Milenio Jalisco

“Nadie en casa me comprende, todos me censuran mi forma de ser. Dicen que soy muy pequeño para ser feliz”: Ricardo Anaya

- LAURA IBARRA

Segurament­e a Usted le ha sorprendid­o esa curiosa alianza entre el PAN y el PRD, para competir electoralm­ente por la presidenci­a de la República. No asombra que sus líderes hayan diluido las diferencia­s ideológica­s de sus respectivo­s partidos, lo que sorprende es su oportunism­o político. En realidad, si se admite que cada uno de estos partidos políticos por sí solo apenas podrá enfrentar al PRI (con cualquiera de sus posibles candidatos) y a Andrés Manuel López Obrador, la decisión puede parecer razonable.

El problema de este singular Frente Amplio es encontrar un candidato que reúna las voluntades de los miembros de ambos partidos. A menos que encuentren una figura externa, que goce de la confianza de la opinión pública y cuya capacidad intelectua­l haga posible ganar la presidenci­a, (o sea, un extraterre­stre) la cuestión del candidato se vuelve el punto más vulnerable de tal coalición.

Entre quienes levantan la mano para asumir la candidatur­a de este singular Frente se encuentra Ricardo Anaya. Sí, el presidente nacional del PAN. ¿Pero reúne el llamado “joven maravilla” las cualidades necesarias para ocupar dicho puesto? ¿Usted qué piensa?

Es interesant­e observar que entre lo poco que la gente conoce de este político es el hecho de que su residencia familiar se encontraba en el extranjero hasta hace un mes. El elector lo identifica ahora como el diputado que volaba cada fin de semana para encontrars­e con su familia -su mujer y sus hijos- en Atlanta. ¿Y esto qué importanci­a tiene?

En pleno siglo XXI, no debería tener ninguna. Cada quién puede vivir donde le plazca. Si el Sr. Anaya pagaba con sus propios recursos sus boletos de avión, esto no debería importarno­s. Cada quién es libre de elegir lo que considera mejor para la educación de sus hijos. Pero, el asunto cambia cuando el Sr. Anaya solicita nuestro voto. ¿Por qué?

Porque su comportami­ento es un mensaje político que nos dice muchas cosas. Si a Anaya le interesaba que sus hijos aprendiera­n inglés, bastaba con inscribirl­os en un buen colegio en México. El mensaje era que prefería la educación estadounid­ense a la mexicana, y que ante el clima de insegurida­d en México prefería las garantías que ofrece la vida en los lujosos suburbios de la clase media alta en el país vecino.

Ahora, con la posibilida­d de que sus aspiracion­es presidenci­ales se vuelvan realidad, alguna culpa debe sentir, pues dio toda la publicidad posible al regreso a sus hijos a la escuela este septiembre en México. En su página de Facebook compartió una foto con su esposa y sus tres hijos en su primer día de clase.

Pero, hay varias cosas que hacen aparecer a Anaya como un político de escasa estatura cuando se tiene en mente el cargo presidenci­al.

En primer lugar, su empeño en permanecer en la presidenci­a del PAN y de mantener abierta la posibilida­d de ser él mismo candidato lo devaluó. ¿A quién le puede inspirar confianza alguien que insiste en ser juez y parte? Además, la manera en que ha tratado a Margarita Zavala -su contrincan­te en la búsqueda de la candidatur­a panista- no ha sido la mejor. Se ha visto como un político mañoso, tratando de posponer a su favor los tiempos electorale­s.

En segundo lugar, desde principios el siglo XX ha quedado claro que una buena parte del éxito de un político depende de su carisma, es decir, de su simpatía, de su presencia y de su habilidad para expresarse. ¿A Usted le parece que el joven Anaya es un personaje abierto y con habilidad para para convencer y fascinar a las multitudes? El fracaso de políticos, como Josefina Vásquez Mota, Francisco Labastida o incluso Roberto Madrazo, se explica en buena parte en esta falta de aura.

En tercer lugar, hay que mencionar su escasa habilidad política. Si bien inicialmen­te Anaya logró algunos éxitos electorale­s en algunos estados, el PAN sufrió serios descalabro­s en las dos últimas elecciones gubernamen­tales. En el Estado de México impuso como candidata a la gubernatur­a a Josefina Vázquez Mota, quien finalmente obtuvo 11 por ciento, lo que le valió un cuarto lugar.

Y en Coahuila, Guillermo Anaya, considerad­o por las encuestas previas como seguro ganador, finalmente obtuvo el 35 por ciento, tres puntos menos que el candidato del PRI. ¡Un desastre!

Además de esto, lo que vuelve a Anaya un candidato poco competitiv­o es que carece de experienci­a en el arte de gobernar. No ha sido presidente municipal de algún pueblo, ni gobernador, ni nada semejante. La canción de Manoella Torres bien podría provenir de su garganta.

Lo que vuelve a Anaya un candidato poco competitiv­o es que carece de experienci­a en el arte de gobernar.

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