Sismos: ya habrá tiempo de rezar
Un personaje de García Márquez, acaso el propio Simón Bolívar en El general
en su laberinto, se lamenta de que al menos a sus familiares les queda el consuelo de Dios, el último recurso ante la fatalidad, pero él se sabe condenado de antemano a afrontar la muerte sin esa esperanza. Hoy, ante la tragedia que nos azota por huracanes, terremotos y desastres atados a la corrupción, la sociedad mexicana, tan creyente en divinidades, debe abstenerse un rato de dejar todo en manos invisibles y hacer la tarea que le corresponde a cada uno en la reconstrucción.
Además de la natural espera a que autoridades de gobierno hagan su labor para finalizar con la recuperación de cuerpos, remoción de escombros, elaboración de dictámenes estructurales y entrega de los apoyos considerados para estas emergencias, cada quien desde su espacio deberá dejar para sus momentos de soledad y de reuniones religiosas ese hábito de cargarle a Dios el porvenir y hay que ponerse a trabajar, porque hay mucho que hacer.
La vuelta a clases continúa su programa escalonado y si bien es entendible la desesperación de muchas familias por la aparente parálisis de los estudios, siempre será mejor aguardar a que los expertos certifiquen las óptimas condiciones de los planteles públicos y privados antes que tomar decisiones que pongan en riesgo a los niños. Todos sabemos que los menores en casa entre semana se convierten para muchas familias en un auténtico problema logístico, pero la autoridad escolar no debe ceder y sí asegurarse de que todas las instalaciones educativas garanticen la seguridad de los chicos. Que no vuelva un solo estudiante a un aula insegura.
Otros que deberán hacer el doble o triple de lo que hasta hoy habían ofrecido son las agencias del Ministerio Público y las entidades supervisoras en el ámbito inmobiliario, pues las omisiones y defraudaciones a compradores de vivienda quedaron expuestas al desplomarse edificios con uno, dos o tres años de vida, exhibiendo la voracidad de empresas vendedoras y constructoras sumada a la corrupción de instancias verificadoras de gobierno. Un coctel molotov.
Decía Cioran que hay muchas nubes entre el cielo y nosotros. Es decir, a darle, porque no basta con la ayuda de allá arriba, desde donde quién sabe si nos vean. Ya habrá tiempo de rezar.