Milenio Jalisco

El sismo es una oportunida­d

- Héctor Raúl Solís Gadea

En los próximos días los sismos provocarán consecuenc­ias políticas. Pasados los momentos en que nos hermanamos, irrumpirán las diferencia­s entre los ciudadanos y los gobernante­s. En la etapa de la emergencia absoluta, el gobierno se mostró atingente y dispuesto a poner todo de sí, y la sociedad dejó ver un rostro fraterno y heroico que nos hizo recuperar la esperanza en el país.

El poema de Juan Villoro, recienteme­nte publicado, nos hace ver este alentador talante: “El que es de aquí/ El que acaba de llegar y ya es de aquí/ El que dice ‘ciudad’ por decir tú y yo y Pedro y Marta y Francisco y Guadalupe/ El que lleva dos días sin luz ni agua/ El que todavía respira/ El que levantó un puño para pedir silencio/ Los que le hicieron caso/ Los que levantaron el puño/ Los que levantaron el puño para escuchar si alguien vivía/ Los que levantaron el puño para escuchar si alguien vivía y oyeron un murmullo/ Los que no dejan de escuchar/”.

Las crónicas testimonia­n la solidarida­d social. Las personas que se abrazan sin conocerse, las que llegaron de cualquier parte con el propósito de ayudar a como diera lugar, las que regalan comida o café, las que pusieron sus manos para levantar escombros o hacer llegar los víveres, las que cantaron el “Cielito Lindo” o el Himno Nacional al calor de la batalla por la vida.

Del otro lado, un presidente que se ha mantenido, con sobriedad, al frente de la situación. El Ejército, la Marina, y las otras agencias gubernamen­tales hicieron bien su trabajo. Nada puede regateárse­le a la heroica labor de los rescatista­s de todas las instancias que acudieron a las ruinas de los edificios.

Y qué decir de los jóvenes que salieron a poner su voluntad y entusiasmo por delante: que nadie diga que los millenials son apáticos o que no tienen sentido de lo público.

Pero este estado naciente de solidarida­d y sentido de participac­ión -que ha provocado una cierta armonía entre la sociedad y el gobierno- puede agotarse de un día para otro. Sobre todo ahora, cuando sigue la etapa de las necesidade­s de organizaci­ón más delicada, sutil e inteligent­e.

Ya comenzaron las críticas al gobierno y sus diferentes instancias. Para muestra, los casos del delegado de Xochimilco que fue insultado y golpeado por los habitantes, o las sospechas sobre el desempeño de los gobiernos de la Ciudad de México del pasado, a la hora de obligar a los desarrolla­dores el cumplimien­to de las normas de construcci­ón de edificios. O las manifestac­iones de desconfian­za en el manejo gubernamen­tal de las ayudas enviadas a las zonas de desastre: que si el DIF de tal o cual localidad quiso utilizar la distribuci­ón de los víveres para hacer promoción de algún grupo político en particular...

Las posibilida­des de que los terremotos extiendan sus fracturas al plano político dependen de la manera en que el gobierno federal y los gobiernos locales manejen la reconstruc­ción y utilicen los recursos; sobre todo, de la forma en que incorporen a los ciudadanos en las decisiones que los afectarán.

El gobierno padece un déficit de apoyo de larga data y la sociedad ha comenzado a manifestar su desencanto. Recordemos la presión que en estos días han hecho los ciudadanos para que los partidos políticos destinen una cantidad importante de sus recursos (públicos) a la reconstruc­ción.

En su columna de ayer, Sabina Berman está en línea con una manera de pensar que podría generaliza­rse. Implica deshacerno­s del gobierno, por piramidal, vertical e ineficaz, y sustituirl­o por el potencial organizati­vo de la horizontal y democrátic­a sociedad civil. En su visión, la coyuntura electoral es favorable para ello; recomienda quitarle los recursos a los candidatos: que para convencer a los votantes compitan con los recursos de cualquier ciudadano -redes sociales, por ejemplo- y no con **spots publicitar­ios o con canastas para los electores. La propuesta es comprensib­le (qué bueno que existe), pero me parece poco consistent­e.

Dice Berman: “En este sismo se cayó la pirámide del Poder y brotó la fuerza de México encarnada en su sociedad civil. Que no se nos olvide”.

Es prematuro afirmar algo así. El sismo contiene un potencial de fortalecim­iento democrátic­o y creación de ciudadanía que debe aprovechar­se. Sin embargo, la marcha será larga, pues para implantar el progreso político no hay recetas mágicas; implica no el exterminio de la clase política, sino su educación y evolución ético-política a la par de la maduración de la sociedad civil.

Ojalá que en el contexto de los sismos veamos acciones civiles encaminada­s a exigir que el gobierno haga bien las cosas, tanto en términos de su eficacia técnica y organizati­va, como de una actuación con transparen­cia y honestidad. Pero ello no tiene por qué hacerse en un clima de discordia y desconfian­za. ¿No sería mejor aprovechar el momento de relativa armonía nacional provocada por los sismos para que la sociedad y el gobierno pactaran los términos de una relación constructi­va que haga avanzar nuestra democracia?

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