El sismo es una oportunidad
En los próximos días los sismos provocarán consecuencias políticas. Pasados los momentos en que nos hermanamos, irrumpirán las diferencias entre los ciudadanos y los gobernantes. En la etapa de la emergencia absoluta, el gobierno se mostró atingente y dispuesto a poner todo de sí, y la sociedad dejó ver un rostro fraterno y heroico que nos hizo recuperar la esperanza en el país.
El poema de Juan Villoro, recientemente publicado, nos hace ver este alentador talante: “El que es de aquí/ El que acaba de llegar y ya es de aquí/ El que dice ‘ciudad’ por decir tú y yo y Pedro y Marta y Francisco y Guadalupe/ El que lleva dos días sin luz ni agua/ El que todavía respira/ El que levantó un puño para pedir silencio/ Los que le hicieron caso/ Los que levantaron el puño/ Los que levantaron el puño para escuchar si alguien vivía/ Los que levantaron el puño para escuchar si alguien vivía y oyeron un murmullo/ Los que no dejan de escuchar/”.
Las crónicas testimonian la solidaridad social. Las personas que se abrazan sin conocerse, las que llegaron de cualquier parte con el propósito de ayudar a como diera lugar, las que regalan comida o café, las que pusieron sus manos para levantar escombros o hacer llegar los víveres, las que cantaron el “Cielito Lindo” o el Himno Nacional al calor de la batalla por la vida.
Del otro lado, un presidente que se ha mantenido, con sobriedad, al frente de la situación. El Ejército, la Marina, y las otras agencias gubernamentales hicieron bien su trabajo. Nada puede regateársele a la heroica labor de los rescatistas de todas las instancias que acudieron a las ruinas de los edificios.
Y qué decir de los jóvenes que salieron a poner su voluntad y entusiasmo por delante: que nadie diga que los millenials son apáticos o que no tienen sentido de lo público.
Pero este estado naciente de solidaridad y sentido de participación -que ha provocado una cierta armonía entre la sociedad y el gobierno- puede agotarse de un día para otro. Sobre todo ahora, cuando sigue la etapa de las necesidades de organización más delicada, sutil e inteligente.
Ya comenzaron las críticas al gobierno y sus diferentes instancias. Para muestra, los casos del delegado de Xochimilco que fue insultado y golpeado por los habitantes, o las sospechas sobre el desempeño de los gobiernos de la Ciudad de México del pasado, a la hora de obligar a los desarrolladores el cumplimiento de las normas de construcción de edificios. O las manifestaciones de desconfianza en el manejo gubernamental de las ayudas enviadas a las zonas de desastre: que si el DIF de tal o cual localidad quiso utilizar la distribución de los víveres para hacer promoción de algún grupo político en particular...
Las posibilidades de que los terremotos extiendan sus fracturas al plano político dependen de la manera en que el gobierno federal y los gobiernos locales manejen la reconstrucción y utilicen los recursos; sobre todo, de la forma en que incorporen a los ciudadanos en las decisiones que los afectarán.
El gobierno padece un déficit de apoyo de larga data y la sociedad ha comenzado a manifestar su desencanto. Recordemos la presión que en estos días han hecho los ciudadanos para que los partidos políticos destinen una cantidad importante de sus recursos (públicos) a la reconstrucción.
En su columna de ayer, Sabina Berman está en línea con una manera de pensar que podría generalizarse. Implica deshacernos del gobierno, por piramidal, vertical e ineficaz, y sustituirlo por el potencial organizativo de la horizontal y democrática sociedad civil. En su visión, la coyuntura electoral es favorable para ello; recomienda quitarle los recursos a los candidatos: que para convencer a los votantes compitan con los recursos de cualquier ciudadano -redes sociales, por ejemplo- y no con **spots publicitarios o con canastas para los electores. La propuesta es comprensible (qué bueno que existe), pero me parece poco consistente.
Dice Berman: “En este sismo se cayó la pirámide del Poder y brotó la fuerza de México encarnada en su sociedad civil. Que no se nos olvide”.
Es prematuro afirmar algo así. El sismo contiene un potencial de fortalecimiento democrático y creación de ciudadanía que debe aprovecharse. Sin embargo, la marcha será larga, pues para implantar el progreso político no hay recetas mágicas; implica no el exterminio de la clase política, sino su educación y evolución ético-política a la par de la maduración de la sociedad civil.
Ojalá que en el contexto de los sismos veamos acciones civiles encaminadas a exigir que el gobierno haga bien las cosas, tanto en términos de su eficacia técnica y organizativa, como de una actuación con transparencia y honestidad. Pero ello no tiene por qué hacerse en un clima de discordia y desconfianza. ¿No sería mejor aprovechar el momento de relativa armonía nacional provocada por los sismos para que la sociedad y el gobierno pactaran los términos de una relación constructiva que haga avanzar nuestra democracia?