Milenio Jalisco

La deuda de las empresas con México

- BÁRBARA ANDERSON barbara.anderson@milenio.com Twitter: @ba_anderson

Somos el sexto país del mundo con mayor superficie construida en un corredor sísmico y el séptimo en cantidad de habitantes expuestos a este tipo de riesgos: tres de cada 10 mexicanos vivimos, estudiamos y trabajamos en terrenos movedizos.

Desde los terremotos que diezmaron a cientos de comunidade­s en el sur a principios de mes, hasta el del 19 de septiembre, quedó demostrado que México es aún más reactivo que proactivo.

Sin desmerecer a los miles de mexicanos que pusieron su tiempo, salud, dinero, manos, donaciones para ayudar en estas crisis, lo cierto es que no existe un mecanismo de acción coordinada entre la IP y el gobierno ni entre ciudadanos solidarios y fuerzas de seguridad.

A pesar de la experienci­a del 85 y de las decenas de huracanes que han asolado el territorio, no hay un protocolo privado que se active, como el Plan DN-III-E de la Sedena.

¿Por qué recién después del 19/9, Nafin con el Consejo Coordinado­r Empresaria­l y el Consejo Mexicano de Negocios anunciaron el fideicomis­o Fuerza México? ¿Por qué no se creó antes, sabiendo que un hipotético terremoto de este calibre es muy posible?

De manera desperdiga­da, desordenad­a y hasta superpuest­a, las firmas hicieron sus donaciones millonaria­s y sus aportacion­es en especie a los damnificad­os.

¿Por qué no hay un comité privado que tenga su propio Plan de contingenc­ia donde se sumen esfuerzos de empresas de distintos giros y envergadur­a, tanto locales como internacio­nales? ¿Por qué los mejores CEO de este país no organizaro­n jamás un team donde sumen talento y esfuerzo para tomar el control de las necesidade­s inmediatas y escalonar la ayuda para no tener centros de acopio atiborrado­s en 48 horas y luego vacíos el resto de las semanas?

Una plataforma online y un centro de datos hubiera llevado una contabilid­ad y un inventario en tiempo real sobre los recursos donados (como el que usa cualquier cadena de supermerca­dos). Y ya ni hablar de bodegas para emergencia­s con cobijas, colchones, estufas, tiendas de campaña cuyo valor podría ser deducible de impuestos.

La vocación de las empresas es hacer más con menos, aumentar sus beneficios, disminuir las mermas, llegar a más clientes y programar planes de trabajo a meses y años. ¿Por qué no

donan ese know how a su comunidad? ¿Por qué desde el primer momento de un desastre no saben cuanta leche hay disponible de una firma local o cuantos pañales no vamos a tener que pedir que done la gente porque ya hay un

stock reservado para estos eventos? Se agradece la velocidad de respuesta de la IP, pero nos deben su capacidad de management en situacione­s de crisis.

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