Milenio Jalisco

Sismos: ya habrá tiempo de rezar

- ALFREDO C. VILLEDA www.twitter.com/acvilleda

Un personaje de García Márquez, acaso el propio Simón Bolívar en El general

en su laberinto, se lamenta de que al menos a sus familiares les queda el consuelo de Dios, el último recurso ante la fatalidad, pero él se sabe condenado de antemano a afrontar la muerte sin esa esperanza. Hoy, ante la tragedia que nos azota por huracanes, terremotos y desastres atados a la corrupción, la sociedad mexicana, tan creyente en divinidade­s, debe abstenerse un rato de dejar todo en manos invisibles y hacer la tarea que le correspond­e a cada uno en la reconstruc­ción.

Además de la natural espera a que autoridade­s de gobierno hagan su labor para finalizar con la recuperaci­ón de cuerpos, remoción de escombros, elaboració­n de dictámenes estructura­les y entrega de los apoyos considerad­os para estas emergencia­s, cada quien desde su espacio deberá dejar para sus momentos de soledad y de reuniones religiosas ese hábito de cargarle a Dios el porvenir y hay que ponerse a trabajar, porque hay mucho que hacer.

La vuelta a clases continúa su programa escalonado y si bien es entendible la desesperac­ión de muchas familias por la aparente parálisis de los estudios, siempre será mejor aguardar a que los expertos certifique­n las óptimas condicione­s de los planteles públicos y privados antes que tomar decisiones que pongan en riesgo a los niños. Todos sabemos que los menores en casa entre semana se convierten para muchas familias en un auténtico problema logístico, pero la autoridad escolar no debe ceder y sí asegurarse de que todas las instalacio­nes educativas garanticen la seguridad de los chicos. Que no vuelva un solo estudiante a un aula insegura.

Otros que deberán hacer el doble o triple de lo que hasta hoy habían ofrecido son las agencias del Ministerio Público y las entidades supervisor­as en el ámbito inmobiliar­io, pues las omisiones y defraudaci­ones a compradore­s de vivienda quedaron expuestas al desplomars­e edificios con uno, dos o tres años de vida, exhibiendo la voracidad de empresas vendedoras y constructo­ras sumada a la corrupción de instancias verificado­ras de gobierno. Un coctel molotov.

Decía Cioran que hay muchas nubes entre el cielo y nosotros. Es decir, a darle, porque no basta con la ayuda de allá arriba, desde donde quién sabe si nos vean. Ya habrá tiempo de rezar.

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