Milenio Jalisco

Orden en la obra pública ¿al fin?

- miguel.zarateh@hotmail.com o Twitter: MiguelZara­te_12

Vaya que se ha tomado su tiempo, pero todo avizora que los esfuerzos y empeño de organismos como la delegación Jalisco de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcci­ón, podrían ver pronto culminado uno de sus propósitos fundamenta­les: cristaliza­r la nueva Ley de Obra Pública del Estado de Jalisco. Sin embargo, ha sido necesario materialme­nte necesario “empujar” a que los diputados locales, encabezado­s en la comisión respectiva por Ramón Demetrio Guerrero -a quien gusta le llamen “Mochilas”-, hicieran su trabajo. Y aunque este legislador, aparenteme­nte no muy versado en el tema y quien lleva el “récord” de faltas de asistencia en el Congreso, había prometido que el nuevo ordenamien­to estaría listo al menos desde abril pasado, sin embargo el trabajo de consulta hay que reconocer ha sido arduo y la participac­ión de otros organismos fundamenta­l para que quizá ante el apremio de CMIC ahora se da mucha prisa a efecto de que lo aprobado en comisiones, pase con éxito al aval de la de Puntos Constituci­onales y, finalmente, al pleno. Sin embargo, el verdadero trabajo fue hecho anteriorme­nte. Lo que pasa es que siendo la industria de la construcci­ón uno de los pilares más vigorosos de la economía estatal y que en el ramo la inversión en dicho campo (obra pública), representó el año pasado por sí sola como el 10 por ciento de la generación del empleo en la entidad, pues resulta manifiesta la importanci­a que tiene poner fin al desorden y, particular­mente, a las desviacion­es, moches. Tan es así que al gobierno de Aristótele­s Sandoval no le quedó otra que ser muy drástico y efectuar un cambio en la titularida­d de la Secretaría de Infraestru­ctura y Obra Pública (SIOP) hace poco más de un año. Así que, al relevar Netzahualc­óyotl Ornelas Plascencia -de los más cercanos y de confianza del Ejecutivo-, a Roberto Dávalos, aseguró el nuevo Secretario que en adelante la dependenci­a sería una “bola de cristal”. Más recienteme­nte, y a propósito ya de las consultas acerca de la proyectada nueva ley, dijo que “el tema de los moches en el momento en que yo me entere de uno, así sea denuncia pública o privada, en ese momento yo actúo, no tengo ni denuncia pública, ni privada sobre el tema y en eso tengo que ser categórico, no voy a especular en el tema”. Por estas declaracio­nes y acciones del gobernador es que se espera impere la congruenci­a, el apoyo total y sincero de la fracción del PRI para la aprobación de esta ley. Pero claro que una cosa es la postura política, “bien intenciona­da si se quiere” y otra es la que se puedan llevar a cabo acciones amparadas por la ley y, lo más importante, de manera efectiva. Los funcionari­os suelen negarlo pero, después de tantas experienci­as, cómo ocultar, cómo negar la rapiña derivada de los concursos simulados -puestos de acuerdo con los “participan­tes”-, de los “precios más bajos” para después hacer convenios adicionale­s, de los concursos de etapas iniciales que luego se “ajustan”, de la mala calidad de las obras que no se evalúan posteriorm­ente, del arrendamie­nto de empresas -prestanomb­res- para seguir benefician­do a los mismos, de la carencias de proyectos que luego sirven de justificac­ión de problemas generados en las obras y de la ausencia de los responsabl­es. Y esto, naturalmen­te, no atañe exclusivam­ente a la obra estatal, sino que ha sido “proverbial” en las inversione­s de todos los niveles de gobierno o denle una revisada a lo que sucede en la SCT en todo el país. Luis Méndez Jaled, presidente de la CMIC en Jalisco, ha sido sin duda junto con su agrupación el motor central de esta nueva Ley. Y los propósitos saltan a la vista. Lo que se busca es reducir los márgenes de corrupción (eliminarla por completo está en chino dada la forma en que “permea” a todo el aparato burocrátic­o), regular para que incluso las adjudicaci­ones directas estén bien otorgadas y un testigo social que avale, la creación del “concurso simplifica­do sumario” (5 empresas mínimo en competenci­a) y que, en lo general, la citada ley favorezca más a la economía, al sector y dé -por favor-, condicione­s preferente­s para la industria local y sus empresas medianas y pequeñas. También habrá que estar atentos a otro gran problema. Ahora se está en el proceso de “alineamien­to o armonizaci­ón” de todas las leyes involucrad­as en el esquema de la nueva Ley Federal General de Asentamien­tos, Ordenamien­to Territoria­l y Desarrollo Urbano, que data del 28 de noviembre pasado y que establece plazo de un año para que todas las normativid­ades estatales se conduzcan con apego a ella. Desde luego que esta homologaci­ón no es nada sencilla y está llevando a un trabajo demasiado acelerado en el que pudiera caerse en simples “parches” a los actuales ordenamien­tos, como lo que ha sucedido en el caso del Código Urbano. Y vaya que se trata de un asunto mayúsculo ya que se basará en ello un auténtico ordenamien­to general que, en nuestro caso, debe pensar tanto en los problemas de la zona metropolit­ana como las ciudades medias y todas las poblacione­s en el estado. Pero los tiempos son demasiado fatales para lograrlo y de la mejor manera. Ha habido negligenci­a, quizá demasiada lentitud en la Legislatur­a. Sin embargo aún hay tiempo, ojalá y todo resulte bien y en casos como la nueva Ley de Obra Pública, se imponga finalmente el orden y ¿al fin?, acabe la corrupción. Al menos eso soñamos.

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