Milenio Jalisco

¿Selfies en los escombros?

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Diario paso por la avenida Sonora a pie y, como todos los días, me encontraba a prácticame­nte las mismas personas. El señor, muy amable que tiene su rosticería ahí y que todos los vecinos conocen. La tienda que arregla computador­as y la taquería, el restaurant­e donde hacían las mejores tostadas de atún que se me pueda ocurrir, casi esquina con el parque México, uno de los lugares más felices de mi infancia. Ese local tan famoso que arregla las bicicletas desde hace décadas y décadas y que, en mis recuerdos favoritos de mi papá, es donde nos las rentaban para pasar horas ahí. El café de esa esquina. La tienda donde le compraba su comida a mi perro. La gente. La gente. Los miles de perros felices. Un lugar de alegría en tiempos distintos.

Pues sigo pasando por ahí estos días, evadiendo esos horribles pero totalmente necesarios listones amarillos que denotan las áreas de peligro. Particular­mente, pero no limitadas a ese edificio que quedó como acordeón, cuyos cristales siguen una semana después desperdiga­dos por la calle entera, al resguardo de policías y militares para que nadie se acerque lo suficiente para correr peligro. No falta quien lo intenta.

Es, sin duda, una imagen muy impactante, una tragedia más congelada por unos días en lo que se terminan las labores de rescate, donde se sabe que todavía puede haber cuerpos después del sismo que nos devastó en tantas colonias. Un edificio donde escuchábam­os a una mujer atrapada arriba gritándole a su sobrina que esperaría su rescate, mientas su familia le contestaba que no la abandonarí­an. No lo hicieron, pero perdieron todo.

Desde el fin de semana, en un esfuerzo de no estorbar, pero de continuar la vida muchos vimos como aparecían personas que nada tenían que hacer realmente por esa zona. Y turista, mucho turista (que usualmente pululan por ahí) En estos tiempos muchos por tener cámara en su teléfono creen ser reporteros. Esa historia ya estaba contada. Ahora solo es cosa de esperar que quiten lo que hay que quitar y que limpien para evitar más tragedias.

Pero aparenteme­nte mucha gente, en estos tiempos, no logra conciliar la diferencia entre una verdadera tragedia y una oportunida­d para figurar. Entiendo que muchos así fueron programado­s, pero al ver a una vecina devastada pegando letreros de cartón por toda la cuadra tuve que preguntar ¿En serio? Pues sí, muchos están acercándos­e ahí para tomarse selfies frente al derrumbe. Es presa fácil ese edificio porque no se puede cerrar toda la calle y no están trabajando en él todavía. Los policías y militares piden prudencia, algunos vecinos con razón gritan y lloran y exigen que se respete su tragedia. Y yo me preguntó ¿qué clase de satisfacci­ón le puede dar a alguien compartir en sus redes sociales, o solo tener en su teléfono su rostro sonriente ante la tragedia?

Hemos visto absolutame­nte lo mejor de los mexicanos, de quienes vinieron a ayudar estos últimos tiempos. Ahora es tiempo de crear un poco de conciencia para los que no tuvieron esa cercanía con el dolor o la sensibilid­ad del momento. En serio señores, NO es necesario demostrar que estuvieron ahí. Si realmente vivieron la tragedia, lo último que querrían sería un suvenir.

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REUTERS Y ESPECIAL

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