que sobrepasan los problemas cotidiano de la existencia del hombre. ¿Cómo no experimentar, efectivamente, un sentimiento de inquietud en el momento de hacer públicas ciertas palabras privadas, confidencias recogidas en un vínculo de confianza que sólo puede establecerse entre dos seres?
Es indudable que todos los seres humanos, de muchas y muy diversas maneras experimentamos situaciones lamentables, dolorosas, tristes, amargas; pero también es indudable que quizá, en la misma proporción que las anteriores, también se presenten situaciones alegres, de satisfacción, llenas de vida, llenas de felicidad. No obstante dónde estemos o hacia dónde vayamos, la confianza en un ser supremo impregna de seguridad, de tranquilidad y de paz a quienes en él creen.
Esa confianza crea un vínculo que a manera de contrato está cargado tanto de exigencias tácitas como de confianza. Es aquí en donde deberíamos no lamentar, tampoco reír, sino comprender. De nada le serviría al estudioso, al analista, al académico, al amigo, al hermano, al ciudadano, que hiciese suyo el precepto de la confianza, si no fuera también capaz de brindar los medios de respetarla. Ahora bien, ¿cómo facilitar los medios para comprender, es decir, de tomar a la gente como es, sino ofreciendo los instrumentos necesarios para aprehenderla como necesaria, para necesitarla al relacionarla con las causas y las razones que tienen en sí y con nosotros?
Es aquí en donde la intervención de la fe es tan difícil como necesaria; debe, sin embargo, a la vez, manifestarse sin el menor disimulo y esforzarse sin cesar por hacerse notar, para que una vez en ese nivel, pueda volver a aparecer. Esta es la tarea de quien interesa dar confianza y del creyente.
Es también aquí en donde en ese intento por ser olvidada, la referencia a Dios se convierte en fidelidad. El concepto de lealtad es normativo y relacional y designa un vínculo que, además de generar obligaciones, se manifiesta en una especial consideración para los intereses de otra persona de otra persona, grupo o institución que tiene como consecuencia un trato diferenciado, particularizado en razón del valor que se reconoce a esta relación. La lealtad es algo más que un mero hábito porque existe el reconocimiento de una obligación. Y a diferencia de la lealtad, la fidelidad no obliga bajo ningún motivo, excepto por voluntad propia y, en ese tenor, deja de ser obligatoria. La fidelidad no impone, solo da de manera libre y absoluta.
En este tenor de reflexiones, nada parece ser más obvio que la fragilidad humana. Tan ínfimos como seres humanos en tanto nos vemos sobrepasados por tantos acontecimientos naturales, vamos y venimos sin entender e incluso sin creer. La vida puede detenerse y perderse en un suspiro, en unos instantes pero nunca debe olvidarse el reconocimiento a Dios por sobre nuestra propia humanidad.