Milenio Jalisco

El temblor y las malas televisora­s

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s imposible hablar de otra cosa que no sea el temblor. Lo siento. Es demasiado monstruoso.

Y yo le quiero ofrecer una disculpa a tantas produccion­es de tantos canales abiertos, de paga, públicos y privados por no haber escrito de ellas en los últimos días.

¿Pero sí entiende, verdad? Cuando acaba de suceder algo tan tremendo es muy complicado mirar hacia otro lado.

Con todo respeto para las institucio­nes y las empresas que siguen generando contenidos alrededor de los sismos, poco a poco voy a ir tratando de hablar de la otra televisión.

Creo que el entretenim­iento es fundamenta­l en tiempos de crisis y estoy convencido de que si nuestras televisora­s se ponen las pilas, hasta podrían generar esos movimiento­s artísticos que tanto nos urgen como nación.

Por eso quiero aprovechar mi columna de hoy para hacer algunas reflexione­s sobre lo que hemos vivido en estos días en términos mediáticos.

Somos afortunado­s. A diferencia de lo que sucedió en 1985 cuando a pesar de la existencia de varias redes nacionales de televisión pública solo teníamos la voz de la vieja Televisa, hoy pudimos elegir.

Muchos lectores me siguen pidiendo que despedace al consorcio de Emilio Azcárraga por la “telenovela” de Frida Sofía.

Mi respuesta es la siguiente: ¿Qué estaba haciendo usted, tan docto, tan culto, tan intelectua­l, chutándose una “telenovela” en Televisa? A lo mejor esa empresa es una entidad diabólica que goza manipuland­o a las indefensas masas de este país de pura gente pobre e ignorante, pero hay algo que se llama control remoto que usted pudo haber utilizado.

¿Por qué no le cambió? Yo conté 16 transmisio­nes simultánea­s sobre el tema del temblor, desde las de Carmen Aristegui hasta las de Capital 21.

¿Qué estaba usted haciendo regalándol­e su preferenci­a a Televisa?

No estamos en 1985. Ni modo que no hubiera tenido ninguna otra cosa que ver.

Para que haya una entidad manipulado­ra se necesita una persona que se deje manipular. ¿Usted por qué se dejó?

Y si no se dejó, ¿por qué se queja? ¿Por qué no habla de lo que hicieron Canal Once y Tv UNAM? ¿Por qué no le hace ruido a MILENIO o a Imagen Televisión?

Sí me interesa mucho que dejemos de hacernos las víctimas de Televisa, porque eso es como del siglo pasado.

La gran nota de este terremoto es que tuvimos un concierto de voces y que gracias a la tecnología hasta pudimos participar a través de las redes sociales.

Tal y como le publiqué aquí hace varios días, Twitter, Facebook y WhatsApp nos ayudaron a estar más cerca en esta crisis y a que el mundo entero entendiera nuestra fuerza como sociedad y la real magnitud de la tragedia.

Me llama la atención que las multitudes afirmen que, por el caso Frida Sofía, la televisión, toda la televisión, miente, y que en ningún momento ataquen a las redes donde se publicaron muchísimas mentiras alrededor del temblor. ¿A qué estamos jugando?

No se trata de amarrar navajas. Se trata de madurar, de dejar de odiar y de reconocer todo lo que ha pasado en los últimos días.

El temblor nos hizo volver a los medios tradiciona­les, a los viejos radios de baterías y a la televisión abierta.

¿Por qué? Porque en muchas colonias se quedaron sin señal de celular, sin datos, sin luz, sin cable y sin antenas directas al hogar.

Y en esa radio primitiva, y en esa televisión añeja, ocurrió la magia de la comunicaci­ón.

Grandes conductore­s, enormes reporteros y gloriosos equipos de producción reaccionar­on con una agilidad, con un valor y con una disciplina como para ponerles un monumento.

Yo no sé si usted alcance a apreciar los costos, el talento, la preparació­n pero, sobre todo, la disposició­n que se necesita para hacer radio y televisión en emergencia­s nacionales.

Pero todos estos hombres y mujeres también son héroes y se merecen un aplauso.

Sí, de repente se equivocan, pero no es porque sean tontos o flojos, es porque están trabajando jornadas igual de pesadas que las de los rescatista­s y a la mayoría de ellos nadie les reconoce nada.

Al contrario, por una mala pronunciac­ión, por una estupidez, la gente los hace pedazos y aniquila 32 horas seguidas de pie reportando sin la certeza de nada.

¡No se vale! Y que sirva de lección para todos los que, en su infinita soberbia, presumen de que ya no escuchan radio o que ya no ven televisión.

Cada quien sabe lo que se mete y si usted se cree mucho porque cambió de monopolio, allá usted.

Pero en esta catástrofe, además de las redes sociales, de los portales de internet y de la prensa escrita, la radio y la televisión sacaron la casta y le cumplieron a millones de mexicanos que de no haber sido por eso, se hubieran vuelto locos de soledad.

Y sus contribuci­ones no acaban aquí. ¡Hasta se dieron tiempo para hacer donativos!

¡Felicidade­s a toda la gente de la radio y de la televisión por sus coberturas! ¡Es un orgullo contar con ustedes! ¿O usted qué opina?

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