La deuda de las empresas con México
Somos el sexto país del mundo con mayor superficie construida en un corredor sísmico y el séptimo en cantidad de habitantes expuestos a este tipo de riesgos: tres de cada 10 mexicanos vivimos, estudiamos y trabajamos en terrenos movedizos.
Desde los terremotos que diezmaron a cientos de comunidades en el sur a principios de mes, hasta el del 19 de septiembre, quedó demostrado que México es aún más reactivo que proactivo.
Sin desmerecer a los miles de mexicanos que pusieron su tiempo, salud, dinero, manos, donaciones para ayudar en estas crisis, lo cierto es que no existe un mecanismo de acción coordinada entre la IP y el gobierno ni entre ciudadanos solidarios y fuerzas de seguridad.
A pesar de la experiencia del 85 y de las decenas de huracanes que han asolado el territorio, no hay un protocolo privado que se active, como el Plan DN-III-E de la Sedena.
¿Por qué recién después del 19/9, Nafin con el Consejo Coordinador Empresarial y el Consejo Mexicano de Negocios anunciaron el fideicomiso Fuerza México? ¿Por qué no se creó antes, sabiendo que un hipotético terremoto de este calibre es muy posible?
De manera desperdigada, desordenada y hasta superpuesta, las firmas hicieron sus donaciones millonarias y sus aportaciones en especie a los damnificados.
¿Por qué no hay un comité privado que tenga su propio Plan de contingencia donde se sumen esfuerzos de empresas de distintos giros y envergadura, tanto locales como internacionales? ¿Por qué los mejores CEO de este país no organizaron jamás un team donde sumen talento y esfuerzo para tomar el control de las necesidades inmediatas y escalonar la ayuda para no tener centros de acopio atiborrados en 48 horas y luego vacíos el resto de las semanas?
Una plataforma online y un centro de datos hubiera llevado una contabilidad y un inventario en tiempo real sobre los recursos donados (como el que usa cualquier cadena de supermercados). Y ya ni hablar de bodegas para emergencias con cobijas, colchones, estufas, tiendas de campaña cuyo valor podría ser deducible de impuestos.
La vocación de las empresas es hacer más con menos, aumentar sus beneficios, disminuir las mermas, llegar a más clientes y programar planes de trabajo a meses y años. ¿Por qué no
donan ese know how a su comunidad? ¿Por qué desde el primer momento de un desastre no saben cuanta leche hay disponible de una firma local o cuantos pañales no vamos a tener que pedir que done la gente porque ya hay un
stock reservado para estos eventos? Se agradece la velocidad de respuesta de la IP, pero nos deben su capacidad de management en situaciones de crisis.