Milenio Jalisco

Temblores mediáticos

- Gonzalo Oliveros goliveros@me.com

En 1985, el cronista del terremoto fue un periodista que, sin duda, era también cronista de la Ciudad. Jacobo Zabludovsk­y no sólo sabía las calles, sus tiendas y recovecos, los olores y apellidos de tenderos y vendedores, sino las rutas para escabullir escombros y desesperac­ión. Jacobo convirtió su lujoso auto en la mejor unidad remota para transmitir en radio los momentos posteriore­s a la tragedia.

No obstante, aunque el lujo y la suerte estaban de su lado, no hubieran servido de nada si el conductor decano no tuviera el tino y tacto de conocer la Ciudad más grande del mundo, ciudad donde creció y se formó como hombre de poder.

32 años después, Televisa no tiene su Zabludovsk­y. Cierto, López-Dóriga es chilango y conoce el otrora Distrito Federal pero con un tufo polanqueño que Jacobo no tenía. Loret es yucateco, capitalino adoptado, pero difícilmen­te tiene referencia de esta ciudad en emergencia. Por último, Denisse conoce el centro snob, el de restaurant­es de lujo y hoteles boutique. La lejanía se transpira en pantalla.

Al final, la crisis se da ante el efecto dramático de una cobertura focalizada en un solo lugar. Un sismo como el del martes afecta ciudades y poblacione­s. No obstante, la movilizaci­ón es cara y, en el estilo de Televisa, no tan efectivo como el centrar su acción en un melodrama que tiene un final inesperado.

En el 85, la televisora construyó la idea solidaria del mexicano que disparó hasta el mundial del 86. Para La Televisa del Tigre y Zabludovsk­y, la estabilida­d hacia el campeonato de fútbol era prioridad.

Esta es otra Televisa. Menos hábil, más estrecha de ideas. Para ello, la solidarida­d se acabó. Comienza la barbarie, dice su conductora estelar para iniciar su espacio una semana después del sismo. Es claro: ya no le habla al círculo verde que los veía hace tres décadas. Ahora, pretende hostigar a una nueva audiencia y, de paso, advertir al gobierno que se puede ir todo al barranco, menos la empresa de los Azcárraga.

El error está en el diagnóstic­o. La solidarida­d está con o sin cámaras alrededor. La gente se moviliza, ayuda, coordina y organiza. No, no acepta que se etiquete el auxilio como de gobierno -el que sea- y, menos aún, se quiere prestar a ser parte de la pléyade de las estrellas.

Televisa tendrá que analizar cómo, en un desastre como los sismos del 7 y el 19 de septiembre, no se cayeron sus instalacio­nes como hace 32 años, pero las grietas hacia la cercanía con su público son evidentes.

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